Desde la primera semana de mayo se abrieron las fronteras con el país trasandino y con esto se renovó la posibilidad de caminar en plena cordillera hasta llegar a este inconfundible peñón limítrofe, que nos aguarda ya colmado de nieve con las mejores panorámicas de la región.
Si querés caminar por filos bien altos, de esos que te regalan una perfecta panorámica de varios cordones montañosos en fila, este destino es para vos.
Si tenés ganas de ver el impacto y los vestigios que dejó las cenizas del Puheyue en 2011 en vivo y directo, este es el lugar.
Si hace rato estás manija por caminar lo más alto de la Cordillera de los Andes, al menos en nuestra región, este es el sendero.
Sin embargo el paisaje resulta tan extremo como su forma de llegar: porque para arribar al inicio de la senda hay que salir de Argentina, pero no entrar a Chile. El mirador de esta montaña, que se encuentra justo en el hito que nos separa al país trasandino, nos da una vista directa a ese peñón imposible que constituye la parte superior del Cerro Pantojo ese estratovolcán ya extinto que permanece erguido como un vigía y sirve de límite fronterizo.
El inicio de la senda comienza unos 40 metros pasando el puente del río Pantojo, (antes de llegar al hito). El trazo con marcas rojas sobre los árboles va serpenteando el río por un hermoso bosque de lengas que soportaron la inmensa descarga de ceniza y arena que arrojó el volcán hace ya más de 10 años atrás. Después de un rato nos separamos del curso de agua y el camino comienza a ascender bastante hasta llegar a la lenga achaparrada.
Justo en el final de la misma está el único espacio posible de acampe que se constituye en la última área verde antes de meterse en una inmensidad de médanos de arena volcánica que será una constante hasta llegar al peñón del Pantojo de más de 2 mil metros de altura. Aquí hay que prestar especial atención, buscar referencias de ese lugar y visualizar bien de dónde sale la picada, ya que al regreso necesitaremos esas coordenadas para saber el preciso lugar de la lenga donde tenemos que ingresar.
Eligiendo los mejores caminos para evitar la constante de subidas y bajadas que propone la geografía de esta picada, entendemos que tenemos varias maneras de llegar al mismo destino. A veces se camina directo con el Pantojo de frente, a veces conviene zigzaguear para evitar profundos cañadones que suelen terminar en pequeños hilos de agua que vienen de las nieves que permanecen buena parte del año. Así es como unas cuantas cascadas pequeñas nos invitan a relajarnos a pesar de las temperaturas otoñales.
Aquí es cuando se agradece que no sople el viento ni descienda mucho la térmica porque se camina expuesto todo el tiempo y cada mínimo cambio climático se siente y mucho. Casi con seguridad no vas a encontrar ni un tábano, aunque con esos bichos nunca se sabe…La última hora de caminata se vuelve dura: en franco ascenso, por momentos con una pendiente de 40 grados, caminando sobre arena y sin agua.
Pero finalmente el esfuerzo tiene su recompensa y se llega a tocar esa piedra vertical (que los más audaces también escalan), donde a su sombra reponemos fuerzas y tomamos unos reponedores mates, y podemos ver para Chile, la hermosa Pampa de las Frutillas, el volcán Puyehue, Antillanca, Osorno y otras cumbres más de la región. En dirección opuesta la panorámica abarca todavía más, teniendo bien de cerca al volcán Mirador.
Desde este punto del Pantojo, siguiendo en la misma dirección, se puede seguir hasta paso Millaqueo y bajar por el Río Machete hasta el lago Gallardo, travesía que nos insumirá entre 2 y 3 días de experimentados pasos. Sino será volver sobre nuestros pasos prestando especial atención donde entra la picada en medio de la lenga achaparrada, una vez que descendemos del mundo de arena que es el Pantojo. Después nos aguarda el bosque de lengas, sombra y agua, una trilogía que suele darnos muchas alegrías a los caminantes de estas tierras. Una vez en la ruta internacional estamos “a tiro” de otros dos periplos muy recomendables; cascada Santa Ana y La Dora y Cerro Mirador. Pero esas descripciones quedan para otros relatos.
Tiempo; 6 horas (ida y vuelta de marcha)
Observaciones; Si no tenés ganas de desniveles pronunciados, ni de caminar sobre arena, ni afrontar la incertidumbre que te presente el recorrido ni vayas. Si te animás, hay que salir por Paso Samoré hasta llegar a lo más alto de la cordillera. Llevar gorro, anteojos y rompe vientos. No te vas a arrepentir. En épocas invernales los más osados recorren este trayecto con esquíes de travesía, aprovechando la cantidad de nieve acumulada.
Dificultad: (media/alta). Si bien es una picada no muy técnica, ni su terreno presenta grandes exposiciones, la gran variable puede ser los abruptos cambios climáticos que vivamos en el trayecto, debido a la altura en que se encuentra este recorrido.
Salida de picada: La picada nace casi enfrente de donde comienza la senda a la cascada Santa Ana, unos metros antes de llegar al hito que divide Argentina con Chile. Es necesario firmar los papeles para salir del país pero no se llega a la aduana chilena. El sendero está marcado con pinturas rojas. Una vez que se encuentra el inicio de senda, las marcas nos llevan hasta arriba donde solo queda seguir las pircas y el gran Pantojo nos sirve como referencia entre tanto arenal.
Relojes sin agujas, distancias verticales.
Una caminata no nace moviendo nuestras piernas, sino cuando comenzamos a fantasear, a saborear cada viaje. Cuando lograste congeniar esa suma de variables que por momentos parecen que nunca se alinearán: disponibilidad, compañía, horarios, condiciones climáticas, logística e imprevistos familiares o laborales de toda índole, algo que no es poca cosa.
Entonces un trekking no comienza a ser real cuando te calzas la mochila en la espalda, sino cuando abrís el mapa y empezás a imaginarte, cómo será ese sendero cuando lo transites. Porque en ese momento ya tenés la certeza que lo vas a recorrer.
Es por eso que una salida a la montaña no comienza con el momento que cerrás la puerta de tu casa, sino cuando comenzás a preparar tu mochila y haces esa selección de cosas que elegís llevarte. Las necesarias, lo imprescindible, diría una publicidad de chicles. Se dice que unx está cortado/a con la misma tijera para todas las cosas y que cada acción revela las mismas formas en las que procedemos. Y resulta que armar la mochila puede ser un buen ejemplo de eso. Al respecto tenemos entre colegas quien analiza el peso y la practicidad de cada objeto a cargar, y aquel que mete en la mochila lo primero que se le ocurre sin más vueltas y, sobre todo, sin pensar en su espalda.
No importa poner el reloj aún más temprano todavía que un día laborable, ni que el viento supere los 40 km, o que no hayamos conseguido a algún amigo que le de comer a nuestro gato y riegue nuestras plantas, o nos perdamos el partido de nuestro equipo. Salir a algún lugar remoto de la montaña, te conecta con vos mismo y a la vez te aleja de todos los objetos materiales innecesarios con que convivimos y no dejamos de lado en nuestra rutina ni una sola hora.
Sin duda, salir a caminar hace 20 ó 25 años atrás por estas latitudes era mucho más aventurero y sobre todo, tenía más sorpresas que en la actualidad. En aquellos momentos no había precisión alguna sobre el clima que iba a tocar. Tampoco tracks, comentarios de lectores en páginas especializadas o la infinidad de informaciones encontradas que acerca Youtube.
Tampoco en ese entonces había líneas telefónicas donde comunicarte en casos de emergencia, cobertura de señal de celular, ni registro de trekking alguno. Lo que funcionaba (y todavía lo sigue haciendo) es el boca a boca, la transmisión de conocimiento entre las personas, o sea escuchar y absorber las imágenes y sugerencias que brinda alguien que ya hizo una picada. ¿La laguna Cab se rodea por la izquierda o por la derecha? ¿La picada al Velco va pegada al arroyo Torrontegui? ¿El paso entre Jacob y Laguna conviene hacerlo dentro de la canaleta o sobre la roca expuesta? Son informaciones que hay que absorber como una esponja, porque nos pueden ahorrar unas cuantas horas de innecesaria caminata. Y si al regreso las coordenadas que nos dieron no fueron las correctas ya tenemos a quién echarle la culpa.
En términos futboleros los arqueros siempre dicen que para ser un guardameta experimentado te tienen que haber hecho al menos 300 goles. Llevando esa moraleja a la montaña diría que para conocer bien un lugar tenés que haberte perdido y explorado (a veces es lo mismo) varias veces y por lugares diferentes. Ese recorrido, que en su momento puede parecer un sin sentido nos completa un mapa mental general de la geografía del lugar.
Cuando se hace una travesía nueva, sobre todo por senderos no conocidos ni demasiado transitados, unx va contemplando las diversas maravillas de este rincón del mundo a la sombra de la Cordillera de los Andes, y a la vez va midiendo y relevando otro tipo de informaciones necesarias: posibles lugares de acampe, miradores para sacar fotos al regreso, espejos de agua donde comer o recargar agua y energía para seguir caminando, paradas estratégicas de descanso, o cual será el lugar indicado donde abrigarse antes de quedar merced al viento patagónico. A su vez, proyecta tiempos hasta lugares previamente establecidos y elabora conclusiones del trecho recorrido, teniendo aún la incertidumbre del lugar preciso de pernocte. En definitiva, caminar la montaña suele tener esa característica: no saber cómo se irán desarrollando las cosas, pero teniendo la certeza de que todo es posible
Frase de mochila
Dynco Bertoncelj, montañés y explorador
_ ¿Qué experiencia deja la montaña después de tanto tiempo?
_Creo que la montaña resulta una formación tremenda para el carácter. Personalmente empecé a sentir eso en Antártida. La montaña me dio un montón, en principio admirar la creación de dios y después como manejarme dentro de esa creación. Pero también te pueden pasar cosas como las que me pasaron a mí, como caerme al vacío en una picada que yo mismo diseñé, y que hice cientos de veces como la del cerro Capilla. En ese accidente mi hijo pensó que me había matado y mientras caía dijo “virgen María, ayúdalo”, y en ese momento se quedó enganchada mi mochila en una roca que logró frenarme, sino no la cuento. Para mí fue un verdadero milagro.
(2015, Revista Kooch, Espíritu de Montaña)
Por Sebastián “Pollo” Carapezza
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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