Impecable, sencillo y lúcido. “Nadar para arriba” de Verónica Battaglia nos coloca en medio de una masa de nieve arrastrando a 16 personas por un cañadón del cerro Ventana, corre pendiente arriba con los rescatistas y logra hacer la pausa para leer una esquela depositada en la mesa de una residencia estudiantil.
Hubieron dos avalanchas, se advierte en el libro: El fatídico accidente que se llevó la vida de 9 estudiantes de la Universidad Nacional del Comahue en el 2002 y la catástrofe económica y social del año anterior. No tenían polainas, ni ropa técnica, y menos aparatos de rastreo. La precariedad era un estado de época y la falta de prevención de accidentes también.
El dolor siempre tiñe los hechos, por la necesidad de justicia e incomprensión de las ausencias. Deja una marca en la memoria como el sol en la retina y dificulta el análisis de un hecho con tantas variables. Verónica se topó con el accidente caminando la montaña 20 años después y desde las preguntas más simples, reconstruye esa complejidad aportando alivio.
En el libro se van tejiendo las historias con la búsqueda de cuerpos. El ritmo es el del alud cayendo, con impases donde el polvo puede detenerse en el aire para mostrar un testimonio que dejó una víctima o un fragmento del juicio, y luego sigue rodando imparable.
Verónica explicó en su presentación que no tomó los relatos de sus padres y madres, y reconstruye la historia con precisión a partir de la sumatoria de miradas y testimonios de sus pares, docentes e inculpado. El guía de montaña y profesor a cargo del grupo Andy Lamuniere fue el único condenado, y quizás, como ella deja entrever, el chivo expiatorio de un contexto de precariedad.
Advierte ella que no es experta en la montaña, pero con enorme lucidez reconstruye los sentidos del montañismo de época, crudo y sacrificado, rudimentario y autodidacta. Su oído foráneo se afina y descubre los detalles que se le han escapado al relato histórico sobre el accidente. El ruido de la pisada en la nieve acartonada, el color de un pantalón o los detalles del dolor muscular de una joven nos colocan en ese día.
La pluma de Battaglia genera una tensión latente:
“Uno de los chicos sacó su pala de la mochila y el otro tomó la cacerola para remover la superficie endurecida. Primero desenterraron una bota, siguieron cavando toda una línea de amarillo sintético sobre blanco hasta develar el rostro de Nicolás Lemos, uno de los mellizos. Estaba vivo (…)”
Con dedicación Battaglia escribe sobre un proceso que es quizás de sanación. La primera presentación del libro en la sala de prensa de la Municipalidad dio cuenta de ello. Familiares que se acercaron por primera vez a un acto, docentes y sobrevivientes que lograron hablar o llorar en público, abrazarse.
Deja el libro una idea sobre cómo se enseñaba la montaña y desliza una especie de perdón histórico que logra dar cuenta de esa precariedad generalizada en el equipamiento, de la tradición del espíritu montañez, al estilo Otto Mailing, que ponderaba la vivencia sacrificada por sobre los saberes académicos del riesgo. Es indudable que el accidente del cerro ventana ha sido una bisagra en la profesionalización de guías, guardaparques y docentes de montaña.
Nadar para arriba cierra heridas y expone debates inconclusos, quizás con tanta delicadeza y sensibilidad que permite entender posiciones antagónicas sobre cómo se judicializó la causa y se determinaron las responsabilidades.
El Ventana generó un trauma comunitario donde las variables personales e institucionales se solapan y superponen. Battaglia cuenta una historia que atrapa, que logra introducirnos en ese día, viajando en las mochilas de esos estudiantes, cayendo abrazados o sudando junto a rescatistas que paleaban a contrareloj. Y nadando para arriba, nos despeja el camino para comprender.
Fabián Viegas Barriga
Foto de portada: Ramiro Sáenz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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