Camilla Vallendor presentó su primer libro: “La herida de traer una hija al mundo”, una serie de poemas que acarician los rastros indelebles de la maternidad, ese “abismo infranqueable”.
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Narrar una herida, palpar los bordes de la cicatriz, medir su espesor, su longitud. Acariciarla. Volver a mirar la huella indeleble de la experiencia. La propia, única, irrepetible. Y a la vez, la universal.
Poeta, escritora, tallerista, Camila Vallendor evoca en su reciente libro, “La herida de traer una hija al mundo” (Cielo de Pecas),un acto tan trascendental como el de parir, dar a luz, traer una hija al mundo. Un momento de quiebre, un instante que resplandecerá por siempre.
Lo hace años después, con el recorrido de la vida que avanza bajo sus pies. Vuelve al punto de no retorno como si se hubiera dejado señas y el espacio de los sucesos todavía permaneciera palpable, suspendido ¿Intacto?
Algo decanta, se mira con ojos nuevos la escena de la metamorfosis. Se escribe y se reescribe, se buscan las palabras, se las encuentra.
“Fue completamente una evocación, no hay casi nada que estuviese escrito desde aquella época, más que notas en diarios o en cuadernitos que fui recuperando para colaborar en el proceso”, dice Vallendor.
“No hay cronología en esta historia, aunque el parto se funda como punto de origen y, a la vez, de anclaje. Todo lo demás es vértigo y extrañeza, sueño y realidad, fantasía y recuerdo”, escribe en el prólogo la poeta y psicoanalista María Magdalena. Fue justamente su taller “Narrar la Herida”, que Camila encontró en 2022 un punto de partida para develar aquello que se macera con el tiempo.
“Ya venía pensando, por libros que estaba leyendo, en la idea de describir algo respecto al puerperio y al parto, así que me mandé y la verdad es que el proceso fue hermoso. Hicimos primero cuatro encuentros y después seguimos más de un año trabajando juntas. El borrador para mandarle a las editoriales lo cerré en agosto del año pasado”, repasa sobre el recorrido de este año y más.
Durante este tiempo también se postuló a la beca Creación del Fondo Nacional de las Artes. “Me iba a presentar con los poemas que venía escribiendo, pero viró la idea y decidí presentar este proyecto y salió. Ahí dije: ya no hay vuelta atrás”.
-El tema tiene el desafío de lo universal, y a la vez, de lo irrepetible, no hay una experiencia igual a la otra. ¿Qué dejó en vos este proceso de escritura?
-Fue intenso como el proceso de evocación de la experiencia. Por supuesto que tiene una base autobiográfica de bucear en la propia experiencia para encontrar qué es lo que para mí tenía sentido contar y qué recorte hacer. Siempre la literatura en un punto es construir un punto de vista, un recorte. También en el proceso fue entrando en juego la ficción eligiendo qué nombrar y cómo en función del hilo narrativo. Eso también me permitió despegar y amigarme con la idea de que es un poco la historia de nadie y de muchas. No es algo que me pertenezca del todo y una vez que está afuera y se convierte en literatura no es mío.
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Un llanto ilumina la noche
“Olfateo el aire como un mamífero asustado. Hay algo inquietante en la noche. La luna llena está oculta tras las nubes de tormenta. Miro las luces de la ciudad. Se extienden hasta muy lejos. Todavía persiste un horizonte de casas bajas. Un relámpago quiebra el paisaje. La primera contracción fuerte quiebra mi cuerpo. Gimo y me acuclillo. La electricidad circula con fuerza por mi sangre. La lluvia y el trabajo de parto se desatan”, narra Camila en uno de los primeros fragmentos que van construyendo un relato que, como señala el prólogo nos trasporta de una escena a otra “para trasmitirnos esa temporalidad dislocada, fragmentada rota, que vive en la experiencia de la maternidad. Y lo logra apelando a una escritura tan delicada como cruda, tan narrativa como lirica, tan desafiante como vulnerable. La herida, cuando se la escribe así, ya no es (solo) propia, sino universal. Ese es el lenguaje de la poesía”.
Los textos no se cierran, ni encierran. Nada parece quedar fijo. La trama se tiñe de luces y sombras. La maternidad un péndulo. Como la cronología del tiempo que parece diluirse, fragmentarse, volver a encontrar el ritmo.
“En el libro hay una parte cronológica que son los seis textos que relatan el parto, que están intervenidos en el medio por fragmentos del puerperio. Creo que tuvo que ver con componer la idea de un tiempo que no es igual al habitual y también toda una búsqueda que apareció sola y que después fuimos buscando conscientemente con María”, continúa Camila. “La forma en que aparecen los números en todos los textos, de un modo u otro, también para mí tiene que ver con cierta mirada o cierto recorrido del tiempo, con esta obsesión que tiene la voz poética por ordenar y clasificar todo. Ahí los números de alguna manera son aliados porque te permiten contabilizar las cosas y al mismo tiempo muestran la imposibilidad de hacerlo, de clasificar lo que es inclasificable. Todo eso compone un desorden en el tiempo y el espacio”.
Tras la presentación en la biblioteca Carilafquen de Los Coihues, el libro sigue ahora su recorrido encontrando nuevas resonancias, ecos, movimientos. Como señala la también poeta Melissa Bendersky, en la contratapa “queremos seguir escuchando esa voz que nos regala imágenes terribles, de a ratos descarnadas, pero también originales, que deslumbran y sorprenden. Ahora es Vallendor quien presta palabras para lo que a veces no sabemos nombrar”.
Por Violeta Moraga
Foto Portada: Foto: Mariano Roitenburd
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