En la semana del parto respetado, Patricia Rosemberg, médica, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Lanús habla de los derechos vulnerados a las personas gestantes, de la falta información y de la necesidad de defender la autonomía de los cuerpos ante la medicina hegemónica.
La Ley de Protección del Embarazo y del Recién Nacido (Nº 25.929) lo que busca es recuperar la autonomía de las personas, pero esta norma, a diferencia de otras, no tiene la difusión suficiente ni entre las personas que van a parir ni entre las personas que quieren acompañar esos procesos. Entonces es una ley que necesita difusión, para que las personas sepan sus derechos y también para que los trabajadores y las trabajadoras de la salud sepan cuáles son las obligaciones en relación al acompañamiento y a la asistencia de un parto que puede ser por vía vaginal o por cesárea, pero debe ser respetuoso en cualquier circunstancia. De hecho, el lema de este año es: muchas formas de parir, distintas formas de nacer, los mismos derechos.
Ejercer los derechos de parto respetado tiene que ver con el ejercicio de la ciudadanía y la información. No está difundido ni en las organizaciones de salud ni en toda la sociedad el derecho de las personas gestantes a la libertad de los movimientos en la sala de parto, de comer y escuchar música, de parir con luz o en la oscuridad; poco se sabe también de la necesidad de no ser separada del bebé apenas nace, de generar un contacto piel a piel; tampoco del derecho a la información sobre la lactancia, de respetar las pautas culturales y de definir el destino de la placenta.
Las personas por parir y las personas por nacer tiene derecho a ser acompañadas durante todo el proceso, nadie del sistema de salud tiene derecho a interferir en sus necesidades y deseos. Todo el sistema de salud debe respetar la autonomía de esos cuerpos. Pero no es lo que sucede.
La institucionalización para disminuir la mortalidad por partos o por nacimientos llevó a una medicalización que transformó el parto en una enfermedad.
Derechos que no se cumplen
Hay una primera vulnerabilidad que tiene que ver con una cuestión de género y que eso atraviesa todas las clases sociales. Tanto en el ámbito público como privado hay una imposibilidad de ejercer los derechos, de elegir a dónde parir y el cómo parir. Mientras las intervenciones, como las cesáreas y el uso de episiotomía, vienen aumentando a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, Latinoamérica es la región de mayor número de cesáreas, a pesar de que se advierte que con cesárea no disminuyen los eventuales riesgos, sino que -por el contrario- lo aumenta, y sin embargo hay una epidemia de cesáreas. Y hay una gran concentración de nacimientos en los días de semana (lunes a viernes), un fenómeno que se da más en los establecimientos privados que los establecimientos públicos, y eso habla de la intervención sobre el proceso natural de parto y nacimiento. Además de que más del 50% de los nacimientos en nuestro país tienen la posición acostada como la posición para parir, y eso habla también de la imposibilidad de elegir.
A veces vamos al curso de preparación del parto, donde parece que el eje es cómo pujar y ese no es el eje, porque las personas sabemos empujar desde el momento en que podemos parir. El eje está en el acceso al derecho de la información.
El problema no es si una elige una cesárea con toda la información a disposición, el problema está en que la cesárea sea la única opción posible. Y la mayor vulnerabilidad sucede cuando una persona gestante ni siquiera puede elegir a dónde parir, ni tiene el conocimiento de qué cosas ofrecen las instituciones en relación a las distintas opciones para parir, y está de alguna forma librada a la suerte de quién te toque en la guardia. El acceso a un parto respetado todavía es un factor de desigualdad social en Argentina.
Es necesario seguir hablando de estos derechos porque a pesar de que en nuestro país tenemos desde 2005 la ley de parto respetado, y la ley de violencias por motivos de género, que tiene un apartado que es la violencia obstétrica como violencia institucional, los partos de las personas gestantes no son respetados. Al parecer en la práctica, el parto respetado es subjetivo.
Tenemos ley, tenemos más información sobre nuestros derechos, pero todavía nos falta mayor acceso. Hay que dar la batalla en los espacios del poder, de los que yo soy parte, que son los establecimientos de salud. Es muy difícil ejercer los derechos de la autonomía del cuerpo en un parto respetado si no se viene ejerciendo derechos sobre autonomía en otras instancias de la vida. Lo que necesitamos es más acceso a ciudadanía.
Por Patricia Rosemberg (Revista Cítrica)
*Médica, docente, militante de los derechos humanos (sexuales y reproductivos) del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA).
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen