El paisaje se parte a la vera de la ruta 40 donde un camino de tierra, donde la huella se desdibuja por la lluvia persistente del último tiempo, conduce a los galpones de la Asociación de Recicladores Bariloche (ARB). Desde temprano, el movimiento es el de un enjambre de abejas en primavera, aunque todavía el frío cala los huesos. Hay un fuego prendido, pero el instante de arrimarse es breve.
El trabajo es mucho y el turno mañana ya está sobre las bolsas: una montaña multicolor que estalla en contraste con la cadena de montañas que la rodea. La nieve permanece de telón de fondo, inmaculada. Los pájaros revolotean una y otra vez, rescatando lo suyo.
Adentro de las instalaciones, Gladys Pichiñanco, presidenta de la ARB, gestiona el engranaje de esta labor que tuvo su gen inicial a fines de los noventa, cuando lo que iban a buscar al manto era comida y cosas para vender. Por aquel entonces alrededor de 150 familias empujadas por la crisis llegaban a estas tierras donde los camiones de basura dejaban las bolsas que revisaban. Nunca imaginaron que de esa necesidad desesperada nacería el tejido que iba a construir una asociación -que ahora también es cooperativa- capaz de sostener, veinte años después, a unas 67 familias en un trabajo organizado.
“Dicen que en 20 años no es nada, pero para nosotros ha sido muchísimo. Por la manera en la que llegamos, en la que nos fuimos desarrollando, aprendiendo, por cómo fue pasando todo: a pulmón, a paso de hormiga”, continúa Gladys. Hoy la ARB ejerce una labor central para una comunidad de más de 150 mil habitantes reciclando toneladas de basura que sino sería enterrada. “Todo lo que se ha logrado es mucho: poder estar manejando una planta de separación, poder sentarnos a charlar alrededor de esta fuente de trabajo que es la recolección, la separación, poder organizarnos y ver cómo estamos trabajando. Ha sido un gran aprendizaje, todos los días”, detalla y destaca el paso que dieron al formarse como cooperativa. “Son muchísimas decisiones que hay que tomar y hoy nos encontramos a la altura para hacerlo”.
Los cimientos
Son varias las personas, sobre todo mujeres, que están desde los inicios de la ARB. En realizad, aún antes. Gladys recuerda que eran muchísimas familias que llegaban en aquellos años al vertedero. “Era un tiempo muy distinto, me acuerdo y no lo puedo creer”, dice y no habla solo de lo externo, sino de su propio andar. “En ese tiempo tenía mi hija de 4 años y vivíamos en un hogar. Había sufrido maltrato y no hablaba con nadie, era yo y mi mundo. Me venía re temprano a la mañana y estaba hasta las nueve de la noche: cuando ya oscurecía nos íbamos”.
Juntaban cosas para comer, latitas, vidrio, metal, aluminio, cobre, que llevaban en bolsas para limpiar en casa. Una persona llegaba a comprar los sábados. “Así estuvimos más o menos entre cuatro o cinco años, hasta que empezaron a llegar personas que nos decían que nos podíamos reunir y que podíamos hacer de esto una fuente de trabajo. Para nosotros era imposible de pensar, hasta que empezamos a organizarnos, a formarnos para que esto sea una realidad”.
Organizarse entre 150 personas no era fácil, pero fueron avanzando, comenzaron a formar grupos de trabajo más reducidos, empezaron a capacitarse, hasta conformar la primera comisión de la Asociación de Recicladores de Bariloche en 2003. “Tuvimos nuestro primer sueldo, estábamos chochas porque podíamos comprar nuestras cosas y lo compartíamos entre todas. Hacíamos una ronda de mate, al día de hoy todavía tenemos una media hora en la que nos juntamos. Vas formado amistades, relaciones de tantos años que tenemos con las chicas de contarnos nuestras cosas, ayudarnos”.
– ¿Cómo viven el panorama de estos tiempos?
-Creo que actualmente hay otra conciencia, hemos estado 20 años y no ha sido un gobierno, sino varios los que han pasado; entonces, estamos preparados para todo, siempre fuimos al diálogo, dispuestas para que nos vengan a preguntar, para sentarnos y ver cuál es la mejor forma, programar el laburo que hay que hacer.
Así, dice, se proyectan hacia adelante: mejorando, creciendo en estructura, maquinaria y también en generar más ingresos de trabajo para otras personas, ya que la planta tiene mucho potencial y capacidad para desarrollarse. “Tenemos que estar todos involucrados para que esto siga avanzando. Este espacio me enseñó a no bajar los brazos, pase lo que pase. Todo el tiempo hay cambios. Siempre se está aprendiendo, todo es una enseñanza y hoy estoy orgullosa por el laburo que tenemos, porque nos podemos sustentar. Estoy agradecida por estos 20 años”.
Erica tiene 33 años y hace 14 que trabaja en la ARB. Todas las mañanas llega y le pregunta a la coordinadora qué es lo que tiene que hacer. Hoy le tocó clasificar: agarrar las bolsas que vienen con lo seco e ir separando, por color, por material. Cuenta que esperó insistente hasta poder entrar. “Pregunté si había trabajo para mí acá arriba y me dijeron que espere. Hasta que hubo un lugar y me tomaron. Este fue mi primer trabajo”, señala. “Somos muy compañeras, es como una segunda familia que uno encuentra”.
– ¿Qué es lo más difícil de la jornada?
-Lo más difícil es clasificar, cuando la gente todavía sigue mandando todo junto. Hay una parte que ya tomó conciencia de la separación y otra que todavía no entiende que la mayoría de los materiales se pueden recuperar y llevar a la venta, que también es un sueldo para nosotras.
-En este aniversario, cómo te imaginás que esto puede seguir.
-Me gustaría que esto crezca un poco más, que la planta funcione como tiene que funcionar, que siga creciendo la Asociación.
Diego también está desde los inicios, venía con quince años, a la noche “porque estaba más tranquilo”. Desde entonces integra la ARB. “En esa época que estaba todo re difícil”.
Los testimonios se multiplican sin detener la tarea. Norma va de un lado para otro llevando y trayendo cosas. Tiene una sonrisa amplia, el pelo colorado que alumbra su cara. “Trabajaba en una hostería en los kilómetros y me quedé sin trabajo”, recuerda. “Ahí empecé a venir acá, tengo 7 hijos y dije: tengo que hacer algo para vivir. Y empecé llegando a buscar comida. Después comencé a trabajar, como todos los que estamos acá. Estoy agradecida porque con esto salí adelante. Me acuerdo que traía a mi hijo y lo poníamos en un cajoncito mientras yo trabajaba, tenía siete meses, imagínate”. Ahora también es de las que realiza trabajo de concientización en las escuelas. “Ellos son los que le van a decir a los padres cómo hay que separar todo”.
Frente al galpón las bolsas se acumulan, todavía las cosas vienen mezcladas, aunque se supone que están diferenciadas. Igual, dice Norma, se dan cuenta cuando una bolsa trae seco y cuando no. Van separando, buscando arriba de esa montaña en la que entierran pies y manos. Les falta la ropa adecuada. “Cuando llueve nos remojamos”, señala. “Que lindo sería que la gente tome conciencia de lo que realmente es estar acá, no es fácil, pero lo hacemos todos los días, nos faltamos nunca. Nosotros le hacemos un bien a la comunidad”.
La basura dónde
A lo largo de los años el vertedero no ha dejado de estar en la mira por los graves problemas de contaminación que acarrea, de hecho, está en un ranking de los 50 basurales más contaminantes a cielo abierto del mundo: al vertedero de Bariloche llegan 200.000 kilos de basura por día. En esta encrucijada, a fines del año pasado se aprobó una ordenanza que dictamina el cierre definitivo del predio antes de 4 de diciembre de 2023, pero posteriormente el Ejecutivo presentó una la licitación pública de acondicionamiento, cierre y mitigación de impactos ambientales del Vertedero de residuos y diseño, construcción de celdas de disposición final. Sin embargo, por el momento, no hay mucha claridad de cómo seguirá el proceso, más allá de algún que otro anuncio.
En este sentido, un punto central que no se ha logrado de manera cabal a lo largo de todos esto años es la separación de residuos en origen y la recolección diferenciada, paso que constituiría un avance enorme. “No dejamos de tener un compromiso con el fuerte impacto ambiental que genera todo este basural a cielo abierto. Sabemos hasta dónde esto impacta en nuestra tierra, en nuestros paisajes. A veces no entendemos cómo no se le da importancia. Tenemos que tomar conciencia de lo que le dejamos a nuestros hijos, a nuestros nietos, a las generaciones futuras”, retoma Gladys.
– ¿Qué piensan del traslado?
-Hay que hacer las cosas bien y después pensar en el traslado. Esto va a llevar tiempo. Ya se arrancó con la recolección diferenciada para que hoy saquemos nuestra basura. Pero tenemos que buscar que en todo Bariloche tengamos la recolección diferenciada, porque donde no hay recolección diferenciada no va a funcionar. Tenemos 20 años, tenemos una planta que pusieron para que nosotros podamos separar lo seco, lo metamos adentro de una cinta. Y qué pasó: el líquido lixiviado al estar mezclada la basura te rompe todo. Ninguna maquina te va a durar, por más que la laves después de trabajar, porque es muy fuerte ese líquido que sale. Entonces, trasladar la basura de esa manera a otro lugar, sabiendo que una máquina no te va no te funcionar… Evaluemos de qué forma vamos a trasladar la basura, y que sea en las mejores condiciones. Porque es fácil decir saco mi basura a la vereda y listo, que se haga cargo no sé quién. No, tu responsabilidad termina a donde llegó tu basura. Ahí termina la responsabilidad de cada uno de los ciudadanos. Es lo mismo que decir: hacé un pozo en tu casa y yo te tiro toda mi basura, después vos la tapas y está todo bien. Me parece que esa no es la manera.
Para la ARB la manera son muchas otras cosas y entre los logros de estos 20 años está el de la continuidad de la disposición de los secos donde hoy se realiza. Por eso, desde la organización consideran que antes de irse para otro lugar tiene que lograrse el reciclado. Actualmente, por semana están sacando entre 25 a 27 mil kilos de basura para reciclar. “Todos estos años hemos hecho charlas por todos lados y después de veinte años seguimos concientizando. Creo que es un trabajo de nunca acabar”.
Por Violeta Moraga
Fotos: Pablo Candamil
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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