La historia de despojos en la zona del lago Nahuel Huapi –que hoy se conoce como Villa la Angostura– viene de innegable larga data, por lo cual no podemos decir que es un problema reciente. Segunda parte del informe realizado por el grupo GEMAS (Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas).
En este escrito nos proponemos señalar los principales momentos históricos y recientes que constituyen el largo proceso de despojos impunes que vienen sufriendo hasta el día de hoy las familias indígenas que se ubicaron en esta región hace más de un siglo, como el caso de las familias de la Lof Paichil Antriao. Estos momentos o hechos han sido profundizados por distintos trabajos etnográficos e históricos que hoy retomamos para nutrir este informe.
Documentos históricos escritos por parte de los propios militares involucrados en las campañas de los primeros despojos, en coincidencia con relatos orales, demuestran tanto el origen pampeano de las familias indígenas preexistentes, como el desplazamiento forzado desde sus territorios ancestrales hacia el occidente de la cordillera (Segunda División del Ejército, 1883: 20). Asimismo dan cuenta del asentamiento de Paichil a fines de la década de 1880 en esta región de los grandes lagos Correntoso y Nahuel Huapi.
El extenso territorio que iría de lago a lago (entre los lagos Correntoso y Nahuel Huapi), donde originalmente habitaban las familias de Paichil y Antriao, sería reducido o contraído sistemáticamente por la voracidad de los intereses capitalistas del Estado llevando consigo al turismo como bandera; el extenso territorio se reduciría a unos pocos lotes de tierra fragmentando también la posibilidad de las familias de ser y estar en comunidad con la Mapu.
El Informe final del Relevamiento territorial, histórico, social y cultural de la comunidad mapuche Lof Paichil Antriao del Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas (ODHPI), publicado en el año 2013, elabora una línea del tiempo del “saqueo territorial” donde se enumeran los diferentes procesos de despojo y los conflictos territoriales. Para los fines del presente escrito, reconstruimos brevemente este proceso con el objetivo de echar luz a los hechos recientes donde se reelaboran discursos y prácticas que favorecen los intereses capitalistas de privados sobre estas tierras indígenas.
Primer momento: Reconocimiento estatal como mecanismo de despojo territorial
En el año 1902, el Estado nacional le entregó a las familias de Ignacio Antriao y José María Paichil, una extensión de 625 has, el Lote Agrícola Pastoril Nahuel Huapi Nº 9, en carácter de “ocupantes” por servicios como guías baqueanos en la Comisión de Límites. Este “reconocimiento” se tradujo en una nueva forma de despojo, porque los indígenas terminaron confinados a un espacio concentrado y mucho menor al que ocupaban hasta ese momento. Las memorias que dan cuenta del extenso territorio ancestral indican que “las vacas iban hasta la zona del puerto en Nahuel Huapi o hasta el Picunko, o cruzaban el río Correntoso hasta el Espejo o pastaban en las laderas del Cerro Bayo y el Cajón Negro” (ODHPI 2013: 85). De esta manera es que el reconocimiento de tierras por parte del Estado operó como uno de los tantos mecanismos de despojo.
En el año 1908 José María Paichil reclama a través de una carta la falta de regularización de la tierra asignada en el año 1902. Entre los datos más reveladores, se encuentra la expresión: “hace veinte años resido en este lugar” (quinta línea), lo cual comprueba que el asentamiento de Paichil en la zona se remontaba a finales de la década de 1880. En plena coincidencia con otros relatos orales, este documento demuestra la presencia de José María Paichil en la región varias décadas antes de la puesta en función de escuelas, correos y otras instituciones mediante las que se hizo presente el Estado-Nación en este territorio,
En un artículo publicado en el año 2008, el historiador Pedro Navarro Floria analiza el proceso de intervención del Estado nacional argentino en la zona de Nahuel Huapi. Particularmente, se centra en el “proyecto conservador” que se personificó en la figura del Director de Parques Nacionales, Exequiel Bustillo. Según sus investigaciones, en 1937 Bustillo organizó una “excursión de amigos” de la alta sociedad porteña de terratenientes bonaerenses. Navarro Floria recupera un fragmento del relato de Bustillo de su libro “El despertar de Bariloche” de 1968: “cada uno de mis huéspedes, maravillados con aquel paraíso, acabó por adquirir su pequeño lote de tierra para levantar algún día su residencia veraniega. Ésta era mi obra de zapa, mi trabajo de hormiga, quizá uno de los más trascendentes y del que más me enorgullezco en la actualidad. Porque poblar aquello con argentinos, que con su capital y su presencia fueran consolidando nuestra soberanía, no dejaba de ser la más efectiva acción a que estaba llamada la institución que me honra en dirigir. En Villa La Angostura, sobre todo, fue donde mejor se pudo llevar a cabo esa obra de real penetración nacional”.
Como lo evidencia el fragmento, esta región fue protagonista de un proceso colonizador aristocrático de la elite porteña, que estuvo acompañado por el despojo sistemático de los pobladores indígenas del lugar. Colonización que, además, fue favorecida -y propiciada- por el propio Estado –nacional, provincial y municipal– en su afán de “progreso o desarrollo”. Según lo constata Navarro Floria, la Dirección Nacional de Tierras y Colonias expresó en varias inspecciones realizadas desde los primeros años del siglo XX, “su rechazo de los pobladores considerados chilenos e indígenas” así como “su preferencia por los inmigrantes europeos” al otorgar títulos de propiedad a los compradores de tierras fiscales de origen argentinos o extranjeros (europeos o norteamericanos), sin importar si estas tierras estaban pobladas, “y negar el mismo tratamiento -otorgando solo permisos precarios o parciales- a los pobladores originarios” Por lo tanto, es en este contexto en el que comienzan a desarrollarse las primeras acciones racistas y primeros despojos territoriales a las familias indígenas.
Segundo momento: Delimitación del Lote Nº 9 y sus subdivisiones como otro de los mecanismos de despojo
En 1948 se produjo la subdivisión del Lote Nº9 a partir de la venta y las diferentes divisiones de las parcelas originales. Está demostrado en distintas investigaciones el carácter irregular de este proceso y el modo en que propició las diversas apropiaciones. El Lote Nº9, en el que vivían las familias mapuche, siempre había sido considerado de ocupación y uso colectivo, sin embargo, la entrega del título por parte del Estado argentino fue a título individual, de propiedad privada, y de forma de condominio a nombre de: “don Ignacio Antriao y don José María Paichil”. Con la firma del condominio del año 1951 se subdivide y fragmenta el Lote Nº 9 en tres partes:
“Para la sucesión José María Paichil: La fracción 1 de 130 hectáreas 2 áreas 87 centiáreas; La fracción 2 de 222 hectáreas 87 áreas 48 centiáreas. Para la sucesión de José Ignacio Antriao: La fracción 3 de 272 hectáreas 10 áreas 06 centiáreas.”
Luego de la creación de este “condominio” se inicia en la zona un “negocio inmobiliario” donde ingenieros, agrimensores y trabajadores del Estado se fueron apropiando de los territorios indígenas a cambio de “mensuras” o falsas promesas de “tranquilidad”. Este es el contexto que aprovecha el ingeniero civil Juan José Dotras cuando en el año 1951 se apropia de las tierras y lotea un barrio masivo para la venta en el territorio de los Paichil Antriao. El ingeniero Dotras había sido contratado por el Estado nacional para “relevar el arroyo Paichil”, que nace en la ladera del Belvedere y termina desaguando en el Nahuel Huapi en el territorio de la población de Juan Bautista Antriao, hoy llamado Puerto Elma.
Tercer momento: Fraccionamientos y despojos en los últimos años
El extenso territorio ancestral de la comunidad Paichil Antriao ha sido fraccionado y reducido a lotes. Las familias indígenas han sido despojadas de gran parte de su territorio (por ejemplo donde se asienta hoy la villa). La Lof sigue ejerciendo la posesión de una pequeña fracción de su territorio. Este es el lugar al que fueron arrinconados. En las últimas décadas, este territorio también fue objeto de loteos y de interés por parte de algunos sectores de poder. Con el incremento de la actividad turística y del crecimiento de los valores inmobiliarios de Villa la Angostura, se vendieron los lotes a precios millonarios a “terceros particulares” -por ejemplo Ginobilli (famoso deportista y empresario), Dotras (funcionario estatal), Peréz Clavo (Juez de paz) entre otros-:
“Estas ventas se produjeron en oficinas de agentes inmobiliarios en Buenos Aires y se concretaron con las familias de la comunidad viviendo en su interior. Como conclusión de estas operaciones, resultó que los terceros particulares se quedaron con escrituras pero nunca les fueron entregados los lotes; en definitiva, nunca se convirtieron en dueños porque al no entrar en posesión del bien, sólo eran poseedores de un título y no propietarios. De manera que los conflictos se iniciaron cuando esos particulares intentaron tomar posesión de los bienes que habían ‘adquirido’”.
Estos terceros particulares “han realizado juicios civiles para reclamar sus tierras” e intentos de despojo en el territorio comunitario por lo que la comunidad tiene que iniciar continuamente acciones de defensa territorial, para reafirmar su ocupación histórica y sus derechos sobre ese territorio.
Cuarto Momento: La invisibilización indígena como otro mecanismo de despojo
En el año 1957, como se menciona en el Informe de relevamiento territorial del ODHPI (2013), fue trasladado el cementerio (eltuwe mapuche) y, por ende, los restos de los antepasados de los Paichil y los Antriao. Esta área se convirtió posteriormente en la plaza San Martín de Villa La Angostura, próxima al Municipio. Este hecho, así como los traslados, los incumplimientos del Estado nacional, los intereses del sector turístico y la especulación inmobiliaria, contribuyeron al saqueo y a la creciente invisibilización indígena.
Finalizando este breve resumen, nos preguntamos cómo puede ser que, pese a los documentos históricos, mapas e informes y a los relatos de memoria que han sido abordados en numerosas investigaciones y publicaciones, se siga poniendo en duda la ocupación ancestral de la Lof Paicil Antriao en el territorio de Villa la Angostura. Creemos que la respuesta radica en que estos prejuicios y discursos racistas– que muchas veces circulan en los grandes medios de comunicación– no son para nada desinteresados y contribuyen a deslegitimar un derecho ancestral total sobre los territorios, derecho reconocido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Ensayo publicado por Gemas: (https://gemasmemoria.com/2021/04/12/el-territorio-ancestral-de-la-lof-paichil-antriao/)
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen