Lautaro Rivara es periodista y analista especializado en geopolítica de América Latina y el Caribe. Vive y trabaja en Ciudad de México y recorre la Patria Grande desde una mirada anticolonial. Conversamos con él sobre el lugar actual que ocupa Argentina en este contexto de reconfiguración del poder global.
Con el récord mundial en el gasto militar registrado en la última década, Argentina decidió tomar un rumbo de forma muy rápida: alinearse con Estados Unidos y especialmente con el Estado de Israel. Las coordenadas a tener en cuenta son diversas, algunas atadas a los ideas personales y espirituales de Javier Milei, y otras que son transversales a gran parte de la dirigencia política y empresarial del país, opina el sociólogo e historiador. ¿Cómo impactan estas decisiones estructurales en materia económica y política?… ¿Y en la Patagonia? Esto nos dijo Lautaro Rivarola que se tomó un tiempo para conversar desde Panamá con nosotros.
-Si bien aún resta que la autodenominada “Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” sea debatida y votada en el Senado, en caso de aprobarse la ley, comienzo preguntándote: ¿qué significancia tiene para la Argentina en la geopolítica mundial, es decir en los vínculos internacionales que está tejiendo el Gobierno Nacional? ¿Qué puertas se abren?
-Bueno, primero te diría que, si la ley efectivamente se aprueba, eso va a demostrar que más allá de la diferencia pública entre derechas presuntamente moderadas y nacionales, de derechas radicales, es más o menos aparente. Evidentemente hay una serie de consensos que ya son transversales a las élites dominantes, por supuesto en materia económica local, con esta política de shock, de ajuste brutal que estamos viendo en los primeros meses del gobierno de Javier Milei, pero sobre todo una serie de consensos muy claros en términos de política internacional. Venimos viendo que el gobierno liberal extremista de Javier Milei está consumiendo el dinero de la República Dominicana, está consumando rápidamente un alineamiento geopolítico muy profundo hacia básicamente la órbita de los Estados Unidos y también hacia la órbita del Estado de Israel, de alguna forma confundiendo el credo personal del presidente de la República con los intereses de la población argentina.
Lo estuvimos viendo también, recordarán esta conferencia de prensa entre gallos y medianoche anunciando una base en tierra del fuego, una base…Básicamente conjunta con los Estados Unidos y esta serie de giras y visitas cada vez más frecuentes que estamos teniendo de parte de, por ejemplo, el Comando Sur o también en este caso de la CIA. Así que yo creo, insisto, que hay cierta transversalidad en los partidos tradicionales y las clases dominantes en torno a cómo posicionar a la Argentina. Un posicionamiento que lamentablemente parte de esquemas mentales heredados de la Guerra Fría y que son absolutamente inútiles y contraproducentes para pensar hoy en la política.
–Y este fenómeno político que estamos viviendo en la Argentina, novedoso en la región, ¿Qué influencia tiene sobre el resto de los países? Porque vemos que Milei es un presidente que pone mucho de su esfuerzo personal en posicionarse como un líder de las derechas mundiales.
-Mirá, te diría que algo que uno comprueba viajando por nuestras regiones, es que hoy las derechas tienen dos grandes modelos, dos grandes exponentes. Uno es Nayib Bukele en El Salvador, que viene cultivando un perfil y una retórica claramente autoritaria, y sobre todo basando su modelo de gobierno en el combate al crimen organizado (en el caso puntual de El Salvador, a las maras). Y el otro modelo, más afincado en las variables económicas y en las políticas económicas ultraliberales, que es el de Javier Milei. Milei y Bukele son, insisto, las dos grandes figuras que ejercen una mayor seducción sobre las derechas emergentes de toda América Latina y el Caribe.
La diferencia es que Bukele de alguna forma ya ha asentado con cierto éxito su modelo de gobierno. Acaba de revalidar su presidencia con una votación bastante masiva, criticada, discutida probablemente, con elementos e irregularidades electorales bastante importantes, lo cual no quita que tenga una mayoría social real, encolumnada detrás de su jefatura. En el caso de Milei, creo que este experimento evidentemente más reciente, y también de alguna forma es más precario, no acaba de consolidarse y no ha podido demostrar en su ámbito privilegiado, la economía. Los resultados que Bukele sí, por ejemplo, han mostrado en el campo de la seguridad, claro que con costos sociales y humanos tremendamente altos y con violaciones masivas a los derechos humanos.
Entonces, creo que estos dos modelos de gobernanza conservadora, uno más tecnocrático liberal, y otro más autoritario, por así decirlo, por ahora vienen recogiendo suertes dispares. Veremos si los próximos meses de gobierno hacen que las derechas continentales tengan un exponente, que también surja de un país que, como la Argentina, tiene por supuesto una gravitación geopolítica mayor que El Salvador de Bukele.
– ¿Qué ocurre con los progresismos latinoamericanos que no pueden sostener sus proyectos de gobierno? Empiezan con buenos resultados generalmente, pero no logran llegar a realizar los cambios que necesitan, para que después la gente los vuelva a votar. ¿Te parece que hay cierta debilidad en implementar los cambios y disputarle el poder a las derechas?
-Sí, ahí creo que hay varios elementos. Lo ha presentado en general magistralmente el ex vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, que habla del agotamiento de un primer ciclo de reformas progresistas. Agotamiento que se da en buena medida porque estas reformas, en muchos de los países de la llamada primera ola efectivamente se cumplieron. Y la incapacidad cierta de, por lo menos algunos sectores del progresismo, en elaborar una segunda ronda de políticas públicas de carácter progresista, o de izquierda, que de alguna forma puedan relanzar los proyectos transformadores de la región. Ese creo que es un elemento bastante importante.
El segundo elemento tiene que ver con que esta segunda ola, de alguna forma no ha logrado conectar tan claramente con las movilizaciones de calle y las grandes protestas antineoliberales. Recordemos que nosotros no podríamos explicar gobiernos como los de Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, incluso el de Rafael Correa en Ecuador, sino pensamos en ese ciclo de protestas muy masivas y muy radicales contra el neoliberalismo, que se desataron en los últimos años del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
Las últimas grandes protestas que tuvimos de este ciclo radical pero breve fueron en el año 2019. Después fue cortado fundamentalmente por la emergencia de la pandemia y por el confinamiento social. No fue un proceso, digámoslo así, impulsado por estructuras orgánicas de partidos de movimientos sociales o de sindicatos, incluso en muchos casos, estas protestas masivas y radicales fueron más bien capitalizadas por la derecha, que por los sectores de izquierda.
Pienso, por ejemplo, en el caso de Ecuador. Me tocó acompañar las elecciones en las que llegó Guillermo Lazo al poder, después de una movilización de un perfil indígena muy masiva y radical. Entonces, insisto, hay que sumar, me parece, esa especie de ruptura de la dialéctica que había antes entre la calle y el palacio, entre los movimientos sociales y el poder social.
También para explicar de alguna forma el languidecer, o la debilidad mayor que tiene esta segunda oleada progresista, es además una oleada mucho más fragmentaria en términos de orientaciones políticas, de liderazgos, incluso con vínculos quizás un poco más fríos y destemplados de las propias figuras de esta segunda ola.
-Es como que el letargo de las conducciones se contagia hacia los pueblos, que también están bastante tranquilos, dentro de todo lo que está pasando…
-Sí, creo que esa tranquilidad es relativa. Quizás sí tenemos movilizaciones un poco más parciales o no tan globales, pero también algunos hechos que vienen sucediendo quizás nos quedan un poco fuera del mapa. Yo suelo pelear a veces contra los límites de nuestro propio latinoamericanismo,que suele soslayar, por ejemplo, lo que pasa en sub regiones enteras como Centroamérica y el Caribe.
Y, por ejemplo, estando aquí en Panamá, les puedo comentar que el año anterior Panamá tuvo las protestas sociales más importantes de sus últimos 35 años por una movilización medioambiental contra un proyecto megaminero a cielo abierto, operado por una multinacional canadiense, que estaba explotando el cobre de Donoso.
Y digo, está bien, eso no derivó todavía en una transformación social ni política de envergadura, pero fue un hecho sin dudas importante para el país, que en general no pensamos, no analizamos o quizás ni siquiera conocimos desde otras regiones de nuestra América. Creo que también tenemos que afinar un poco el radar quizás, y ver lo que pasa más allá de los grandes países de América Latina y el Caribe.
-El Foro del Llao Llao que se realiza en Bariloche, viene hace varios años creciendo en influencia política. En ese sentido, la Patagonia viene siendo un lugar donde se debaten temas trascendentes para el empresariado. En el último evento de abril de este año, la agenda estuvo marcada por el interés de los CEOs en la geopolítica del Gobierno Nacional. Además, vos mencionaste la visita del Comando Sur de Estados Unidos, y el acto que encabezó Javier Milei junto a la generala Laura Richardson en Ushuaia, sin el consentimiento de autoridades locales ¿Cómo podemos pensar desde la Patagonia la geopolítica a partir de estos hechos?
-Yo ahí les respondería primero recomendando un breve video de Laura Richardson, que en el Atlantic Council, este tanque de pensamiento de la OTAN, básicamente definió cuál es la importancia geoestratégica de los recursos naturales que tiene América Latina. Y si vemos esos recursos estratégicos, bueno, la Patagonia Argentina evidentemente concentra varios de ellos.
Por ejemplo, los hidrocarburos, los minerales estratégicos, el agua, la biodiversidad y los combustibles, digamos. Entonces, desde ese punto de vista, la Patagonia es un lugar bastante jodido porque está claramente, insisto, en el centro de la geopolítica imperial. En ese contexto no es extraño que se produzcan estos movimientos, estas visitas, estas iniciativas de control militar que, por supuesto, buscan tener garantizado el predominio estratégico sobre algunos recursos que son importantes en el hoy y otros que van a serlo en el mediano plazo porque, por supuesto, los Estados Unidos y cualquier gran potencia global proyecta en larguísimos plazos.
Entonces, creo que esos movimientos tienen que ver con eso, con esos recursos, con esos intereses y también, por supuesto, eso es mediado de alguna forma en el conflicto con las provincias. Entonces, les recomiendo ver esos discursos, leer esos documentos porque el planteo estratégico es claro y detrás de esa búsqueda de recursos, bueno, hay una serie de medidas que nosotros hemos llamado un nuevo Plan Cóndor, que tienen que ver con nuevas estrategias articuladas y coordinadas para tutelar y ocupar nuestros territorios en la Patagonia, pero también en toda América Latina y el Caribe.
Por Emanuel Giménez
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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