Sobre la cancha del Estadio Municipal de Bariloche casi 300 niños, niñas y adolescentes pudieron encontrarse para jugar con nuevos acuerdos que potencian un entramado diferente de este tradicional deporte.
Ni una nube. El día brillante se desenvuelve como un regalo para los chicos y chicas que sobre el césped impoluto del Estadio Municipal de Bariloche se pasan la pelota, gambetean, corren, apuntan al arco. Se ríen y se divierten, sobre todo. “Lo que les ofrece este lugar es la dignidad de la práctica”, dirá Leroy Mendoza, docente de Cre-Arte y parte de la coordinación del evento de fútbol callejero que se desarrolló en el marco la Semana por los Derechos de los Niños, Niñas y adolescentes. Y es que, el escenario en el que se llevó adelante la actividad, de la que participaron casi 300 chicos y chicas de distintas instituciones, solo está disponible una vez por año, cuando una nueva forma de pensar el deporte irrumpe sobre el verdor de la cancha.
“Es un escenario donde no siempre podemos estar y ahora estamos con nuestras reglas y nuestra manera de jugar. Eso lo hace interesante: no nos adaptamos a lo convencional, sino que creamos nuestro fútbol en un escenario donde generalmente hay 22 hombres jugando un deporte que suele ser competitivo, mercantil y masculino. Sin embargo, en este momento todo eso está siendo roto”, agrega. El fútbol callejero, explica, se caracteriza por ser una práctica cultural donde, en cada partido, los jugadores van construyendo los acuerdos de cómo quieren jugar. Sería, para poner un ejemplo, como cuando en la infancia se juega a la escondida pero antes se limita el espacio, se dice hasta cuánto contar y quién empieza.
“Se van construyendo las reglas espaciales, temporales y las reglas creativas en torno a la sanción”, continúa. “Por ejemplo, qué pasa si un jugador insulta: no hay un externo que pone una sanción, sino que hay una consecuencia colectiva, que puede ser un penal para el otro equipo. Después están las reglas creativas. Hace unos años, por ejemplo, en el barrio Pilar surgió la regla de Palo-medio-gol. Esto es que, si la pelota pega en el palo o en el travesaño, se le cuenta medio gol al equipo. Entonces, ha pasado que un partido termine 6 a 6 y medio. Esa regla la trajo el equipo del barrio Pilar y hoy por hoy está en todo Bariloche”.
El futbol callejero recupera así estilos de fútbol que quedan por fuera de lo estrictamente competitivo, dejando de lado una manera hegemónica de jugar a la pelota y encontrando otras maneras y sabores que tiene el folclore del fútbol, que va desde lo mencionado a la vestimenta, la identidad del nombre, la identidad de los festejos o, incluso, que un gol “de chilena” pueda valer doble.
“Esta camada ha crecido con la idea de que esto también es fútbol, una práctica que en el fondo es ciudadanía: aprender a acordar”, dice, mientras, a pocos metros de la charla una ronda de 60 niños y niñas del primer ciclo explicitan las formas de sacar la pelota, de no maltratar al otro y qué cosas no decir cuando hay un gol o cuando se pierde. “Eso es la puesta de reglas, después si vos sacas una foto están jugando al fútbol, pero en el fondo hay tres acuerdos que están atravesando todos y que trajeron ellos mismos, como no sacar la pelota con patadas, no zamarrease de la camiseta. Se ve esta posibilidad de frenar y poner en palabras”. Leroy concluye: “La dignidad solo tiene que ser el inicio. A partir de que las cosas son dignas se puede empezar a soñar y a crear otras posibilidades”.
Enseñar la democracia
Desde otra de las esquinas del Estadio, Claudio Bio coordinador del equipo docente que desarrolla fútbol callejero de Cre-Arte, y a cargo de la organización de esta actividad, atiende varias cosas al mismo tiempo mientras sigue con la mirada lo que sucede adentro del campo.
“Me parece que es una jornada de una importancia muy grande, porque el fútbol callejero requiere de elementos primordiales para la democracia, como la resolución de conflictos y el acuerdo. Sin acuerdo no se puede jugar. El paralelo que uno puede hacer entre este estilo de juego y la vida es que las reglas con las que vivimos también se pueden cambiar y los acuerdos son sociales. Entonces, dentro de este marco democrático actual, creo que es un ejercicio ideal, sobre todo para juventudes y las infancias”, señala y resalta también el entorno en el cual se realiza la actividad. “Este estadio, este pasto, estos chicos, son parte de la sociedad. Poder habitar el espacio del deporte con infancias de barrios que quizás no tienen un pasto en su casa, es muy importante, así como habilitar a que cientos de chicos y chicas estén jugando, enfrentando el conflicto, resolviendo, haciendo acuerdos y divirtiéndose en una construcción colectiva, creo que es una fiesta”.
-La alegría que cruza la cancha ya muestra los resultados, ¿no?
-Creo que es como todo, no es magia. Que esto pase es mérito de un montón de instituciones, un montón de docentes, de organizaciones sociales, que trabajan en el día a día construyendo la red humana, construyendo habilidades socioculturales para poder entendernos, para que haya desarrollos armónicos, para que cada cual tenga un lugar, eso pasa porque es una construcción colectiva. Hoy es juntarnos a celebrar la tarea de todo el año.
“Nos parece importante tomar la actividad física o el deporte como herramienta social para trabajar valores, porque en el fútbol callejero no gana el que juega mejor juega sino el que trabaja en equipo, el que comparte, el que cuida a los compañeros, lo que falta un poco en esta sociedad, a través del fútbol lo trabajamos”, señala por su parte Sebastián de la escuela Nuestra Señora De La Vida del Barrio 2 de abril. “Dentro de esa escuela tenemos varios talleres donde está incluido fútbol callejero donde participan chicos y chicas de cuarto a séptimo grado”.
“Es interesante que los pibes puedan participar de un espacio Municipal, de las canchas. La verdad es que es hermoso el estadio, y una vez al año se les presta a los pibes de todos los barrios. Para para quienes juegan al fútbol es un es un lugar soñado”, dice Oscar Merino coordinador del programa de Ecos Huelches de la Senaf. “El fútbol callejero es una es una práctica que tiene mucho de inclusión, de ponerse de acuerdo, es interesante el planteo que hace”, continua y explica que cada equipo tiene sus reglas que después se consensuan cuando juegan con otro equipo. “Hay un diálogo permanente”, sintetiza.
Así, en el marco de la Semana de los derechos de Niñas, Niños y Adolescentes que culminó este viernes con una gran movilización por las calles de nuestra ciudad, una diversidad de chicos y chicas de distintas organizaciones e instituciones pudieron disfrutar de las distintas jornadas propuestas para estos días, donde los lazos y redes necesitan tejerse con más fuerza que nunca.
“Los espacios también sirvieron para encontrarnos y empezar a pensar en el año que viene. La marcha es algo que siempre esperamos con muchas ganas y mucho entusiasmo, es como la frutilla del postre donde nos volvemos a encontrar marchando y en la calle”, dice Agustín Crespo, del Centros de Atención y Articulación Territorial (CAAT 1) de Bariloche.
-¿Cómo se están planteando esta etapa que se abre con el nuevo Gobierno?
-Estamos encontrándonos y expectantes, no queremos hacer la profecía autocumplida pero tampoco vamos a hacer la vista gorda. Se trata de estar atentos, preparados y fortaleciendo las redes. Como dijimos en todo momento: ni un paso atrás. Ese es el límite para todos: los derechos. Y en eso, no va a haber un paso atrás de ninguna manera. Ahí es donde volveremos a encontrarnos y a luchar por eso. Nos parece importante entender que la comunidad también son sus instituciones y organizaciones. Tenemos que encontrarnos y tejer esa red.
Por Violeta Moraga
Fotos: Pablo Candamil
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen