Los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 están llegando a su final. Son muchas las reflexiones que nos dejan y que podemos hacer desde una perspectiva de géneros, más allá de lo netamente deportivo. Para ello, bienvenido sean los debates de los feminismos del mundo y las reflexiones de Natalia Maderna, periodista de Radio Nacional quien cubrió las disciplinas con una mirada distinta y que traemos a esta nota, luego de su dialogó con Al Margen.
Días atrás, en contexto de JJOO 2021, surgió una noticia que llamó poderosamente la atención. “Las chicas del beach Voleibol de Noruega, multadas por no usar bikini”, “Las jugadoras de la selección de Beach Handball de Noruega pidieron cambiar la vestimenta para no ser sexualizadas”, “Sancionadas las jugadoras noruegas de vóley playa por negarse a jugar en bikini”, “Basta de jugar voleibol en bikini” fueron algunos de los titulares que circularon en varios medios masivos de Argentina y del mundo para referirse a este hecho histórico en que las deportistas decidieron revelarse contra las imposiciones establecidas, en el marco del Campeonato Europeo de la especialidad, a principios de año.
En un acto de rebeldía, decidieron salir con pantalón corto, rompiendo reglamentos. Se sacaron una foto para mostrarle al mundo que ya no más, que estaban cansadas de usar esa ropa apretada, incomoda, que se sentían cosificadas. Desde la organización les dijeron que serían multadas ya que la normativa establece que la parte inferior del bikini no debe medir más de 10 centímetros en los laterales. Sin importarles, sostuvieron que abonarían la multa. Al verlas tan firmes en su postura, les informaron que más allá de la multa perderían puntos también, entonces tuvieron que salir con ese traje de baño establecido. Pero la polémica ya estaba girando. Impulsaron una campaña para exigirles a las autoridades de la disciplina que les permitan cambiar sus uniformes a la hora de disputar sus partidos. Hasta la cantante Pink, en un acto de hermosa sororidad, se ofreció a pagar por ellas.
Si bien el episodio no ocurrió en Tokio, ya que el beach handball no es una disciplina olímpica, sí permitió que se generara una especie de efecto contagio en otras competidoras que sí estaban participando de los Juegos, además de instalar la temática en las agendas. Tal fue el caso de las gimnastas alemanas que decidieron realizar sus actuaciones con ropas de cuerpo entero y no con mallas diminutas y ajustadas como lo venían haciendo. “Deseamos que las gimnastas que no se sientan cómodas con el atuendo habitual se animen a seguir nuestro ejemplo”, explicó Sarah Voss, la deportista de 21 años del equipo olímpico alemán que impulsó y llevó a cabo la idea.
Una vez más, los movimientos feministas del mundo haciendo de las suyas
“¿Qué necesidad tiene el deporte de mercantilizar, de cosificar y de sexualizar el cuerpo de las mujeres?, ¿Cuál es la necesidad de esa especificidad de vestimenta de las Noruegas que inclusive marca cuánta parte de glúteo tienen que mostrar?, ¿Por qué esa diferencia con los varones que pueden usar cómodos shorts o ropa más holgada?, ¿Acaso el deporte practicado por mujeres necesita de esa exposición para vender?, ¿Vende más en las mujeres mostrar los glúteos y muchas partes de su cuerpo y no verlas jugar y el rendimiento?”, son algunas de las preguntas que tiró a modo de reflexión Natalia Maderna, licenciada en Comunicación Social y periodista de Radio Nacional, quien cubrió las olimpiadas pero desde una mirada feminista, con un enfoque basado en géneros, en diálogo con Al Margen.
“Ya había sucedido una situación similar en otros juegos en relación a replantearse la vestimenta de atletas de alto rendimiento, fundamentalmente de las jugadoras porque no hay reclamos de los atletas varones. No son buenas las comparaciones, pero aquí sí son importantes porque la diferencia es alevosa. Si vemos cómo están jugando en hockey, con un short o minifalda bien apretada y comparas con los varones que tienen un short cuasi de futbol, ahí no solo entra a jugar la cosificación y la mercantilización sino también hay una cuestión fundamental que tiene que ver con la comodidad al momento de rendir en el deporte”, opinó al tiempo que se preguntó: “¿Cuál es el problema en que si alguna se siente cómoda practicando el deporte con una bombacha pueda hacerlo y si otra no, pueda hacerlo con un short?”.
Por ahí también pasa el foco de todo este asunto: en la elección o en la falta de elección en todo caso. Ante la incomodidad, la falta de escucha. Ante los reclamos, los silencios. ¿Se entiende el nivel de patriarcado que firma la desigualdad, la sexualización, la mercantilización y la exposición?
Maderna contó una anécdota: “Los otros días posteaba en mis redes una foto que data de Río 2016 de beach vóley. Por un lado tenés a una mujer occidental con un top y una bombacha de bikini y por el otro, una mujer asiática totalmente cubierta. Lo único que se le veía era la nariz y los ojos. El posteo decía: firma el patriarcado. Porque es el patriarcado de los extremos. Es un patriarcado asiático, oriental, en el cual no pueden mostrar absolutamente nada. Y del otro lado el patriarcado occidental donde muestran todo, cosifican. Exponerlas hasta el máximo que podamos de su piel. Cuanto más corto el top mejor”. Continuó: “son distintas expresiones de un mismo fenómeno. Son construcciones culturales, no naturales. El caso me pareció muy gráfico también para entender cómo puede llegar a funcionar ese patriarcado. Culturalmente, en distintos puntos del globo terráqueo está a flor de piel”.
En agenda mundial
Lo interesante aquí es que se ponga en jaque el tema, en agenda mundial, en un terreno como el del deporte que muchas veces parece impenetrable. Más aún, siendo las mismas protagonistas las que inician las discusiones y los debates porque eso habla del enorme laburo que vienen haciendo los movimientos feministas del mundo entero.
“Creo que entendimos que podemos empezar a preguntarnos cosas que antes las dábamos por naturalizadas o que directamente no nos hacíamos la pregunta porque no nos hacía ruido. Hoy sabemos que es una construcción cultural. Por eso vamos a cuestionar absolutamente todo, vamos a discutir todo, y lamentablemente va a tener costos muy altos como lo que pasó con las noruegas. Estamos vivenciando un cambio de paradigma”, dijo Maderna. Y es que no hay vuelta atrás. Una vez que une se coloca esas anteojeras que aportan los feminismos, las realidades empiezan a verse de manera distinta, menos desigual.
¿Pero cómo lograr resultados concretos?
Más allá de estos efectos contagios y estos debates necesarios, “lograremos la transformación cultural cuando haya mujeres en los sillones de cuero con decisiones, con voz y voto”. Cosa que aún no ocurre en el Comité Olímpico, por ejemplo. Estos cambios van a llevar muchísimo tiempo pero en el mientras tanto ocurren cosas interesantes.
En estos Juegos, “se rozó casi el 49% por ciento de participación de las mujeres en el deporte, cuando veníamos de Rio 2016 con casi un 45%” y hubo al menos 166 atletas LGTBIQ+, el mayor número en la historia, teniendo en cuenta que en Brasil, la cantidad de participantes de la diversidad fue de apenas 56 atletas. En esta edición, se destacaron Markus Thormeyer, el nadador canadiense de 23 años que dijo ser homosexual, la atleta transgénero Laurel Hubbard, neozelandesa de 43 años que practica levantamiento de pesas y Yulimar Rojas, activista LGBTQ+ que se convirtió en la primera venezolana en conseguir una medalla en triple salto, entre otres.
También bubo mujeres poderosas que coparon las redes y los medios masivos de comunicación como fue el caso de Simone Biles, la atleta de Estados Unidos que abrió el debate de la salud mental y eligió resguardarse. “Desde que entro a escena, estoy yo sola tratando con demonios en mi cabeza. Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental”, dijo y agregó a modo de lección: “Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos“.
Además, los cambios llegaron a la burocracia y organización de las Olimpiadas. Por ejemplo, en el “acto de inauguración hubo abanderades en cada una de las delegaciones” y “en la carta olímpica se incluyó también jurar por la igualdad, la diversidad y la inclusión”.
Así y todo, aún falta mucho por hacer. Ni hablar de las coberturas mediáticas. Siguen apareciendo titulares como “Los atletas más atractivos de los Juegos Olímpicos de Tokio” o “Todo sobre Simone Biles: Cuánto mide, pesa y más ¡La atleta más codiciada en Tokio 2020!”, desviando así el foco de atención de lo netamente deportivo.
Es cierto que “este año hubo una intención distinta, de arriba para abajo, en cuanto a la inclusión de mujeres y de personas que representan el colectivo LGBTIQ+”, pero el desafío está en lograr esa verdadera paridad de género y en que sea “un camino no binario el de la inclusión”; en que se respeten nuestras inquietudes, en que “ocupemos esos lugares de toma de decisiones”. No solo en el deporte. “También en la política, en cada uno de los lugares que las mujeres tuvimos vedados. Porque mientras no sean mujeres las que empiecen a ocupar esos lugares, muy difícilmente varones hagan esos aportes”.
Por todo esto y más, es necesario que se entienda que tenemos y debemos ocupar los ámbitos de poder. Estamos en un momento de quiebre de paradigma por ello, bienvenidos sean todos estos debates y aportes de los feminismos del mundo. Pues ya no hay vuelta atrás.
Por Luciana Avilés
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen