Los cimientos que dieron pie a la poderosa clase media argentina tambalean. También en la Patagonia se expresa la crisis del acceso a la vivienda, la estabilidad laboral y la movilidad social ascendente.
La pandemia vino a devolvernos esa idea de lo inestable que puede ser el trabajo, la salud, la vida. También vino a reflotar una sensación verificada: con los mismos pesos que hace cuatro años comprábamos 5 naranjas, hoy no compramos más de 4. La plata alcanza menos.
Hasta los 90, un trabajo bastaba para sostener a una familia. Ser trabajador y ser pobre era una contradicción. Hoy la base de la pirámide social es cada vez más ancha. Entre 2011 y 2021 la pobreza creció del 25,9% al 43,8%, según el Observatorio de Derecho Social de la Universidad Católica Argentina. La clase media opulenta con capacidad de ahorro, vacaciones, auto, vivienda propia y perspectivas de que los hijos estarían mejor que los padres entró en crisis.
“El acceso a la vivienda, un elemento clave de la identidad de clase media, es cada vez más restringido. Si durante el primer peronismo se impulsó el acceso a la propiedad horizontal, el acceso masivo al crédito hipotecario a través de políticas nacionales y loteos populares, hoy por el contrario asistimos a un proceso de inquilinización”, señala el sociólogo Tomás Guevara, integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Territorio, Economía y Sociedad (CIETES) de la Universidad Nacional de Río Negro.
Ni Bariloche ni Rio Negro escapan a esta lógica. En 2010, el CIETES detectó un déficit habitacional de 10 mil hogares en la ciudad, mientras que el Registro Nacional de Barrios Populares inscribió en 2016 a 150 barrios sin servicios básicos en toda la provincia.
“Hubo tres ciclos de política económica neoliberal que generaron un proceso de heterogeneización de las clases medias”, explica Tomás Guevara haciendo referencia a la última dictadura, el menemismo y el gobierno de Cambiemos. “En esos ciclos aumentó el cuentapropismo y el desempleo. La pandemia vino a profundizarlos y a consolidar una figura muy novedosa en nuestro país que es la del trabajador pobre, o casi pobre. Es decir, la del trabajador en blanco que no alcanza a comprar una canasta básica total”.
En el censo nacional de 2010, Bariloche registró un sector medio bajo, medio y medio alto de casi 60% de la sociedad. Guevara asegura en los sectores asalariados predominantes (hotelería, gastronomía y comercio) se verifican últimamente salarios por debajo del promedio en todo el país y una tasa de informalidad fuerte.
Petroleros
Natalia Barrionuevo es socióloga y licenciada en Comunicación Social, integrante del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia que depende de la Universidad Nacional San Juan Bosco en Comodoro Rivadavia.
Allí y en la cuenca del Golfo de San Jorge -sur de la provincia y norte de Santa Cruz- pudo estudiar el boom petrolero de 2004 a 2014 que originó un sector asalariado de ingresos por encima de la media.
“No es tan certera la expectativa de movilidad social ascendente entre esos trabajadores: el fantasma de los despidos está siempre presente, porque la industria se comporta cíclicamente. Luego de 2014, el boom petrolero entró en crisis”, explica Barrionuevo.
Sobre la cuenca pesa también la experiencia de YPF y de la clase media que nació alrededor suyo hacia fines de la década del 50 y 60 y que para los 90 –con la venta y y desguace de la empresa- vio el derrumbe de algo mucho más grande que un proyecto de estabilidad laboral familiar. Vio morir una identidad, un lema, el “ypefiano, de la cuna a la tumba”.
Por Pablo Bassi
Ilustración: Marcelo Spotti (Canal Abierto)
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen