La semana del 10 al 22 de enero del 2022 será recordada como una de las más calurosas de la historia que se tenga registro. La ola de calor que atravesó el país, principalmente en la zona centro, alcanzó temperaturas por encima de los 40° pero también registrando las temperaturas mínimas más altas desde 1906. Este fenómeno rápidamente se transformó en la noticia central de los principales medios de comunicación masivos y de redes sociales. Muchas y muchos asociaron este fenómeno extremo a las consecuencias del cambio climático que cada día se hacen más visibles (a las temperaturas podemos sumarle las temporadas de sequía o de grandes lluvias acumuladas en pocas horas). Durante el 2021, en la sección ¿Qué está pasando? del Área de Ambiente y Política (Universidad Nacional de San Martín) hemos destinado buena parte de las notas a referirnos a dicha cuestión [1].
Una de las consecuencias directa de estas elevadas temperaturas, fue el impacto en los cultivos del sector agropecuario. Dichas temperaturas, sumada a la falta de lluvias, ha generado una situación crítica en el sector. Tanto es así, que el Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Julián Domínguez, ha reactualizado el Fondo de Emergencia destinado para eventos de este tipo[1] que permanecía intacto desde el 2009. Por su parte, la Bolsa de Cereales de Rosario estima que los principales cultivos (soja, maíz y girasol) más del 50% de la superficie sembrada se encuentran en condiciones regulares o de sequía[2]. Para conocer el real impacto de esta situación, deberemos esperar hasta marzo (época de cosecha) y contrastar con años anteriores la diferencia en los rendimientos de cada cultivo. Sin embargo, las estimaciones no son alentadoras y sólo hace falta estar en contacto con productores agropecuarios para darse cuenta que este año el calor y la falta de lluvias han golpeado buena parte de lo campos de la zona centro del país.
¿Resistir la sequía o mejorar las condiciones de vida de los suelos?
Ahora bien, esta ola de calor y sequía, nos invita a retomar un debate que está abierto y sigue dando que hablar: ¿cómo se mitiga y se hace frente a los cada vez más frecuentes eventos climáticos extremos en los campos? Para responder esta pregunta podemos encontrar dos grandes grupos que son opuestos entre sí.
Por un lado, la visión que encuentra en el avance tecnológico como el principal aliado para hacer frente a estos eventos climáticos. Este grupo, identificado con la agroindustria o agricultura de precisión como “el” modelo de producción del sector agropecuario, encuentra en los avances tecnológicos la gran respuesta a los problemas que se enfrentan. Así, la falta de fertilidad de los suelos se resuelve con fertilizantes de base química (como la urea importada principalmente de China[1]). Las plantas ajenas a las deseadas a cosechar (denominadas malezas por esta visión) se resuelve eliminándolas con agroquímicos diseñados especialmente para este propósito (como el glifosato, el 2-D-4 y muchos otros[2]). Con el fin de aumentar la productividad en todo el proceso productivo, la maquinaria agrícola ha incorporado elementos tecnológicos “de punta” que al mismo tiempo que las hacen super-eficientes, las hacen de muy difícil acceso para la compra. En consecuencia, a este último punto, en los últimos años han emergido con fuerza un nuevo actor rural: los contratistas que ofrecen todos estos servicios y que, en su mayoría, no poseen campo ni producen, sino que alquilan dichos servicios. Finalmente, al ser la tecnología un elemento vertebral en esta visión, aquellos científicos que se dedican a brindar respuestas y nuevos avances tecnológicos a esta visión, en general son premiados y financiados para la elaboración de sus desarrollos científicos-tecnológicos.
Por otro lado, la visión que encuentra en el propio funcionamiento de la naturaleza como el principal aliado para hacer frente a eventos climáticos. Este grupo, identificado con la agroecología como modelo de producción alternativo dentro del sector agropecuario, trabaja con los elementos que la naturaleza brinda como la gran respuesta a los problemas que se enfrentan. Así, la falta de fertilidad de los suelos se resuelve regenerando los mismos para que recuperen en el largo plazo y sosteniendo dicha fertilidad en ese largo plazo. Para lograr esto, toda planta es considerada necesaria e importante para la vida de los suelos, por lo que no se las eliminan sino que se las estimulan a crecer consociadas. La maquinaria agrícola por lo general es propia ya que no se requieren aquellas más avanzadas tecnológicamente sino aquellas que se adapten a las formas de siembra y cosecha que respondan a esta visión. Finalmente, al ser una visión que tiende a la heterogeneidad, la tecnología aplicada también es muy importante ya que la innovación se encuentra permanentemente en funcionamiento para dar respuesta a dicha heterogeneidad. Los problemas y soluciones no son lineales y no tienden a homogeneizar respuestas, sino al contrario, a multiplicar respuestas. Los científicos que forman parte de esta visión no suelen encontrar la misma masividad y financiamiento que sus pares dedicados a la agroindustria, sin embargo, las producciones científicos-tecnológicas son y los grupos de investigación se multiplican en todo el país.
Expuestas estas visiones distintas, podemos notar que en realidad, estamos ante dos problemas que se entrelazan entre sí y que, potenciado por el cambio climático, se vuelven más extremos como lo vimos en la última ola de calor. Estos problemas son, como mencionamos, la sequía pero también la pérdida de fertilidad de los suelos. La pérdida de vida orgánica de los suelos es un factor igual de importante para explicar el impacto de la sequía. Esto es muy visible en los campos agroecológicos que, como se muestra en la próxima sección, al centrar los esfuerzos en regenerar la vida de los suelos, el impacto de la sequía es menor. Sin embargo, en los lotes en los cuales los suelos se encuentran en una situación de baja materia orgánica, los impactos de la falta de agua se multiplican. Cuando se combina la falta de agua, con altas temperaturas y fuertes vientos, la vida orgánica de los suelos queda al borde del colapso, es decir, al borde de la desertificación. Esta situación se torna aún más seria cuando vemos que los efectos del cambio climático aceleran este proceso.
Sin embargo, en los campos agroecológicos vemos que esta situación se vive de otra manera. Al sostener un colchón estable de vida orgánica de los suelos y sostener su equilibrio en el largo plazo de los mismos, la productividad no se interrumpe a pesar de sequía, temperaturas extremas o fuertes vientos. Los eventos climáticos extremos, en los campos agroecológicos, tienen impactos más tenues gracias a la calidad de vida de los suelos. Al mismo tiempo, para lograr esta meta, estos campos no tienen como principal objetivo maximizar los rindes (es decir, producir la mayor cantidad posible) sino establecer un piso productivo. La intención de trabajar sobre un piso productivo es lograr estabilidad en la producción. Este punto es importante ya que en estos campos no se busca producir el máximo posible sino producir lo suficiente para mantener en equilibrio la rentabilidad empresarial, la vida orgánica de los suelos y el bienestar animal. Esto hace de la agroecología una alternativa que reduce los riesgos de producción ante eventos climáticos e inestabilidades macroeconómicas al no depender del uso de insumos de base química para la producción. En síntesis, estas características hacen de estas experiencias agropecuarias modelos estables y con un piso productivo que nunca se perfora.
¿Cómo atravesaron la sequía y la ola de calor los campos agroecológicos?
Como se mencionó, los campos agroecológicos apuestan sus principales esfuerzos en mantener con vida los suelos. Esto significa, de manera ideal (ya que en períodos de transición esta situación varía), tener los suelos cubiertos todo el año.
Virginia Otero es una productora agropecuaria que tiene a su cargo 1000 hectáreas en transición agroecológica desde 2019. El campo está ubicado en Justo Darac (San Luis) al límite de la frontera agropecuaria y se llama “El Azul”.
De las 1000 hectáreas, 500 son de monte en regeneración y médano. Las otras 500 hectáreas se utilizan para pasturas y agricultura. Con 300 cabezas (en proyección a 600) se realiza pastoreo rotativo o Pastoreo Racional Voisin (PRV). Para la agricultura, además de pasturas, se cultiva alfalfa, maíz y girasol.
“La verdad que la pasamos bastante bien. Yo estaba un poco temerosa. Pero te cuento, yo tengo árboles en todas las parcelas y en todas las aguadas entonces los animales estuvieron ahí. Suspendimos todo tipo de movimiento. Incluso los recorridos, cambiamos los horarios. Salían a la tardecita y a la mañana. Y hasta el momento re bien. Tuvimos la precaución de chequear todas las bombas porque teníamos un tanque medio bajo entonces tuvimos esa precaución para que haya agua. Me pregunto que habrán hecho los que no tenían sombra sinceramente. En el PRV (Pastoreo Racional Voisin) que son parcelas más chicas, nosotros no tenemos agua en la parcela, tenemos agua en la punta. Entonces ahí en la punta tenían agua en una isleta y se quedaban ahí, a la tardecita se iban a comer la alfalfa y después volvían. Pero fue como muy light todo. Le bajamos un cambio”, dijo Virginia Otero.
Luciana Sagripanti vive junto a su familia en “El Milagro”, un campo de 300 hectáreas ubicado en Coronel Moldes. Hace 15 años que emprendió el camino de la agroecología y hace 15 años que el campo es un modelo sustentable y rentable. Se realiza una producción de ganadería mixta ya que al ser una zona semi-árida, la agricultura es oportunista de la ganadería. Esto significa que sólo se realiza agricultura en lotes en las cuales las malezas ya se encuentran deprimidas. Esto permita que el 60% del campo se encuentre “cubierto” durante todo el año y sean lotes con una muy buena productividad además de resistente a eventos climáticos extremos.
“Lo que nos pasó con esta ola de calor es que todo lo que sembramos está muy pequeño. Es decir, 3 o 4 hojas, 6 máximo el maíz. La consecuencia de esto es que no le hizo nada significativo, porque cuánto más chiquito es, menos sufren el estrés calórico. A su vez, cada vez más se va profundizando la decisión de seguir perennizando y arriesgar cada vez menos en los cultivos agrícolas. Pero no obstante, otra las decisiones que tomamos como estrategia dentro de la agroecología es que usamos muchas y cada vez más variadas especies. Y entre esas muchas especies, incorporamos el sorgo (distintas variedades), el mijo, la moha para hacer reservas. Son cultivos que tienen altísima resistencia a la sequía y al calor. Esos no estuvieron afectados de ninguna forma. La decisión es aumentar la biodiversidad del campo para darle a los suelos mayor vida. Y con respecto a las pasturas, cuando hay sequía, las pasturas más antiguas, que son las que menos reducen la productividad, están consumiendo agua de la napa y no se ven afectadas, por eso estos años venimos reduciendo la cantidad de pasturas implantadas. En complementación estamos haciendo pastoreos muy suaves y siempre dejando los suelos cubiertos para que no se eleve demasiado la temperatura del suelo. Todo eso está dentro de lo normal de las cosas que pueden pasar a esta altura del año.
Con respecto a los animales siempre estuvimos atentos a la provisión de agua y con la ola de calor lo que hicimos fue armar piquetes adentro de los montes para que tuvieran sombra. Los animales gordos, que son los más problemáticos, ya desde diciembre los tenemos con una “dieta fría”. Ese acostumbramiento es para que ellos vengan a buscar sombra todos los días con el incentivo de que puedan comer un poco de maíz. Entonces, en general, está todo dentro de lo planificado, nosotros sabemos que siempre hay una sequía de 15 días en enero. Siempre hay pasto en el campo y cuando se dan esos 15 días siempre aprovecho para hacer reserva de pasto porque sé que se pasto una vez que se corte no se va a mojar ni nada. También dejé encargado en el campo que no hagan nada más que tareas bajo la sombra para que el bienestar de nuestro trabajo también esté bien. Se comienza bien temprano y a las 11hs ya estamos todos guardados en nuestras casas y se vuelve a salir de tarde cuando el sol ya está lo suficientemente bajo. Además aproveché esa semana para conservar pasto y ya tener todas las reservas para el invierno. Así que en términos generales no pasó nada grave. Como más del 60% del campo ya está con pasturas perennes, cuando caigan 2 gotas de lluvia va a empezar a rebrotar todo. No es que tenemos que resetear el campo y sembrar todo. Por lo tanto, en general no ha pasado nada grave durante la ola de calor y ha estado contenida toda la situación”, explicó Luciana Sagripanti
Paulina Perello está al frente de “La Larga Norte”, un campo de 1250 hectáreas (300 en alquiler) ubicado en Tosquitas, Córdoba. A partir del 2018, comenzó la transición agroecológica luego de décadas de prácticas convencionales. Actualmente, el campo ya posee casi 300 hectáreas reconvertidas y la proyección es llevar el 50% del campo a pasturas y 50% a una actividad agrícola mixta con manejo agroecológico. Como parte de esa transición, también hay un proceso de reforestación con nativas en las cuales ya se llevan plantados 3000 nativas.
En relación a la ola de calor, Paulina Perello comenta:
“La ola de calor la pasamos bien. Tomamos algunos recaudos puntuales que de desatenderlos podrían ser desastrosos. De los 5 días agobiantes, 2 tuvimos la combinación letal de calor, humedad y sin viento. Por eso llevamos a un rodeo más sensible a un sector de monte que tenemos, los llevamos los 2 días más complejos de la ola de calor. Más no pueden estar por riesgo que se puedan comer algún rebrote y se intoxiquen. Al estar 2 o 3 días en el monte nos aseguramos de que eso no suceda. El resto de los rodeos se mantuvieron en sus parcelas con el movimiento habitual. Lo clave fue mantener los bebederos con agua fresca y siempre llenos. En días como estos que el consumo aumenta y pueden estar todas queriendo tomar en horas de pico de estrés calórico, pusimos cisternas de 5 mil litros con salida de 2 pulgadas que ayudaran a recuperar el nivel más rápido y ninguna se encuentre con que se retiran algunas y queda el bebedero sin agua. En complementación, las parcelas a comer fueron las parcelas más tiernas, es decir, las que ya de por sí contienen un buen porcentaje de agua en su interior. En agricultura, lo idea es hacer siempre labranzas que dejen cobertura pero este año el lote fue labrado mecánicamente y sembramos a una profundidad de 8 y 9cm de modo de proteger las raicillas de esa capa más superficial de muchos grados. Las malezas si germinaban se morían calcinadas en superficie.
Lo otro que atendimos fue al cuidado de los suelos y su fauna. Para eso, todo lo que es pasturas comidas por la hacienda siempre les dejamos un buen remanente para que el suelo no quede descubierto en ningún momento. Como a todo ser vivo hay que protegerlo de las temperaturas extremas. La plantación de nativas también fue motivo de análisis: la decisión fue mantenerle el gran volumen de yuyos que está a su alrededor porque las protegieron de los rayos directos en tierra y les dieron sombra a los brotes nuevos.
Finalmente, ovejas y pollos también la pasaron bajo protecciones naturales. Aunque sabiendo la fragilidad de los pollos doble pechugas al calor, se decidió faenar antes los que ya tuvieran 3kg limpios para arriba. Solo dejamos los más pequeños, de esos todos sobrellevaron bien la ola de calor”
La importancia de la calidad de los suelos ante eventos climáticos extremos
Como observamos en los relatos, en los campos agroecológicos consultados, la ola de calor no generó mayores problemas. La causa, como afirman las productoras consultadas, es la importancia que estas experiencias productivas les dan a la calidad de vida de los suelos. La estabilidad de estos campos se dan en el piso productivo: los suelos están preparados para eventos climáticos extremos (como la reciente ola de calor) ya que no se busca producir lo máximo posible sino lo suficiente para que generar rentabilidad sin poner en riesgo la vida orgánica de los suelos. Concretamente, algunas de las estrategias utilizadas en común son: la cobertura de los suelos la mayor cantidad de tiempo posible, la ganadería regenerativa y la agricultura diversa con la mayor cantidad de biodiversidad posible. En relación al bienestar animal, los montes la reforestación cumplieron un papel importante para el resguardo de la hacienda como así también sistemas de hidratación preparados para eventos de este tipo. La otra cara de la misma moneda del bienestar animal fue resguardar las pasturas para no perder las coberturas de los suelos y así reducir el impacto de las altas temperaturas. Finalmente, en relación a la biodiversidad, la importancia de la reforestación con flora nativa para el resguardo de la fauna que los campos han recuperado en estos años de transición agroecológica.
Estos ejemplos nos llevan a repensar sobre el cambio climático y sus efectos en la actividad agropecuaria. En tiempos donde el avance tecnológico es el paradigma dominante como solución frente a los crecientes problemas ambientales que atravesamos, estas experiencias nos muestran que, además de la tecnología, hay que prestar especial atención a la calidad y a la vida de los suelos. ¿Es un horizonte sustentable apostar todas las fichas a semillas que tienen mayor resistencia a sequías (como el reciente trigo HB4) mientras los suelos sufren procesos de desertificación? ¿Hay tecnología que pueda hacer frente a eventos climáticos cada vez más extremos si no prestamos atención a la calidad y cantidad de vida orgánica de los suelos? Estas experiencias nos ayudan a seguir pensando estos temas y poner en duda, al menos por un rato, que sólo el avance tecnológico solucionará todos los problemas que el cambio climático nos presenta y nos presentará en los próximos años. Estas experiencias nos ayudan a poner el ojo nuevamente en los suelos. Un suelo con vida saludable genera estabilidad en la productividad de estas experiencias sin necesidad de incorporar insumos químicos. Un suelo con vida saludable es parte también de la solución y parte imprescindible para hacer frente al cambio climático que cada vez está más presente no solo en los desastres naturales, sino también que sus consecuencias afectan áreas claves para el desarrollo de nuestro país. Las experiencias agroecológicas nos muestran una forma de darle estabilidad a las experiencias productivas a través de atender la calidad de vida de los suelos donde se producen los alimentos que luego llegará a nuestra mesa.
Por Juan Martín Azerrat*
Cooperativa de comunicación Al margen
*Azerrat Juan Martín es doctorando en Ciencia Política (Universidad Nacional de San Martín) y becario CONICET. Se especializa en temas de ambiente y política, en especial, en el sector agropecuario y en productores agroecológicos. Es integrante del Área de Ambiente y Política (UNSAM) y del Instituto de Investigaciones en Diversidad Culturar y Procesos de Cambio (IIDyPCa-UNRN). juanmaazerrat@gmail.com
[1]Ver en: https://www.bcr.com.ar/es/mercados/investigacion-y-desarrollo/informativo-semanal/noticias-informativo-semanal/que-esta-0
[2] Ver en: https://www.chacodiapordia.com/2020/02/24/agrotoxicos-revelan-que-en-argentina-se-comercializan-mas-de-100-productos-prohibidos-en-otros-paises/
[1] Ver en: https://www.ambito.com/economia/emergencia/alerta-sequia-julian-dominguez-anuncio-el-aumento-del-fondo-12500-millones-n5352491
[2] Ver en: https://www.bolsadecereales.com/estimaciones-informes
[1] Ver: https://gapepyg.com/2021/12/03/argentina-en-la-conferencia-de-las-naciones-unidas-sobre-cambio-climatico/, https://gapepyg.com/2021/09/24/pensando-el-cambio-climatico-desde-argentina/, https://gapepyg.com/2021/08/23/sequias-hoy-inundaciones-manana/