Un murmullo toma fuerza en medio del justo reclamo que llevan adelante los docentes por una mejora salarial que no llega, junto con la denuncia por diversas situaciones que se viven en los establecimientos educativos frente a la falta de recursos. Y es que, la situación compleja que atraviesan miles de familias en medio de la incertidumbre y el desasosiego que dejan estos días de paro comienza a tener un eco que se multiplica y la pregunta emerge, primero tímidamente, y después con cierta fuerza: ¿Hay otra salida posible?
¿Cómo se resuelve una situación donde los grandes perjudicados son los sectores más vulnerables? ¿Cómo dar respuesta al derecho a una educación digna, con el financiamiento adecuado, y garantizar, al mismo tiempo, el derecho de niños y niñas a asistir a la escuela? ¿Quedan los métodos de lucha caducos? Sin deslindar responsabilidades, ¿es posible encontrar nuevas formas?
La escalada del conflicto va tomando cada día nuevas dimensiones y, quiérase o no, algo va calando en el sentido común de las familias que se ven empujadas a un callejón sin salida mientras la pregunta ¿mañana hay clases? es un mantra que se repite en los hogares con cierto desconcierto y fastidio por la poca previsibilidad que pueden tener de lo que será la jornada del día siguiente.
Al mismo tiempo, lo cierto es que, para muchos, si bien es sabido que hay un conflicto principalmente por el salario, hay poca claridad sobre las demandas concretas -cuál fue el porcentaje que se rechazó, qué porcentaje se pide, qué sé reclama- que esta semana llevaron al paro de 72 horas establecido por UnTER en su Congreso Extraordinario y la previsión de la continuidad de las medidas con otras 72 horas de paro los días lunes 3, martes 4 y miércoles 5 de abril.
“Es complejo ver el matiz entre los reclamos salariales y justos que se hacen, no perdiendo de vista el impacto de la ausencia de clases en los barrios y los sectores populares donde trabajamos”, dice Federico Ingaramo, docente y presidente de la Fundación Gente Nueva.
“Los diez proyectos educativos que tenemos como organización y escuela de gestión social en todos los niveles, son proyectos de educación formal subsidiados y regulados por el Ministerio de Educación de la provincia y por la política educativa provincial”, explica para contextualizar desde dónde aporta la mirada y señala que “dentro de este marco, nuestras escuelas, compañeros y compañeras docentes, también se encuentran atravesados por la situación conflictiva que se da en torno a este inicio de clases y la cuestión salarial que cruza no solo a los docentes sino al conjunto de los trabajadores y trabajadoras en nuestra provincia”, continúa y deja en claro que hay una responsabilidad en los funcionarios y equipos de gobierno que tienen que garantizar las condiciones para que los trabajadores y trabajadoras de la educación puedan desarrollar su tarea.
“Teniendo en claro las responsabilidades que corresponden a cada cual, en esto de cómo se vive y cómo se transpira el tema del conflicto docente y la ausencia de clases en los barrios, obviamente, hay una cuestión central que es que la escuela, como institución y como una parte que organiza la vida cotidiana y de la sociedad en su conjunto, si no puede brindar regularidad de días, de aprendizajes, de vínculos, para tramitar y acompañar conflictos, pierde consistencia”, dice.
En este punto, también es un eje central la realidad de la escuela como espacio donde muchos niños y niñas van a resolver, además de lo educativo, la cuestión alimentaria: “Estamos en una situación en la que vemos que hay una mayor necesidad y demanda de alimentos”, dice Ingaramo recordando que muchos almuerzan y meriendan en la escuela.
Asimismo, surge otra variable que influye en lo endeble del momento. Y es que venimos de dos años de pandemia con todo lo que esa situación generó en términos, no solo de pérdida de continuidad del sistema educativo, con temas que tienen que ver con contenidos y aprendizaje, sino también con todo lo vincular.
“No tener continuidad, no tener regularidad, impacta en muchas cosas. Vemos muchos adolescentes y jóvenes muy afectados por la pandemia y este no arranque profundiza esta falta de continuidad necesaria para establecer, para calmar, para poder procesar y tramitar un montón de cuestiones que están pasado nuestros jóvenes hoy en día”, reflexiona y vuelve a señalar que esa observación se realiza reconociendo que las responsabilidades no son iguales ni simétricas entre un gobierno, una política gubernamental respecto a la educación, los trabajadores de la educación y las organizaciones sindicales que los representan. “Pero hay un cuello de botella y es lo que se vibra y se ve en los barrios”.
– ¿Ves otro camino posible? Por estos días pareciera que no sólo están en debate los modos de lucha, sino el modelo de educación en sí mismo.
-El momento de la pandemia fue también un momento de tambaleo de las formas y las prácticas, los modos en el sistema educativo y las escuelas. Hubo muchas experiencias que veníamos, y venimos, sosteniendo la necesidad de modificar muchas cuestiones que tienen que ver con las practicas escolares y educativas. Con todo lo negativo y doloroso de la pandemia, ese tiempo fue una oportunidad para revisar un montón de temas sobre cómo tramitar el conocimiento, cómo pensar los tiempos y los espacios de la escuela. Pero, la verdad, es que ahí sí sentimos que la “normalidad” volvió a imponerse. Con las medidas de fuerza pasa un poco lo mismo. Hay muchos compañeros que están implicados en las movidas gremiales y de reivindicaciones que tienen ideas distintas, el tema es que terminamos siempre en el formato del paro, que como derecho de los trabajadores obviamente es necesario e indiscutible, pero con un impacto en una línea más ancha y larga de tiempo. Es difícil y tampoco tenemos la respuesta.
Lo cierto es que se en el momento del conflicto es complicado plantear otros escenarios. En el medio, en esa discontinuidad, se reconoce lo frágil que es mantener a los alumnos y alumnas en el sistema escolar. Por eso, desde los distintos espacios se trata de sostener el vínculo frente a lo complejo de las dinámicas. “Para un adulto que se vuelve a animar a terminar sus estudios y se organiza la vida arrancar, es complicado, hay cierta decepción y estas ganas enormes de que se acomode todo y volver a la escuela por lo que representa desde lo académico, pero también porque motoriza otro montón de cuestiones. Es un momento complejo”.
Entender los porqués
Algo que emerge también por estos días es la lejanía que se comienza a producir entre las razones de la medida y la compresión de las familias de las mismas. Hay poca claridad a la hora de expresar las razones y muchos solo quedan enredados en la situación emergente de estar día a día sin saber cómo viene la jornada. “Nos levantamos y no sabemos si hay clases o no, hasta último momento estamos en el grupo mandándonos mensaje”, son algunas de las cosas que surgen mientras los niños y niñas dan vueltas por la casa.
Otros tratan de organizarse entre familias para cuidar a los chicos, pero lo cierto es que en el día a día se vuelve un caos y la bronca comienza a expandirse. Pero en el medio la pregunta es ¿hay claridad de todas las demandas que abarca la medida? ¿Cómo puede la comunidad acompañar el conflicto?
“Sabemos que a nadie le alcanza para nada y hay un derecho a trabajar en un espacio en condiciones”, dice por su parte Edith Espinoza, histórica referente de la Asociación Grupo Encuentro, organización que atiende a un centenar de niños, jóvenes y adultos en riesgo, y analiza la importancia de buscar el consenso social en medio de los reclamos. “Creo que se está llegando a un punto donde las familias o instituciones ven todo de manera muy sorpresiva. Los pibes también, están visualizando algo que incomoda. En este sentido, creo que no se está armando una medida que genere un consenso de las familias. Es importante que realmente se comprenda lo que implica esta lucha, este reclamo y que se logre el apoyo de la sociedad, de las organizaciones, para salir todos a reclamar”.
-Se pone también en evidencia esta realidad donde los sectores más vulnerables terminan siendo los más vulnerados.
-La escuela debería ser un espacio abierto, en todo momento. Cerrar las escuelas, o los espacios, no invita a entender las problemáticas que se están viviendo. Por más que no haya clases, lo que tiene que ver con las materias y lo curricular, es necesario que esté abierta la escuela para hablar de estos temas: cuál es la lucha, por qué se toman estas medidas. Que los pibes escuchen, así quizás podrían acompañar. La discusión tendría que estar abierta a sumar ideas. Si como comunidad no abrazamos una lucha, es muy poco probable que estemos de acuerdo con estas medidas. La educación no solo es lo curricular.
– ¿Cómo lo están transitando ustedes como organización?
-Nos está pasando que los que no tienen clases nos piden venir al grupo en un horario que no les corresponde porque necesitan los espacios, y no podemos cerrarlos. Tenemos una lucha de todos los días. En cuanto a la lucha docente, yo sugería que inviten a las familias a que pensemos entre todos, porque en realidad repercute en toda la comunidad. Si no estamos todos juntos y la lucha se sectoriza demasiado, no va a tener buenos resultados. Es un tema delicado, porque esto no quiere decir que no estemos de acuerdo con los puntos del reclamo, pero creo que hay que lograr cierta continuidad, porque después de que se levante el paro nadie va a hablar de la educación. Qué pasa si hablamos todos los días de este tema, y todas las problemáticas que aparecen, ¿no vamos a estar más consientes?
Por Violeta Moraga
Fotos Jero Zamora y Eugenia Neme
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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