Nuestro cuerpo en nuestro territorio y lo queremos libre de agrotóxicos, dice la campaña que una vez más pone en evidencia el avance de los agronegocios sobre la salud y el ambiente y llama a repensar otro modelo de producción posible.
Hoy, viernes 3 de diciembre es el día mundial de lucha contra los agrotóxicos, una fecha que vuelve a visibilizar los efectos devastadores que produce en los territorios y en la salud de las comunidades un modelo agroindustrial basado en cultivos transgénicos dependientes de agrotóxicos que en nuestro país se imponen desde el año 1996 con el uso principalmente del glifosato. Actualmente, Argentina tiene la tasa de aplicación por persona más alta del mundo.
Como denuncian desde la campaña @bastadevenenos el problema crece a pasos agigantados y en la actualidad ya se detectó glifosato y otros agrotóxicos en la orina, sangre y leche materna, incluso en personas que viven en ciudades alejadas de los lugares de aplicación.
“Hay varios ejes que no hemos discutido suficientemente y que son fundamentales”, dice Guillermo Folguera, Biólogo, Investigador del CONICET y Profesor de la UBA que integra la campaña, en un repasó actual de la situación que atraviesan los territorios, donde las situaciones se agravan cada día más. “Los transgénicos surgen en la década del 90 bajo la promesa de que los agrotóxicos iban a disminuir, y no solo no disminuyeron sino que aumentaron, algo que era previsible debido las resistencias que aparecen con el tiempo”, señala y enfatiza sobre algunos puntos que deberían analizarse pasados estos 25 años desde que desembarcaran con fuerza en el país. Uno de ellos, es la no recuperación de las experiencias de las comunidades. “Todo lo que las comunidades han vivido en estos 25 años no aparecen como lineamientos de política públicas, lo cual me parece la primera barbaridad: es una estrategia montada en términos públicos que no considera lo que las comunidades perciben”, enfatiza.
“En segundo lugar, también es una política pública que ha decidido no considerar las objeciones dentro de la propia comunidad científica: la apoyatura de los agrotóxicos, teórica y empírica, se da a partir de lo que presentan las propias empresas. Y otro punto es que las evidencias presentes intentan ser elementos de carga de prueba, con lo cual se da una inversión muy peligrosa que es que las comunidades damnificadas tengan que demostrar las causas de sus daños”, detalla en torno a los principios rectores sobre los que hoy se monta la política pública respecto a los agrotóxicos.
Sin embargo, los efectos son cada día más difíciles de ignorar, aunque se sigan ignorando. “En cualquier pueblo fumigado, en todo campo lindante a un pueblo fumigado, te metes en una casa a tomar un mate y te mencionan un reguero de casos de cáncer”, continúa Folguera y señala que si bien hay un tironeo respecto a cuantos metros fumigar de las poblaciones – algo respetable por parte de la lucha de las comunidades- lo que no es respetable es “una política pública que cree que con 700 metros estas protegiendo a la comunidad de una política criminal”.
Cabe recordar, por mencionar uno de los últimos casos, lo que sucedió recientemente en el Chaco, donde se realizaron ilegalmente fumigaciones aéreas con agrotóxicos sobre las poblaciones de Pampa del Indio y Presidencia Roca, dejando a 700 personas con dolores de cabeza, mareos, vómitos y diarreas. Como señaló la abogada Alejandra Gómez, de la Red Popular Ramón Carrillo, el caso se conoce ahora por la repercusión que hubo ante la cantidad de personas afectadas en la salud y en sus chacras. Pero no es un hecho ni aislado ni nuevo. “Más allá de las fumigaciones de ahora y del impacto directo en la salud, estas fumigaciones vienen hace años y se han detectado niveles de contaminación en el suelo, el agua y el aire”.
El trigo también
Frente a este panorama es que la autorización del trigo HB4 -el primer trigo transgénico del mundo- fue un golpe bajo para las luchas que desde hace décadas se esfuerzan en visibilizar la tragedia de los agrotóxicos. Y es que este trigo esconde la resistencia al glufosinato de amonio, un herbicida mucho más tóxico que el glifosato y prohibido en la Unión Europea para su uso agrícola.
Como alertó Rosalía Pellegrini, referente de la UTT, en el marco del Panazo contra el trigo transgénico HB4 que se realizó en agosto “la posibilidad de la introducción y comercialización del trigo transgénico, resistente al glufosinato de amonio, va a ser una nueva radicalización de la matriz productiva vinculada a la producción de commodities, de deterioro de la naturaleza, de contaminación del suelo, de enfermedad a nuestros pueblos y nuestros cuerpos, y de concentración de la economía”. Así, denunciaron, este trigo no está pensado para resolver el problema del hambre sino para favorecer las exportaciones del sector agroindustrial. Sin embargo, y pesar de los vientos que empujan a favor de este negocio argumentando bienestar, el espejo donde mirarse ya tiene antecedentes claros y la pregunta también: con la soja transgénica ¿Qué cambió y en qué benefició al tejido social argentino?
Todos esos mitos con los que iba a venir la soja no se cumplieron: el hambre no solo no ha disminuido, sino aumentado a nivel global y, no solamente eso, sino que se han introducido nuevas enfermedades que antes no estaban vinculadas a los venenos y a los comestibles que el modelo pone en nuestras mesas.
“El progresismo está reivindicando que la empresa es una empresa de capitales nacionales, y hablamos de accionistas como Gustavo Grobocopatel conocido como el rey de la Soja, Hugo Sigman, sexto millonario de la Argentina del Grupo INSUD o Héctor Huergo, editor de Clarín Rural. Se reivindica algo nacional de un sector que dé popular no tiene nada”, retoma Guillermo. “Lo del trigo transgénico involucra, además, otras aristas con grandes implicancias cualitativas, el volumen de trigo que se consume en Argentina es altísimo, además, involucra un cultivo que es muy emblemático y con un sector muy poderoso, con enormes intereses más allá de la exportación a Brasil. Este hecho inaugura una pelea tremenda, porque el trigo tiene una contaminación cruzada muy alta, de hasta el 20%, por eso es muy probable que el transgénico termine contaminando al no transgénico y que los mercados que no aceptan transgénicos se vean interrumpidos. Entonces, se construye una supuesta batalla en términos de nacionalidad, con algo que involucra a un sector específico que se ve beneficiado”.
Lo cierto es que el panorama es grave y así lo describe el especialista al analizar el incremento de productos químicos que se van a usar en el campo, productos cada vez más dañinos para la salud y el ambiente. “Fue una derrota muy dolorosa la aprobación, pero bajo ningún mundo de vista es el punto final. En lo personal, siento algo parecido a lo que sentí cuando se aprobó la soja en el 96: un punto de inflexión que lo vamos a magnificar en 20 años”.
¿Por qué y para qué?
Generalmente en algunas líneas de debate sobre transgénicos sí – transgénicos no, aunque en el medio hay un sinfín de grises, se argumenta una necesidad o en todo caso una demanda de qué otra alternativa habría. Y si bien, que otro modelo es posible es empujado y argumentado desde la acción desde diversas organizaciones como la UTT, Guillermo va a la raíz de la pregunta: “Hay que dar una discusión muy seria respecto al para qué. Todo el tiempo me preguntan opciones, alternativas. Y yo pregunto: alternativas a qué. Qué estamos buscando. Pasó lo mismo respecto al plan de las megas factorías de cerdos. Lo cierto es que si la deuda te lleva a hacer un proyecto suicida, si se está dispuesto a poner proyectos suicidas en pos de una entrada de dólares a corto plazo es un problema. Creo que hay que dar una discusión en cuanto a alternativas a qué”.
-Hay además experiencias donde mirarse, que quizás veinte años atrás no estaban.
-Parece que Argentina tiene la mitad de pobres por otros factores, y resulta que tenemos una grave situación de expulsión y degradación social, con el 92% de las personas en grandes ciudades. Estamos, además, entre los 10 países del mundo más desforestados, hay un 50% de pérdida de colmenas, Chaco es la segunda región del mundo desforestada en términos porcentuales, tenemos una sequia histórica del Rio Paraná, incendios multiplicados como nunca: dos tercios de los territorios que se perdieron fueron por incendios. ¿Y dónde entran los agronegocios? Un diario titula hay que aumentar tantas toneladas la producción de soja y nadie se mosquea, como si no tuviera que ver la deforestación, la sequia, la expulsión, la desigualdad con ese proyecto de agronegocios. Ahora, salir va a ser doloroso, porque se han encargado de que nuestra matriz productiva se rompa en pedacitos.
-Es muy puntual la campaña de este año al hablar del veneno en nuestros cuerpos, más allá de donde uno habite, y de nuestros cuerpos como territorios.
-Es muy importante interpelar al sector urbano, no solo por mayoritario, sino porque es una influencia en términos directos de una gobernanza para ese sector urbano que considera que los territorios son zonas de sacrificios. Es muy importante la visibilidad de lo que está pasando.
-Algo de esto se ve en el incremento de organizaciones socio ambientales
-Cuando vas a los territorios hay una multiplicación de grupos, un aumento cuantitativo y un aumento en la articulación. Está aumentando, no sé si con la celeridad que requiere la situación, pero sí. Hay además otro elemento positivo que para mí es importante, y es que es un movimiento muy difícil de cooptar. Los grupos de poder no han podido generar alternativas claras de cooptación. Esa diversidad, dispersión, multiplicidad de grupos, hoy también actúa como barrera.
Repensar el modelo sigue siendo la tarea pendiente. Estos 25 años de agronegocios y megaminería ya dejan ver consecuencias en territorios como San Juan, Santa Fe, Chaco o Córdoba, provincia que hoy solo tiene el 3% de bosque nativo. En este contexto, los desafíos frente a los riesgos que plantean el uso de agrotóxicos como la necesidad de promover una salida alternativa con un modelo de producción de alimentos sanos garantizando la Soberanía Alimentaria es un debate impostergable.
Por Violeta Moraga
Foto portada:Fotos: Nacho Yuchark
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