A 39 años del desembarco argentino en Malvinas, Rubén Pablos, del Centro de ex soldados combatientes en Bariloche, pone el acento en la formación de las nuevas generaciones para la recuperación de nuestra soberanía.
¿Qué podríamos decir sobre Malvinas, a 39 años del inicio de la guerra? Podríamos decir que sus habitantes ratificaron en 2013, por amplísima mayoría, mantener el estatus de territorio británico de ultramar; que la Argentina no busca negociar con ellos la soberanía sino con el Reino Unido; que se levanta allí la base militar más grande de América del Sur.
Podríamos, también, honrar a nuestros héroes. Sería lo más oportuno: el 2 de abril es el Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas.
“Contabilizamos cientos de suicidios”, dice Carlos Palavecino, ex soldado movilizado, que no entró en combate pero que sintió el olor de la guerra en Puerto Deseado, Santa Cruz, desde donde vio partir los aviones Mirage y vio llegar los barcos de la Cruz Roja con heridos.
Palavecino, que en 1981 hizo la conscripción en la Escuela Militar de Montaña en Bariloche y siguió luego su carrera militar, asegura que más de un compañero terminó sus días alcoholizado a la espera del reconocimiento del Estado sobre ese grupo de soldados que defendió el continente.
“La posguerra fue más dura que la guerra”, dice Rubén Pablos, presidente del Centro de ex soldados que combatieron en Malvinas, y director provincial de Veteranos de Guerra.
En Río Negro, son 165 los hombres que fueron a las islas. Del total, 40 viven en Bariloche. Algunos son NyC (nacidos y criados), otros son militares retirados que decidieron quedarse y un grupo vino muchos años después, como Pablos.
“Fue más dura la posguerra porque no logramos reinsertarnos laboralmente, porque no hubo exámenes psicofísicos, porque hubo un proceso de desmalvinización, de olvido”, dice Pablos.
El Centro de ex soldados combatientes de Malvinas no sólo defiende los intereses gremiales de sus integrantes, sino que también busca dar un debate sobre la usurpación británica y su alcance geopolítico.
En su libro de crónicas “Soñar con las islas”, el periodista argentino Ernesto Picco cuenta que en 2017 Malvinas tuvo el PBI per cápita más alto del mundo. Los malvinenses se volvieron ricos gracias a la venta de permisos de pesca a empresas internacionales que emplean –en muchas casos- mano de obra esclava. Sólo el 40% de sus 3000 habitantes –en 1982 había 1500- son isleños.
“Para que nuestro reclamo internacional, que se ha convertido en política de Estado, algún día sea realidad, deberá mediar el diálogo con los isleños. Y para ese momento, hay que conocerlos”, dice Ernesto Picco en una entrevista en Canal Abierto (https://acortar.link/tYP71).
Pablos cree que la política exterior argentina en relación a Malvinas fue siempre débil. Menciona desde el acuerdo de Madrid en 1990 -que recompuso las relaciones diplomáticas con el Reino Unido y estableció el pasaporte como requisito para viajar-, pasando por los convenios de exploración y explotación pesquera y petrolera que culminaron con el acuerdo Foradori-Duncan, durante el gobierno de Cambiemos.
El mayor orgullo de Pablos este link https://acortar.link/oHpzU, que expresa el trabajo de la Dirección de Veteranos y las direcciones generales de escuela de los niveles iniciales hasta terciarios de la provincia. “Nosotros decimos que no puede defenderse lo que no se conoce, y por eso la educación sobre Malvinas es clave”, dice.
En 1981, Pablos era conscripto en el Regimiento 7 de Infantería de la Plata. Fue a Malvinas orgulloso y feliz hasta que cayeron las primeras bombas. Estuvo en una colina, bajo un paño de carpa sostenido con palos, dentro de una covacha que era una especie de reducto entre rocas donde entraban no más de cinco hombres.
Protagonizó las últimas batallas de la guerra, por la cercanía de su regimiento con Puerto Argentino. Quedó detenido un mes por los ingleses, quienes llegaron a pagarle hasta siete libras como prisionero de guerra. Dice que recibió un muy buen trato.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de comunicación Al Margen