Caminar en la estepa permite elegir tu propio camino a cada paso y por momentos hace sentir que tus pisadas son las primeras humanas en medio de ese paisaje bien patagónico. La estepa habilita poder ver el horizonte, allá lejos, poder tomar noción de sus distancias, y poder entender que a primera vista este páramo inhóspito está lleno de vida. Al menos eso nos dio a entender la cantidad de vacas, ovejas, caballos, liebres y aves que lo habitan. O ver el trote a pura gambeta de ese zorro que se aleja en la inmensidad de la estepa.
Pero caminar por la estepa a principio de la primavera tiene condimentos extras. Y el viento es uno de ellos. Cuando sopla se entiende el porqué de las características de la vegetación llena de pinches y espinas, de las cuevas de los animales existentes en cada agujero, en cada roca, y de los árboles que crecen ladeados. Subir al cerro Carmen de Villegas es permitirse elegir su propio ascenso, sus paradas y entender que los límites no están en los mapas sino en uno mismo, y en la capacidad de adaptarse a temperaturas que generalmente son bajo cero.
Visto desde abajo, desde el camino vecinal que llega hasta villa Llanquín, parece que la cumbre está ahí nomás. Que en un pegue llegamos. Mentiras. Aquí las distancias son otras aunque las piernas sean las mismas y estén en forma. Serán al menos dos horas y media de un duro y constante ascenso en donde mirando a la izquierda siempre nos acompañará el Limay y una panorámica de Dina Huapi y Bariloche a la vera del interminable Nahuel Huapi. Del otro lado, en el nacimiento de la Línea Sur completan la panorámica el aeropuerto, la ruta 23, la laguna Los Juncos y el valle de La Fragua. Una postal de la transición de la geografía casi en la antesala de nuestras casas.
Su ascenso en inverno suele ser duro por las ráfagas de viento que perforan los mejores gorros de lana. Y se sabe: cuando el viento se mete en la cabeza ya no hay vuelta atrás: empezás a escuchar silbar en medio de la nada y sentís susurros que te hablan solo a vos. Aquí es cuando es obligatorio volver con los dedos entumecidos, los pies mojados y unas ganas de tomarte unos mates indescriptibles. Incluso a veces te preguntás qué carajos haces ahí. Sin embargo en verano puede ser peor, porque es un periplo que no tiene sombra ni agua, desde que se aleja del Limay. Es que aquí, dependiendo de la hora del día, las amplitudes térmicas pueden ser tan amplias como las razones para aventurarse en este cerro que lleva el nombre de este despiadado militar.
Siendo el segundo más alto de la Línea Sur, lleva el nombre de Conrado Villegas, militar de caballería uruguayo que continuó la mal llamada Conquista del Desierto, que terminó con el despojo de los pueblos originarios de la región. Aquí mismo es donde nace un mar de estepa en forma de mesetas que abarca unos 500 kilómetros a lo ancho de la provincia de Río Negro, casi desde los Andes hasta el Atlántico.
Los pueblos originarios llamaban a Villegas como “el toro” o “el bravo”, características que se ganó sometiendo a las comunidades del lugar, que dejaron su testimonio grabado en las pinturas rupestres existentes debajo del Cerro Leones a solo un puñado de kilómetros de este lugar.
Una vez en su cima de casi 1500 metros, los vuelos de los planeadores sin motor que despegan desde el aeródromo local, se verán tan de cerca como ese curioso cóndor que se acerca intrigado por nuestra presencia. Allí está la clásica pirca, una especie de antena de radio con baterías y la bandera argentina destrozada por el viento grafican un tiempo que solo se mide con ráfagas y amaneceres que te marcan en un lugar del alma, que todavía estamos buscando.
Datos del Recorrido:
Para acceder a la cumbre de este cerro hay que llegar unos metros antes del puente del Limay (ruta 237 del lado de Río Negro), hacer un zigzag por una calle de tierra que sale a la derecha donde después de unos metros donde el camino va paralelo al río, termina en una tranquera donde suelen estacionan los autos. A partir de ahí está permitido el acceso para caminar o andar en bici. Hay que seguir ese camino a metros del Limay poco más de 1 km, hasta quedar en paralelo al lomo más bajo del Cerro, por donde hay que subir pegado a un alambrado casi hasta el filo. Parece cerquita pero no. No hay un sendero consolidado sino varios productos del paso de animales. Cada uno sabrá si escoger el más directo y empinado o pegarle un rodeo a esa subida. Aquí es donde si llevaste pantalones equivocados te llevarás infinidad de abrojos y pinches de recuerdo, que proliferan entre coirones, neneos, colapiche entre otras plantas esteparias.
Una vez en el lomo, hay que subir por el mismo una hora y media hasta llegar al incipiente pedrero que transitándolo con precaución no debería ocasionar inconvenientes hasta llegar a la cima que está bien identificada, y dependiendo de la época del año puede conservar algo de nieve.
Tiempo ida y vuelta; Entre 4 y 5 horas. 10 kilómetros en total
Recomendaciones: No hay agua, una vez que la picada se separa del Limay. Evitar ir los días de mucho viento. Llevar gorro los días calurosos.
FRASE DE MOCHILA:
_ ¿La Patagonia fue uno de los últimos lugares a explorar en un pasado reciente? ¿Crees que todavía conserva esa magia?
Creo que sí. Si salís un poco de los senderos te podés meter en un problema bárbaro para volver a salir. La Patagonia no perdió nada, la que se pierde es su gente, que extravía la idea de ir a descubrir. Todas las señales que da la sociedad es que te expones mucho más yendo a descubrir, que caminando por el lugar que caminan todos. Entonces tu necesidad de descubrir pasa por caminar lugares transitados. Sin embargo hay que ver qué hay después de aquella piedra. Las campañas de prevención son para un tipo de gente, está bueno cuando uno va aprendiendo cosas porque puede incorporar prevenciones que sirven para un fin determinado. Además si jamás voy a descubrir que hay detrás de aquella piedra, estoy perdiendo la prevención principal que es aprender a manejarme en un lugar que no conozco. Así uno se va retrotrayendo en sus capacidades.
Claudio Fidani (2017, Revista La Puerta) Guía, integrante del Cax (Comisión Auxilio Bariloche) y referente del refugio Jakob.
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Por Sebastián “Pollo” Carapezza
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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