Aunque la amenaza estaba latente, como lo está sobre todo lo público desde que asumió el nuevo gobierno, el anuncio del cierre de la agencia estatal de noticias Télam no dejó de ser una puñalada en la madrugada del lunes.
Porque así se hicieron las cosas: de noche, poniendo vallas de seguridad, apagando la comunicación como se apaga la luz: en un instante, que quiso fagocitar 78 años de trayectoria y dejar un silencio largo a fuerza de borrar todo texto, toda imagen, todo archivo. Escondiéndose detrás del escudo nacional que ahora flota en una pantalla vacía. Una luz blanca que titila muda.
La fotoperiodista Alejandra Bartoliche, para muchos la Tana, también se enteró así, de un momento para el otro. “Como reporteros gráficos tenemos un grupo de fotógrafos que está en todo el país y a medianoche nos enteramos que estaban vallando Télam y desalojando a los compañeros que estaban trabajando de guardia”, dice.
Hace 28 años que Bartoliche trabaja como corresponsal de la agencia de noticias Télam en Bariloche. Empezó cubriendo los incendios de los 90 en la época de María Julia Alsogaray y nunca paró.
El intento de cierre no es el primero, Menem quiso hacerlo, pero no pudo, como no había podido antes la dictadura y no pudo después Mauricio Macri, que de un día para el otro mandó 350 mails de despidos todos juntos. La Tana se acuerda perfectamente: “Fue muy violento. Y ahora también, hay una violencia más afinada, esto de ir a la noche, vallar todo, sacar entre gallos y media noche a los compañeros que estaban trabajando. Los mails a la una de la mañana, diciendo que nos dispensaban por siete días. Todas situaciones antidemocráticas. Pero llegaron a vallar porque saben que hay resistencia, porque defendemos la comunicación federal: llegamos con fotos y notas a todo el país. Contra eso atenta este gobierno, que trabaja el periodismo como si fuera un Tik-Tok”.
-Estamos hablando de un servicio esencial en todo el territorio.
-Todos los abonados en el país se nutren de Télam, es una agencia nacional, no podemos reducirlo a una cuestión ideológica. Estuvimos hasta hace muy poco sin interventor y casi sin jefe, y se siguió adelante a fuerza de los trabajadores, con notas de calidad y a pesar de que este gobierno no nos da acceso a los lugares: no hubo una foto oficial de la asunción porque no acreditaron a la prensa. Es todo por telefonito celular: no quieren información, no quieren informar, no quieren voces plurales. Es mentira que Télam es un antro kirchnerista, tiene 78 años, ha pasado por todos los gobiernos, como la radio pública, que llega a lugares donde a veces no hay ni luz, pero tenés una radio a pilas y se escucha Radio Nacional. Es un servicio.
Construir la comunicación federal
Quizás muchos no sepan, o no dimensionen, del otro lado, que gran parte de las noticas que leen en el diario local, provincial o nacional, proceden de la agencia de noticias Télam que suministra insumos, que para algunos sería imposible obtener por cuenta propia. Así también tener un alcance nacional de lo que pasa en sus localidades. El rol de Télam es central a la hora de federalizar la información, para hacer saber, en la otra punta, lo que pasa en la Línea Sur o viceversa. Es imposible tejer en solitario un entramado tan potente: hasta el apagón, la agencia emitía unas 500 notas, fotografías y videos al día, siendo la única agencia de noticias con corresponsalías en todo el país.
Parte de su esencialidad quedó clara en situaciones como la pandemia, cuando la agencia liberó el contenido de manera gratuita para que la información pudiera ser accesible para todos, en cada rincón, bajo la premisa de que la información es un derecho que debe ser garantizado. “Cada argentino desde su casa encerrado por la pandemia podía acceder al material que producían colegas que salían a trabajar con el riesgo que se implicaba”, recuerda Bartoliche.
– ¿Cómo fue tu llegada a la agencia?
-Empecé con los incendios, en la época María Julia Alsogaray, como freelance y desde ahí no paré. Después fui colaboradora y más tarde me pusieron en planta permanente. Hemos cubierto toda la zona en una época en que no había reporteros, era todo muy vasto. Y no fueron coberturas fáciles, ni teníamos recursos. Algunos hablan y no tienen idea de cuando usamos nuestros autos, nuestros equipos, no tenemos sábado ni domingo: es simbólico el horario, porque somos pocos y estamos pendientes de manera permanente, si pasa algo a las 15.18 vas y lo cubrís. No es un horario de oficina. Así hasta hoy: en las redacciones siempre hay un compañero que está mirando la cablera de Télam. Mucha gente no sabe que cuando abre el diario y dice “fuente Télam” somos nosotros, no es un ente, somos un montón de trabajadores atrás.
Entre las imágenes de estos años, además de los incendios de los 90, la Tana recuerda la desde la cobertura del crimen de Carlos Fuentealba hasta los asesinatos del 2010 en el alto de Bariloche, entre otras, que son tantas y diversas como innumerables. “Hay fotos que me gustan más que otras, pero desde lo periodístico creo que Télam ha tratado de cubrir desde la persona que no tiene agua hasta el artista, o la temporada en el Cerro Catedral para que la gente venga. Eso es lo que hemos hecho durante todos estos años con los colegas, a pesar de algunas deficiencias que van desde las paritarias hasta los equipos. Nadie me puede decir nada, he trabajado no solo en las marchas, en los en los conflictos, llevando a mi hija de cinco años. Entonces, de qué curro hablan: ¿dormir en el auto para hacer una foto de un incendio, dormir en el auto para ver cómo desalojan a una comunidad mapuche, dormir en una casilla con cinco o diez personas en un temporal de nieve en la Línea Sur y llegar con una neumonía a tu casa, asegurando las fotos? Y no lo hice solamente yo: lo hice yo y hay otros compañeros que lo han hecho. Mirá si no lo habremos hecho que tenemos 78 años de vida”.
– ¿Cómo sigue el plan de lucha?
-Esto es minuto a minuto, pero lo que sí puedo decir es que tenemos las cosas claras: no hay una resignación. Además, estamos hablando de más de 700 familias en la calle y vamos a resistir porque ya lo hicimos. Lo hicieron entre gallos y medianoche porque sabían que si eso pasaba a las 3 de la tarde la cosa iba a ser distinta.
– A lo largo de estos años, ¿crees que se ha logrado mayor organización del sector, como una de las cosas a destacar?
-Télam tuvo mucho que ver por la cantidad de trabajadores que tiene. El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) es el que logra que las 350 personas vuelvan a trabajar, el que lleva a cabo los juicios, el que está hoy cuando hay un lío en Clarín, cuando despiden gente en La Nación. Y en Río Negro hay un nuevo sindicato, que está con la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren), que se llama Sindicato Único de Trabajadores de Prensa de Río Negro (SUPREN) que intenta que los compañeros, más allá de dónde estén, participen. Cuanto más somos más fuerza tenemos. Somos de una provincia que tenemos una característica particular y dentro de esta provincia incluso las ciudades tienen sus particularidades con respecto al periodismo y la cuestión propia de los trabajadores. Es un laburo que hay que seguir haciendo, porque lo que es cierto que cuando hay problema llaman a los sindicatos, es claro que la organización sindical, más allá de lo que uno pueda pensar o no de los sindicatos, de los de los dirigentes, de lo que sea, son los que asegura los derechos.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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