En este momento en que se intenta desfinanciar a la universidad pública y deslegitimar a sus profesores con acusaciones de adoctrinamiento, conversamos con Viviana Diez -docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)- y con Marisa García -docente de la UNRN y de la Universidad del Comahue (UNCO) para saber qué está pasando dentro de las aulas.
– ¿Qué temas se volvieron controversiales en el aula en este nuevo contexto?
-Hay dos núcleos de problemas que tienen que ver con la agenda feminista y con los derechos humanos y las políticas de memoria -dice Viviana-. Estos temas ya estaban en la conversación social. A la vez, esta administración impone la agenda de interpretación económica y social e impugna que se enseñe comunismo en las universidades. Esto me parece un planteo un poco extemporáneo. Me hace pensar que tiene que ver con algo que pasa por fuera de las aulas y que está directamente ligado con el proyecto de desfinanciamiento de la educación superior. Ahora el discurso se desplazó a la auditabilidad de la gestión de los fondos, porque es verdad que el tema del adoctrinamiento en las universidades es muy polémico. Primero, el marxismo es una categoría de análisis social -entre otras-, segundo, existe libertad de cátedra y tercero, no creo que los estudiantes quieran asumir que son objeto de adoctrinamiento, esto implicaría ubicarlos en una posición de víctima.
– ¿Recordás una situación que te haya impactado o incomodado? ¿Qué recaudos tomás a la hora de planificar y dar la clase?
-No recuerdo una situación en especial -dice Viviana-. Claro que debatimos en el aula, de eso se trata la educación superior. Sí, creo que empezó a circular una cuestión de autocensura. El subsecretario de políticas universitarias en la última reunión del Consejo Interuniversitario Nacional dijo que tenía un montón de denuncias, sin dar mayores especificaciones. Este mecanismo de la delación es terrible por los efectos subjetivos que provoca, no tanto por las potencialidades prácticas. Un mecanismo de amedrentamiento para generar la autocensura y que alienta las vendettas individuales. En concreto el único caso de adoctrinamiento que el presidente levantó fue el de un estudiante -su ex director de medios digitales- que pertenecía a una universidad privada.
¿Explicitás el marco teórico desde donde abordás los contenidos? ¿dejás en claro tu opinión?
-El conocimiento científico es un conocimiento situado -explica Marisa, profesora de epistemología-, se produce desde un lugar y no está libre de sesgos. Es interesante considerar cuáles son esos sesgos. Este es un tema que a veces llama la atención porque muchos estudiantes tienen la idea de que el conocimiento es neutral y desmontar esto implica parte del trabajo en la materia. En general, cuando presento los contenidos señalo que esto es lo que sostiene un autor o una autora, comparto otras interpretaciones que dialogan o confrontan con esta postura y sí explícito cuál es mi posición. Me parece raro que se considere adoctrinamiento cuando te hablan desde una posición progresista y no cuando te hablan desde posturas de derecha. Todo está cargado de ideología, no hay un no lugar de enunciación.
Cuando el vocero presidencial informa sobre el proyecto de ley que sanciona el adoctrinamiento en las escuelas, Carlos Skliar -reconocido pedagogo argentino- sube a sus redes un posteo que dice así: “Me auto-declaro y auto-denuncio adoctrinador educativo … Convido a otras y otros a auto-declararse y auto-denunciarse como adoctrinadores para evitar a toda costa que la atmósfera educativa se transforme en su opuesto: un espacio de desconfianza y sospecha en vez de la defensa de lo público, un campo de batallas a cambio de ser un mundo de potencias y posibilidades”.
-Esa respuesta está dirigida a los propios -dice Viviana-. Invita a reafirmarnos en nuestros valores. Considero que este momento requiere abrir la discusión pero redefiniendo sus términos y los presupuestos sobre los que se gestiona esa discusión: ¿qué quiere decir adoctrinamiento? ¿qué estudiante presupone esa categoría? ¿qué sería el no adoctrinamiento como alternativa? Por supuesto que querés convencer a los estudiantes de cosas: principalmente de que vale la pena estudiar. Pero no creo que los convenza automáticamente porque se las digo, sino no tendríamos este gobierno. A mí como docente me activa la necesidad de precisión sobre la forma en la que transmito una construcción del conocimiento y la importancia de explicitar esa forma.
-Si yo digo algo que a alguien no le gusta y por eso recibo una sanción, me parece una idea peligrosa. A diferencia de lo que recuerdo de mi experiencia en la facultad en los ‘90: el ahogamiento presupuestario, el peligro del arancelamiento, ahora hay un nivel de persecución ideológica del cual yo no tenía registro.
La investigadora Marina Larrondo realizó una encuesta a estudiantes secundarios sobre el concepto de adoctrinamiento y publicó una primera aproximación a estos datos en el diario Perfil: El 58 % definió adoctrinamiento cuando el docente presenta su punto de vista como único. El 19 % cuando el profesor expresa su posición política sobre los contenidos pero no habilita un diálogo con los estudiantes. El 18 % considera que los estudiantes tienen la posibilidad de confrontarlos o de buscar mecanismos institucionales para informar abusos de autoridad. ¿Qué pasa en el ámbito universitario?
-En mis clases de primer año no he tenido participación de estudiantes que tengan posiciones antiestatales y de extrema derecha -dice Marisa-. Intuyo que debe haber estudiantes que votaron a Milei y me gustaría saber qué piensan sobre la situación de la universidad, del país, de dónde viene su apoyo al gobierno. Pero no pasa. Esto lo hablé con otras colegas que describen lo mismo. Me llama mucho la atención. Creo que es necesario insistir en generar un espacio de escucha en la que todas las personas que están en una clase puedan decir sus posturas y sumar al diálogo.
-La ciudadanía universitaria se construye a lo largo de la formación -dice Viviana- y las instituciones son responsables de fomentar esa práctica en los espacios de representación estudiantil para que efectivamente exista la democracia y el cogobierno dentro de las casas de estudio. En algunas universidades los estudiantes tienen que llenar una encuesta donde evalúan la cursada y al docente. Esta devolución anónima motiva una relación de alumno-cliente aunque la universidad sea pública, en lugar de activar otros mecanismos a través de los centros de estudiantes, las asambleas, la participación en los órganos de gobierno.
La cruzada cultural libertaria nos hace volver a discutir cuestiones como la construcción de lo público y el acceso a la educación superior -que ya creíamos saldadas-, nos recuerda que aunque se haya logrado que se conviertan en políticas públicas es necesario seguir disputando esos sentidos en las aulas y en las calles.
Por Verónica Battaglia
Fotos: Pablo Candamil
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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