Una de las grandes injusticias a la hora de recomendar donde salir a caminar se reduce a este cerro ya que tiene muchas características a favor para ser más visitado que lo que es, pero por algún motivo no se lo tiene demasiado en cuenta a la hora de definir un destino diurno.
Por empezar queda cerca en distancia y tiempo de Bariloche ya que este cerro de casi 2.000 metros está a la vera de ruta 40, en el extremo sur de la ciudad, justo donde termina el ejido Municipal y comienza el Parque Nacional Nahuel Huapí. Al tener un fácil acceso, en media hora de viaje podes estar poniéndote la mochila al hombro para comenzar a ascender este cerro, que lleva su nombre gracias a la caprichosa ubicación de sus piedras en una de sus laderas, que dejan abierta una “ventana” que se divisa a lo lejos y es la parte más visitada de esta montaña.
Al ser un cerro tan cercano, hace que sus considerables 1.887 metros logren en un ratito nomás un abrupto desnivel (casi 1.100 mts), y una panorámica de las más bonitas, donde se ven nada menos que tres lagos, varios picos montañosos y buena parte de la capital de los lagos desde el extremo sur. Lo que está garantizado es el empinado desnivel que nos espera sea cual sea el camino de regreso elegido.
Otra característica que tiene es que cuando se planifica su ascenso se puede elegir entre ir a “la ventana” que bautiza a este cerro, o a la cumbre. La primera queda a 2 horas de la ruta, en un violento ascenso hasta llegar a esos bodoques de piedras formidables que rodean y hacen posible esa abertura de piedras. Desde este punto se tiene una panorámica perfecta hacia el Mascardi pero también de la incipiente estepa patagónica. En su trayecto se pasa por diferentes vías de escaladas, hábitat natural de muchos trepadores que con poco tiempo eligen estas paredes para despuntar su arte y sus manos.
Si se elige encarar a la cima habrá que caminar algo más de tiempo, ladeando por la izquierda al cerro, hasta ganar altura y llegar al pedrero que lleva al filo. Si bien la senda no está señalizada hay una huella que nos hace tener referencias, sobre todo en las partes que prevalece mucha vegetación. Una vez en el filo solo hay que seguir subiendo hasta la falsa cumbre primero y la cumbre verdadera después. Así es como se aprecia un ambiente de alta montaña, con pendientes de hasta 35 grados, con algunos trayectos sobre roca.
Desde ahí con tiempo, piernas y la motivación al palo se puede seguir por los filos del cerro Meta, 2 de Pontoneros y Confluencia para el refugio Velco, inolvidable travesía que nos remandará una jornada agotadora de todo el día en la que además no contamos con agua hasta la laguna Hosseus. Ese cordón montañoso comienza a la vera del lago Gutiérrez y es transitable por los filos hasta el mismísimo Guillelmo, en las faldas del cerro Huinca.
Como si fuera poco, el Cerro Ventana, tiene la versatilidad de poder ascender por ruta 40 (desde el barrio Reina Mora que termina en la pared del cerro) y descender hacia el camino vecinal que lleva al barrio Pilar. O viceversa. De esta manera se puede subir y bajar, sin repetir el recorrido ya que en el cresteo hay varios peñones que son accesibles y debajo cuentan con algún sendero para bajar a distintos puntos de la vasta pampa de Huenuleo, completando en ida y vuelta unos 11 kilómetros de un desafiante recorrido que nos invita a aventurarnos y que queda a pasitos nomás de nuestros hogares.
Tiempo ida y vuelta a la cima: 5 horas
Tiempo ida y vuelta a la ventana; 3 horas.
Recomendaciones: No vayas si sopla mucho el viento ya que arriba se está muy expuesto. Lleva mucha agua ya que si vas a “la ventana” no hay arroyos, y si te animás a la cima con suerte hay solo un pequeño cause que fluye todo el año. La presencia de nieve en el filo eleva considerablemente la dificultad de esta salida cuya principal característica es el desnivel.
***Se requiere conocimientos y orientación en filos y experiencia para caminar sin señalización en algunos pasajes del recorrido***
Link: es.wikiloc.com/rutas-senderismo/cerro-ventana-cumbre-principal-antecumbre-norte-y-cumbre-sur-bariloche-43256886
Senderos de palabras, relatos con altura
Camino al Catedral, plena subida. Reduzco un cambio a tercera y sobre la banquina los veo; una parejita cargando sus sexagésimos años a cuestas, dándole parejo a buen paso a la subida. A medida que me alejo me pregunto qué es lo que los seguirá motivando a salir, llueva, truene o haya nieve en esa banquina de ripio. Ese es solo un ejemplo del visible aumento de los que salen a caminar o correr y hacen de eso una forma, un pilar en su vida.
Es que el trekking, sea en la banquina o en medio de la estepa, se disfruta con todos los sentidos. Una conjunción de deporte, contacto con la naturaleza, que brinda la oportunidad de aventura y descubrimiento de mirar por primera vez paisajes maravillosos. También es propicio para profundizar una relación con la otra persona, alejando la rutina, donde se escucha el silencio del otro, de la otra, y se invita a hacer la pregunta justa en el momento adecuado.
Los Mayas, recorriendo las montañas pedregosas de América central, sostenían que la memoria se ubicaba detrás de las rodillas y que al caminar, al ablandar las rodillas entre tantos pasos, recordaban y lo hacían para descargar tensiones y para incentivar a la reflexión. Y cada uno tiene su propia manera de caminar, su propia parada.
En síntesis, alguno puede usar un ritmo calcino, otras parecen que están haciendo el popular “pan, queso”, tomando agua en todos los arroyos que cruzan, mirando pajaritos y suspirando a cada paso. Otros pueden tener la impronta de la velocidad, llevando en el cuerpo el aditivo, que solo la adrenalina puede dar, viviendo al máximo sus posibilidades utilizando toda su exigencia física y la descarga mental como un motor. Como una purga en la que se cambia dióxido de carbono por oxígeno.
Para los que nos deleita recorrer los rincones de este paraíso a la sombra de los Andes y disfrutar de la naturaleza sin caminar en medio de un malón de personas, entendemos que el paisaje en la Patagonia tiene un tiempo de relato en particular, que excede a la escenografía y pasa a ser parte de una acción dramática, y que al igual que el paisaje de montaña, muta ante cada nueva estación.
En definitiva conocer lugares increíbles que se encuentran en nuestras montañas hace que la magia de estos lugares resulte incalculable, sea poesía. Esto es lo que sienten muchxs de los que hace rato miran con un brillo especial en los ojos cada nuevo mapa con sendas y picadas que encuentran. O los que escuchan con atención cada anécdota de compañeras de ruta que coronaron con su mochila en los hombros y volvieron para contarlo.
Estas historias de periplos se amplifican entre los que no tienen tanta experiencia, ni kilómetros recorridos y recién se están sumando a esta actividad que se practica con las piernas y se quiere con el alma. Así mismo lo perciben la gente de mochila en general, que siendo muchos más de los que se cree, provienen de paisajes tan increíbles como el nuestro, para sentir esta tierra bajo sus pies. Para ver por sus propios ojos que en estos rincones, cada día caminado puede presentarte un nuevo lago, una montaña diferente, un refugio inolvidable y mil anécdotas para contar frente a un fogón.
Frase invitada
Dynco Bertoncelj (montañés y explorador)
“…Te cuento otra historia de Meiling y del Catedral que viví en persona. Una vez se juntó toda la crema de escaladores y gente que le gusta la montaña a pensar cómo hacer para subir a la torre principal del Catedral y de qué manera estaban tratando. Todos llegaban hasta esa última pared pero nadie había coronado y parecía imposible. Entre ellos estaba Fisher que era albañil y nunca había escalado y delante de todos dice que él podía subirla. Así que jugaron con Otto una botella de vino a ver si podía o no. Se le reían a Fisher porque nunca había escalado y creía poder llegar a la cumbre del Catedral. La cosa es que Fisher convenció a Camerer para que lo acompañara y armó unos clavos de unos 15 centímetros de largo y como buen albañil que trabajaba la piedra se llevó los taladros para perforar la pared, así que fueron. Mientras Cameron lo aseguraba y Fisher agujereaba, y con 3 ó 4 clavos subió los 20 metros que nadie pudo hacer hasta ese momento. La cosa es que tuvieron que pagarle el vino y Otto juró no subir más a Catedral. Meiling ya había probado no sé cuántas rutas diferentes para llegar a la cima pero no podía llegar. Inclusive había hecho una especie de ancla con una soga, entonces de ahí abajo tiraba el ancla con la esperanza de que se colgara arriba y así poder subir, pero era un peligro porque si se caía sobre él lo mataba. Esa fue la primera y única vez que Fisher fue a la montaña. Increíble. Esta anécdota son muy pocos los que la conocen y quedan para contarla, creo que soy el único que queda…”
(2015, Revista Kooch, Espíritu de Montaña)
Texto: Sebastián Carapezza
Fotos: Ramiro Sáenz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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