El sociólogo Matías Cambiaggi acaba de publicar un nuevo libro: “Néstor, relatos y apuntes sobre la construcción de una representación política nacida desde abajo”. ¿Qué claves aportan esos relatos y apuntes para entender este tiempo?
Matías Cambiaggi eligió contar el gobierno de Néstor Kirchner a partir de la historia militante de un puñado de personas que abrevaron ese proceso desde distintas procedencias políticas. Ellas son Felisa Miceli, el “Negro” Nelson, Lourdes Córdoba, Alexandre Roig, Gabriel Vidal, Diego Sztulwark y María Pía López. De todas esas historias, el autor ofrece una serie de apuntes que buscan explicar aspectos del gobierno de Kirchner, también de Cristina Kirchner y este tiempo.
A lo largo de las páginas, se recorren grandes hechos de esos gobiernos: el discurso de Fidel Castro en la Facultad de Derecho, el acto de creación del Espacio de la Memoria la ESMA, la contra cumbre social al ALCA en Mar del Plata, la cancelación de la deuda con el FMI, el protagonismo de los movimientos sociales, el conflicto de la 125 y el surgimiento de Carta Abierta, el acto del Bicentenario.
“Néstor fue líder de un movimiento popular que, a lo largo de un proceso complejo, si bien concluyó en el peronismo le dio una nueva expresión y masividad tensionándolo y aportándole contenidos propios”, dice Cambiaggi que nació en 1976 en Buenos Aires, es sociólogo egresado de la UBA, trabaja e investiga sobre los movimientos sociales y políticos de la Argentina, autor de “El aguante, la militancia en los 90”.
“La capacidad de Néstor Kirchner estuvo en interpelar a esas nuevas subjetividades de ese nuevo activismo hasta convertirlos en su gobierno en una continuidad natural de trayectorias atravesadas por las luchas guerrilleras de los ´70 y los ´90 en rutas, tomas de colegios y facultades, murgas, centros culturales, misas del rock, trincheras de la memoria”, agrega.
– ¿Por qué decís que la de Néstor fue una representación política nacida desde abajo? Uno podría decir también que fue el candidato del oficialismo.
-Néstor llegó apoyado por un sector del PJ con el mote del chirolita de Duhalde y un 22 por ciento de los votos, segundo en una elección de cinco candidatos. Su mérito fue juntar un montón de fragmentos y darles unidad. En su primer discurso ante el Congreso dijo: no venimos con odio, sí con memoria, cuando el sentido común de los sectores dominantes y medios era que los setentistas eran odiosos; dijo no vamos a dejar nuestras ideas en la puerta de la Casa de gobierno, cuando el sentido común era la real politik (gobernar lo posible); dijo vengo a proponer un país en serio pero también justo, y ese pero significaba que iba a ser necesario el quilombo. Articulando todo eso, Néstor dio cuenta de una representación que se hizo fuerte en distintas etapas. Algunos apoyamos desde el principio, otros a partir del acto en la ESMA, otros a partir del tren del ALBA, otros a partir de la 125, otros en su velatorio. Por eso digo que fue una representación articulada desde abajo.
-Sugerís que la construcción inicial de Néstor Kirchner por fuera del PJ no obedeció a su pragmatismo sino a la intuición de que el activismo social podía no sólo ser receptivo sino también sostén de su gobierno.
-El gobierno del turco (Menem) llegó con lo justo, pidiendo pista; el de la Alianza y el de Duhalde se fueron antes por el peso de la movilización social. Eso implicó que Néstor tuviera que construir un espacio nuevo a partir de un activismo identificado nacional y popular (D´Elía, la CTA, Miguel Bonasso, dirigentes de los setenta). Cuando dio muestra de fuerza en 2006, Néstor mató a Duhalde. Después, durante la dinámica de su gobierno, consideró insuficiente ese armado y fue a disputar el PJ.
-El libro plantea que el kirchnerismo fue la constitución de varias subjetividades. Alexandre Roig, una de las voces protagonistas, habla de agenciamiento, de capacidad de conducirlas. ¿Cómo fue el devenir posterior de esas subjetividades?
-Involucionó porque el proceso entró luego en un embudo. La segunda transversalidad del kirchnerismo fue con los radicales de Cobos, después se rompió con actores como Moyano, se alejó de los movimientos sociales y pasamos de las plazas de mayo a los patios de las palmeras. No digo que todo haya sido responsabilidad sólo de Cristina, sino también del desenlace de la 125. Esto plantea una pregunta clave: ¿Es posible profundizar y sintetizar esa forma de articulación desde un proceso estatal? Para Roig hay un horizonte, yo tengo mis dudas.
-En el capítulo dedicado a Diego Sztulwark, otra de las voces protagonistas, decís que la idea de la izquierda independiente en aquel momento era dar vuelta la forma de pensar, es decir pensar desde las prácticas de contrapoder como experiencias que no tuvieran como centro al Estado. ¿Sigue vigente esa idea?
-Esa visión no me representa, pero tampoco la contraria, la del militante del Blackberry, porque esa figura demostró los propios límites de la estructura del Estado: te posibilita incluir, pero reproduce lo dado; si no te ponés objetivos para trascenderlo, no producís cambios. Ahora volvemos a un proceso de barajar y dar de nuevo en el que entra todo: cómo pensar el Estado, con qué herramientas, cómo habitamos el Estado, cómo fortalecemos a los distintos colectivos populares, qué significa ser respetuoso de ellos.
– ¿Qué aportan en momentos de reflujo y discursos contracorriente estas historias de militancia, estos apuntes?
-Primero te obligan a pensar a Néstor fuera del bronce. Néstor es un montón de cosas, un rompecabezas que cada cual puede reconstruir de acuerdo a su tiempo histórico. Yo creo que un elemento importante, es su voluntad de ampliar los marcos de lo posible. De este berenjenal no va a sacarnos tal o cual candidato sino cómo el campo popular se reconstituye y vuelve a movilizar. Algo de eso dice Álvaro García Linera: esta segunda ola de gobiernos progresistas salió sin fuerza porque no fue con el empuje de la gente. Necesitamos una ola nueva. Y en esto hay que pensar qué hicimos en el campo popular en estos últimos cuatro años. No fortalecimos ni a las organizaciones ni a la sociedad en su conjunto, salarialmente ni en ideas. Por otro lado, yo no veo necesariamente un proceso a la defensiva, creo que está abierto. Hay que saber leer de qué se trata. ¿Hay condiciones para nacionalizar resortes de la economía? Sí. ¿Hay lugar para profundizar la democracia? Sí. ¿Que pide la gente? ¿Seguridad? Hay que hacer propuestas de seguridad, si la seguridad azota a las clases populares. Lo que define un estado de avance o repliegue de la sociedad es su capacidad de movilización, por un lado. Pero por otro lado, si se piensa como colectivo, como conjunto de individualidades amontonadas por el espanto, la dirigencia social y política tiene mucho trabajo por delante.
*El libro puede conseguirse escribiendo directamente al autor: matiascambiaggi@gmail.com
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
Seguí leyendo Al Margen: