Tres millones de personas desconocen sus orígenes en Argentina. Estas personas fueron separadas de sus familias biológicas y sus identidades fueron sustituidas en democracia. Conversamos con María Gracia Iglesias, coordinadora del Programa Nacional sobre el Derecho a la Identidad Biológica, que acompaña a las personas que buscan sus lazos de sangre y sus historias no están vinculados a crímenes de lesa humanidad.
“La dictadura pudo llevar a cabo un plan sistemático de apropiación de bebés porque en la Argentina el tráfico de menores era una práctica que estaba naturalizada” -dice Iglesias. Antes, durante y después de la dictadura la entrega directa, compra o venta de bebés era una práctica común que implicaba la adulteración de la identidad de las infancias. En ciertos casos, la madre entregaba al bebé obligada por sus padres o persuadida de que no estaba en condiciones de ser una buena madre. En otros casos, las madres eran víctimas de una red de tráfico de bebés en la que médicos, parteras y enfermeras estaban involucrados. “Se les decía que su hijo había nacido muerto. En estos casos había dinero de por medio. El bebé costaba el precio de una casa y un auto”, dice Iglesias.
Según Carla Villalta, antropóloga especializada en adopción, hasta la incorporación de la figura de la adopción plena (1970), las inscripciones falsas -aunque constituían un delito- eran la forma más común de adopción. La adopción plena fue una respuesta al imperativo social que exigía que la familia adoptiva se acercara lo más posible a una familia biológica. “Esto implicaba borrar los lazos del niño o niña con la familia de origen a fin de emplazarse con la nueva familia sin interferencias”, explica la antropóloga. En consecuencia, las infancias se crían en un ambiente envuelto por el secreto que activa una serie de estrategias para ocultar el status no biológico del vínculo.
“Las víctimas de apropiación se enteran por un confidente o un infidente -dice Iglesias-, pero muchas de las personas recién emprenden la búsqueda cuando sus apropiadores ya no están”. La tarea de rastrear los verdaderos datos de nacimiento es muy ardua porque no hay expedientes de adopción que registren el proceso y las personas que intervinieron en él. Los niños y niñas son anotados como hijos propios de la familia de crianza y los padres adoptivos no suelen colaborar con información porque no quisieron preguntar nada cuando buscaron/compraron al bebé o, a veces, prefieren guardarse lo que saben.
Son más de lo que imaginamos. Muchas de ellas colectivizaron su búsqueda a partir de las redes sociales y otras se agruparon en asociaciones. No existe un registro oficial de adopciones ilegales en nuestro país, pero estos activismos estiman que son tres millones de personas afectadas por esta problemática. Este número quedó asentado en el proyecto de ley “Derecho a conocer la Identidad de Origen y Biológica” que se presentó en CABA en 2014, que procura que el Estado garantice las herramientas legislativas y jurídicas para quienes desean conocer sus orígenes. Varias provincias aprobaron una ley provincial de Identidad Biológica. En Neuquén y Misiones esta ley ya está reglamentada. En Río Negro, a fines del 2020 se elevó un proyecto de ley que propone reconocer y garantizar el derecho a la identidad biológica de todas las personas que registren su nacimiento en la provincia. Pero todavía falta una ley a nivel nacional.
Desde 2021 el programa del Derecho a la Identidad Biológica está a cargo de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI) perteneciente a la Secretaría de Derechos Humanos. De esta forma la CoNaDI, que cuenta con una experiencia acumulada en materia de derecho, amplía su acompañamiento a personas que buscan sus orígenes sin importar la fecha de nacimiento. Uno de los objetivos fundamentales del programa es construir redes de apoyo, encontrarse con otras personas que pasaron por lo mismo para sostenerse en el largo proceso de incertidumbre. “No se puede buscar solo – dice Iglesias-. Se entrega la vida en esa tarea. Trabajamos mucho en reparar mientras se busca. Así la búsqueda se vuelve menos dolorosa y el dolor se convierte en motor y no en obstáculo”.
Otro pilar del programa procura transformar las representaciones sociales acerca de las madres que se han tenido que separar de sus hijos al nacer. El fantasma del abandono funciona como una barrera que impide que tanto madres e hijas e hijos se encuentren. Las madres sumergidas en la culpa no buscan, y los hijos enojados por haber sido dejados de lado no quieren saber la verdad. “Hay personas que prefieren ser hijos de desaparecidos –dice María Gracia-, porque esta posibilidad no incluye el abandono. No me interesa saber, argumentan algunos. Solo quería ayudar a las abuelas. Otros buscan a sus hermanas o hermanos, pero a sus madres no.”
En este momento se lleva a cabo la campaña “Mamás que buscan” que convoca a madres que fueron separadas de sus hijos a que se acerquen al programa y registren su caso para que se active la búsqueda. En la CoNaDI se presentaron más de 12.000 personas que buscan sus orígenes y solo 500 madres que buscan a sus hijos e hijas. Es necesario que estén las dos partes para cruzar los datos y poder encontrarse.
Una de las tres sedes del programa está en Bariloche y funciona como cabecera de la región sur del país. Hasta ahora se presentaron 50 personas preguntando por sus orígenes en esta región. Las personas que necesiten iniciar la búsqueda en Patagonia pueden escribir al correo electrónico identidadbiologicapatagonia@gmail.com o comunicarse al teléfono 2944149196.
En busca de sus nietos Abuelas instaló la pregunta sobre la Identidad y el origen y esa duda prendió en otras historias poniendo en evidencia la apropiación de bebés antes durante y después del terrorismo de Estado.
Por Verónica Battaglia
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen