En su paso por Bariloche el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Juan Cabandié propuso “canjear deuda por acciones climáticas”, Idea que también promueve el presidente Alberto Fernández para la condonación de la deuda con el FMI tomada por el gobierno cambiemita de Mauricio Macri. ¿Es una salida posible al endeudamiento y desarrollo argentino? ¿Qué intereses están en juego? Lo analizamos en esta nota.
Muchos pueden ver como lejana esta discusión sobre la deuda externa, pero lo cierto que es lo peor que dejó el Gobierno cambiemita, porque influye en el precio de la comida, de la tecnología, en la financiación de las empresas y, principalmente, limita al gobierno actual en que políticas y recursos puede aplicar para solucionar los problemas sanitarios, sociales y económicos que nos afectan.
La condonación que propone el presidente es una discusión que por ahora a calado poco en los foros internacionales donde se ha planteado y en la población en general. Pero ha hecho un poco de ruido en quienes están informados de estos temas. Esto último ha sido por lo original de la propuesta, por un lado, quizás por poner el foco en las distintas responsabilidades de los países en el cambio global. Pero también suena extraño poner como valor de intercambio nuestra naturaleza más prístina que la de otros países.
El especialista en sistemas socioecológicos Juan E Sala plantea que puede ser una idea interesante desde lo pragmático político intentando poner algo de justicia ambiental entre países con más o menos “culpa” del cambio climático, pero por otro lado desde lo conceptual es terminar de hacer entrar a la naturaleza en la financiarización internacional, la commoditación de la naturaleza. Un concepto en la misma línea polémico y pragmático ha sido el pago por “servicios ecosistémicos”, que ha tenido su relativo éxito para hacer ver a ciertos sectores la magnitud económica del daño ambiental.
Quizás, se plantea una polémica similar a como lo fue en su momento el pago en efectivo de la deuda al FMI (en enero de 2006 el gobierno de Néstor Kirchner canceló de un pago, la deuda que ascendía a 9.800 millones de dólares). En ese entonces, varios sectores del kirchnerismo criticaron la medida desde lo conceptual ya que implicaba “legitimar” esa deuda, aunque después terminó teniendo buenos resultados, otorgando independencia al país en sus decisiones económicas.
Esto no quiere decir para nada que esta propuesta funcione así, pero si tiene el mismo estilo de búsqueda pragmática de salida por “arriba” del laberinto de la deuda. Sin embargo, tanto desde la mirada más ambientalista, como de la mirada más productivista del Frente De Todxs ven con pocas probabilidades de éxito a la condonación de deuda a cambio de acciones ambientales. Y si lo tiene, es porque entra en la agenda de los países poderosos por conveniencias en las disputas geopolíticas y/o una apuesta de esos países a “patear para adelante” ciertas modificaciones en los sistemas productivos de sus países que son los que más aportan emisiones al efecto invernadero.
La transición tecnológica necesaria para ir hacia modelos de producción más armónica con nuestro entorno se presenta a la vez como amenaza y oportunidad. Todo depende de cuanta soberanía conserve nuestro país para tomar decisiones sobre sus bienes naturales y como aprovecharlos. Ahí es donde vuelve a estar el debate entre productivistas y prohibicionistas dentro de la alianza de gobierno que, por ahora, no está saldado, pero tampoco está teniendo un rumbo claro. En una de sus notas más recientes, Claudio Scaletta (1) planteó (https://www.eldestapeweb.com/opinion/economia/la-agenda-se-corre-hacia-2023-202192522150) la inconsistencia de la participación de agrupaciones importantes del FDT en la marcha mundial por el clima. Dicha marcha convocada por varias ONGs internacionales con nombres en inglés y consignas contra las actividades productivas que se presentan como las pocas fuentes de divisas para el país a corto plazo, señala Scaletta, se emparentan poco con la idea peronista de soberanía política e independencia económica. Quizás suena demasiado fuerte esto último y al menos es auspicioso que dentro del FDT y otros partidos políticos se involucren en el debate ambiental. Quizás haga ruido, que algunos referentes que participaron, hicieran foco en que no hay grieta en las consignas ambientales de la marcha, ya que participaron desde el trotskismo, agrupaciones juveniles del FDT y hasta el PRO. Para quien suscribe suponer que no hay grieta respecto al modelo de desarrollo a adoptar para poder hacer realidad la consigna “justicia ambiental es justicia social” es por lo menos inocente.
El neoliberalismo está tomando la transición tecnológica como un negocio más del modelo. Así lo vienen demostrando en cada caso, por ejemplo, el gobernador cambiemita de Jujuy Gerardo Morales con sus negociados con el Litio o el anterior gobierno nacional macrista con las estafas de los parques eólicos y solares, todos negocios para amigos y familiares.
En el caso de los países más poderosos, su idea es vendernos su tecnología para que hagamos a su modo nuestra transición y nosotros quedemos de nuevo como proveedores de materias primas agrícolas y mineras. Ahora bien, para pensar como la transición productiva y tecnológica se puede convertir en una oportunidad soberana de desarrollo inclusivo es necesario que se involucren las organizaciones políticas y en especial es muy grato y auspicioso ver involucrada muchísima juventud.
Entre tanto, muchas de las ONGs que se presentan como “apolíticas” son en muchos casos arietes de los países centrales, tanto para provocar desunión popular, como para favorecer los intereses de sus empresas. Que una parte de la militancia ambientalista no reconozca esos intereses ocultos y no considere las distintas responsabilidades y herramientas que tienen los países en la crisis climática y sus posibles soluciones sería al menos preocupante. La expectativa está en que las agrupaciones que no ocultan su pertenencia política puedan dar esa discusión. El ambientalismo podrá ser politizándose, democratizándose, masificándose y reconociendo los intereses reales y soberanos en disputa, el clivaje político de época, que permita cambiar estructuras sociales, económicas, productivas y políticas que parecen inamovibles o indiscutibles, tal como lo está logrando en parte el feminismo.
Queda entonces por delante que se reconozcan las limitaciones económicas, políticas y tecnológicas que tiene nuestro país para una salida soberana e inclusiva. Queda pendiente que se entiendan los aprendizajes estatales y privados, de gestión y de comercialización, de producción y de cuidado del medio que hace falta desarrollar y los tiempos y sacrificios y/o dolores que aparejan cada uno. Y principalmente, cabe reconocer de donde y como vamos a obtener la riqueza para financiar ese desarrollo soberano. Como venimos diciendo desde esta columna, no es solo con productivismo ni solo con ambientalismo que vamos a encontrar la salida de la encrucijada. Entonces hay que trazar la tercera vía que sea el punto de encuentro.
Por Manu de Paz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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