El acceso desigual de mujeres de barrios populares al trabajo turístico en Bariloche es analizado en una tesis de posgrado reciente de la Universidad Nacional de Comahue. El estudio de la brecha salarial de género le valió días atrás el Premio Nobel a la economista norteamericana Claudia Goldin.
Las mujeres de clases populares que trabajan en restaurantes y hoteles de Bariloche se concentran en las categorías menos remuneradas de la escala salarial. En junio pasado, el sueldo promedio de la categoría más baja era de $213.593, y el de la categoría más alta $298.339. Además, entre las mucamas, por ejemplo, hay una amplia brecha entre hoteles cinco estrellas y otros establecimientos.
El dato surge de un estudio de campo con entrevistas a cincuenta mujeres de entre 23 y 57 años que viven en los barrios Omega, 134 Viviendas, Nahuel Hue, Cooperativa 258, Maitén, Pilar I y II, 106 Viviendas y Barrio Malvinas. La investigación integra la tesis de Maestría de Estudios de las Mujeres y de Género de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue de la Licenciada en Economía Mariana da Silva Évora.
El gremio que nuclea a trabajadoras y trabajadores del sector (UTHGRA) estima que las mujeres representan entre el 53% y 57% del total de los 11.000 trabajadores y trabajadoras afiliadas en Bariloche, sobre-representadas en los puestos de limpieza y mucamas en hoteles y alojamientos turísticos. En gastronomía, en cambio, hay una incorporación más variada por género en diversas tareas como ayudantas de cocina, bacheras y mozas.
Las entrevistas realizadas por da Silva Évora revelan que el 54,3% de las trabajadoras desarrolló alguna vez tareas de mucama, el 23,9% de bachera, el 27,1% de cocinera y el 17,4% de moza. Menos del 6% realizó tareas mejor remuneradas propias de categorías más altas.
“La mayoría de trabajos relacionados a la provisión de servicios de cuidados generados por este sector son ocupados por mujeres, cuidados similares a los que realizan en sus hogares también con prácticas de (auto) explotación, extrapolando ese rol de reproducción cotidiano al mercado laboral”, explica a Al Margen la autora.
“La invisibilización y desvalorización social de los cuidados presionan a la baja las remuneraciones de los puestos feminizados, evidenciando la segregación horizontal -al estar concentradas en ciertos rubros – y la vertical -permanecen en los segmentos de menor salario-, situación que se cruza con la pertenencia a un determinado sector de la población”, agrega.
Su estudio nutre a otros estudios publicados los últimos años sobre la brecha salarial de género en la Argentina, a la que Javier Milei desacreditó en varias oportunidades. En el primer debate presidencial 2023 dijo “cuando usted desagrega los promedios y toma profesión por profesión, la desigualdad desaparece”. En 2021 en un reportaje a María O´ Donell dijo: “Si las mujeres ganaran menos que los hombres, las empresas estarían llenas de ellas“. La perspectiva feminista en la economía fue galardonada día atrás con el Premio Nobel para la norteamericana Claudia Goldín.
“La contratación en el sector turístico muchas veces se da en condiciones de precariedad, explotación e inestabilidad laboral, dada la estacionalidad del sector; muchas trabajadoras son contratadas por temporada, día u horas”, señala da Silva Évora en su tesis. “Muchas trabajadoras aceptan este tipo de modalidad ya que las condiciones flexibles de empleabilidad muchas veces facilitan la conciliación entre la producción y la reproducción. Estos trabajos implican gran esfuerzo físico y psicoemocional, pero se encuentran en la escala salarial de menor remuneración y reconocimiento social”, agrega.
“Si bien el sector turístico genera más oportunidades laborales que otros rubros, ya que es intensivo en mano de obra, las condiciones de los empleos para las mujeres son peores que para los varones, evidenciando la brecha de género en este segmento del mercado laboral”, apunta da Silva Évora. “Por supuesto, esto no es casual, sino que tiene su correlato en la desigual distribución de los cuidados, y la falta de políticas públicas integrales que promuevan la corresponsabilidad entre actores y la posibilidad de articular los proyectos de la vida familiar y laboral. Estas trabajadoras que cumplen una doble o triple jornada laboral, absorben un costo adicional, ya que tienen que resolver en forma privada o comunitaria los cuidados, puesto que la mercantilización de los mismos es excluyente.”
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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