El director Marcelo Piñeyro conversó con Al Margen antes de su llegada a Bariloche, donde participará como invitado especial del festival audiovisual FAB que arranca este lunes y prevé una retrospectiva de su obra. En la nota habla de los 30 años de Tango Feroz y sus películas más icónicas como Caballos Salvajes, Cenizas del Paraíso, Kamchatka, la serie El Reino. También de política y de la federalidad del cine argentino, entre otros temas.
A partir de este lunes, y hasta el domingo 6, arranca el Festival Audiovisual de Bariloche (FAB), con proyecciones y charlas en salas de la ciudad, Dina Huapi, El Bolsón y El Hoyo, y un invitado especial, que dirigió y escribió películas atrapadas en la memoria de los argentinos. El calendario puede consultarse acá https://festivalfab.com.ar/
Ese invitado especial es Marcelo Piñeyro. El FAB proyectará tres películas suyas y el viernes Piñeyro ofrecerá una charla. Además se presentará el documental Leyenda Feroz, que no tiene que ver con él, pero sí con su ópera prima, que el año pasado cumplió 30 años, Tango Feroz. Violenta, romántica, legendaria. Tango Feroz relata la vida del músico Tanguito de la mano de unos veinteañeros Fernán Mirás, Cecilia Dopazo, Antonio Birabent. Registro ícono de los 90.
Marcelo Piñeyro tiene 71 años. Sus películas son hijas de su tiempo. En Caballos Salvajes (1995) habla de la estafa de las financieras a los jubilados. En Cenizas del Paraíso (1997) de los empresarios mafiosos y los jueces corruptos. Todos éstos, tópicos del menemismo. En El Método (2005), basada en la obra de teatro El Método Grönholm, de Jordi Galceran, habla del desempleo y del sálvese quien pueda. En La Viuda de los jueves (2009), construye a partir del libro de Claudia Piñeyro una radiografía implacable de los nuevos ricos de country de los 90. Con la escritora, también guionaron la serie El Reino (2021), sobre la influencia de la iglesia evangélica en la política y las nuevas derechas. Varias, sino todas, están en plataformas.
Antes de su llegada a Bariloche, Marcelo Piñeyro nos atiende el teléfono.
– En Tango Feroz (1993) y Kamchatka (2002) instalaste a un sujeto social silenciado al momento en que fueron filmadas. Me refiero a la juventud de los 70.
-Es verdad, no lo había pensado así.
– Esa juventud que años después transformó la política de derechos humanos en relación al Terrorismo de Estado.
-Cuando filmamos Kamchatka, todavía regía el indulto. Estaban todos los dictadores sueltos. Uno podía cruzarse en la calle con Videla, por ejemplo. Luego volvieron los juicios. Y también había un deseo del establishment: que no se hable del tema, que no se vaya al pasado.
– ¿Con Tango Feroz pasó lo mismo?
-La película se estrenó en el 93, pleno triunfo del 1 a 1 y de Cavallo, con un discurso totalmente a contramano del discurso oficial. El afiche decía: “No todo se compra, no todo se vende, tengo una lista interminable de cosas más importantes que la seguridad“. La intención de Tango Feroz, fue hablar más del espíritu de una generación y lo que podríamos llamar el “artista cachorro”, el artista joven que se quiere concebir como artista, que tiene una mirada para sacar afuera y que no acepta los condicionamientos del negocio de la cultura. Y paga el precio por eso. Esto está muy enraizado en el espíritu de esa generación, que es la mía, aunque yo pertenezco al lado de los perejiles: más de costado en relación a las estructuras de poder, pero muy protagónico desde otro lugar.
-Estudiaste cine en La Plata en los 70 ¿no?
-Así es, en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata.
-Fue la primera película en que aparece la juventud como protagonista de su época, ¿no?
-No me quiero robar méritos, que no está bien. La juventud fue un tema muy central en el cine de finales de los 50 y comienzos de los 60 con Torre Nilson, Antín, Kuhn.
-Me refería a la juventud de los 70.
-Puede ser. Por lo menos, sin duda, eso sí, fue una película que dejó la marca de impronta más fuerte.
-Tango Feroz fue un éxito entre adolescentes y jóvenes. ¿La habías pensado para ellos?
-Cuando hago una película no tengo muy claro quién me va a venir a ver. Yo pienso en hacer una película que, como público, me gustaría ver. Yo quería contar una película que, de algún modo, contara lo muy importante que fue mi experiencia en los 70, y de alguna manera me pongo por ahí, detrás del personaje de Leonardo Sbaraglia. Una sensación que tenía a fines de los 80 cuando empecé a planearla y ahora, es que entré a esa instancia de la vida concibiéndose enorme y de pronto había descubierto que mi tamaño era bastante pequeño. La película no hace solamente una exaltación de esa juventud, sino también habla de sus dobleces y de sus miedos
–Arrimo un comentario que te escuché en una entrevista: contabas que te habías quedado sin un mango para publicitar la película y articulaste con centros de estudiantes para pasarla sin ganar un peso para que por lo menos algo se mueva.
-Así es. En la UBA, La Plata, Mar del Plata y Córdoba. Ponele que en ese momento las entradas costaban 5 pesos, cobrábamos la mitad del valor de la entrada y toda la recaudación iba para el centro. El compromiso del centro era llenar las salas. La película pegó muy fuerte en los jóvenes de ese momento, no tenía la menor idea de por qué.
-Es un grito de rebeldía.
-Claramente el discurso oficial que circulaba en los medios era muy parecido al de ahora: “lo único que importa es hacer guita”, “todo tiene precio”. Entonces no sabíamos realmente si lo que la película decía iba a generar indignación, risa. Empezamos a ver que no, que a los jóvenes de los 90 les pegaba muy fuerte lo que contaba la película, les provocó una emoción muy real.
– ¿Cuál sería la película o la serie de este tiempo, fuera de El Reino que habla de las nuevas derechas?
-Estoy trabajando en una película que pienso filmar la segunda mitad del próximo año y es una historia de amor. Tiene que ver con cosas existenciales.
-Quiero llevarte al terreno de la política
– (Interrumpe) Soy un cineasta.
-Pero sos un sujeto político.
-Un ciudadano.
-Bueno, como ciudadano te pregunto. ¿Por qué el cine y otras disciplinas artísticas se convirtieron en chivo expiatorio de esta corriente política que nos gobierna?
-Habría que preguntarles a ellos, pero mi interpretación es que la cultura tiene que ver con la pertenencia y el sentido de comunidad. Si nos encontramos dos argentinos en Alaska, inmediatamente empezamos a recordar algunas canciones, a tomar mate. Eso es la cultura. Que también permite proyectarnos como sociedad e individuos. Entonces, en un proyecto de desintegración como, a mi juicio, es éste, la cultura es un enemigo. A mí me horroriza que los valores distintivos de Argentina en la región como la cultura, la ciencia, la educación pública, la salud pública, sean enemigos de este gobierno, que pone la excusa de que no hay plata. En términos de dinero, el cine, concretamente, es mucho más lo que trae del exterior para producir cine que el dinero que le cuesta al fisco, que es nada, es la desviación de una parte del costo de la entrada. En los últimos 20 años, el 90% de las películas argentinas tienen financiación extranjera. Por ende, si se deja de producir, ese dinero deja de entrar. Y la mayor parte de la financiación es extranjera. También seamos sinceros, no es la primera vez que pasamos por esto, ¿ok? Y hemos salido y han quedado estos estos momentos oscuros como malos recuerdos. Lamentablemente lo que acá se ha combatido es que haya una memoria histórica, pues si hubiera memoria histórica sabríamos que en este pozo ya tropezamos. Yo creo que este momento oscuro pasará y nos dará vergüenza.
– ¿Qué tiene para vos, un cineasta de trayectoria, que vive en Buenos Aires, la posibilidad de venir a un festival como el FAB que se realiza en una provincia a 1600 kilómetros de distancia?
-Yo hago cine para la gente, no para mí, entonces cada vez que puedo tener contacto con la gente real lo hago, gente que mira las películas, que tienen ganas de charlar, de aplaudir y de cuestionarme, o sea, no ando por la vida coleccionando un club de fans, todo lo contrario, porque algo que me gusta de mis pelis es que han generado mucho debate y uno nota que siguen con algo que decirle al público, que lo moviliza.
-Solemos hablar en Al Margen de la concentración en el AMBA de la producción de algunos artefactos culturales, como la comunicación. ¿Con el cine pasa eso?
-Era absolutamente así hasta finales de los 90, comienzos del 2000, cuando, por las nuevas tecnologías y los cambios en la Ley del Cine que facilitaron la federalización de la cultura, acercaron muchísimo la posibilidad de producir. Hay ciertos polos de producción fuera de Buenos Aires: en Córdoba, en Mendoza, lo hay muy incipiente en Rosario, en el sur por lo que yo sé, hasta ahora, hay algunas películas, pero todavía no se podría hablar de que hay un polo de producción. Yo creo que son las cosas que se vienen, lamentablemente entre crisis económica y crisis identitaria, como ésta que atravesamos, hay cosas que se demoran, pero yo creo que en ese camino estamos.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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