Cada año bajo distintos lemas se celebra en nuestro país y el mundo la semana del parto respetado. Este 2020 tan particular no fue la excepción y bajo el slogan “Nuestras decisiones deben ser respetadas” se invitó a repensar las formas de parir y nacer.
Sin embargo,frente a los lemas, surgen distintas reflexiones en un país donde, si bien existe una Ley de Parto Respetado que es considerada muy acertada -y que debiera garantizar el respeto de los derechos de todas las mujeres y recién nacidos- esta no se implementa en la mayoría de los casos.
En muchas instituciones los derechos básicos no son garantizados en la práctica por diversas razones que terminan siendo excusas que no se resuelven, dilatando el avance en derechos ya adquiridos. Aparecen desde limitaciones edilicias, la falta de personal (que a veces deriva en apurar los procesos), los protocolos internos, y un sinfín de peros de los más recurrentes que incluyen hasta los acomodos que hay que hacer en torno a la agenda del profesional. Entonces ¿alcanza con decir: mis decisiones deben ser respetadas?
“Desandando varios caminos hoy me encuentro con que este lema, que en un principio evoca a una mujer empoderada, me hace ruido. En apariencia me está invitando a algo individual: si yo tomo decisiones, estas van a ser respetadas y garantizadas. Pero pienso en lo que está pasando en Argentina, donde ya existe una ley de parto respetado y sin embargo, si yo no presento un plan de parto en tiempo y forma, parece que no se me puede asegurar lo que la ley ya me dice que debe ser”, reflexiona Romina Rodríguez, acompañante integral de la gestión, parto, puerperio y lactancia e integrante de la Colectiva Urdimbre.
“Pero además, tengo que tener ciertos privilegios para poder pensar en un plan de parto. Ahora, si soy una mujer que no goza de ningún privilegio, es decir, si yo tamizo este lema con una conciencia de clase, me voy a dar cuenta que hay una gran parte de esta población que no puede si quiera cuestionarse si puede tomar o no una decisión. Porque no tiene las necesidades básicas cubiertas, porque hay cosas que le urgen y las cosas se van sucediendo. Esas mujeres, esas personas gestantes, se entregan y confían en un sistema que pone diferentes excusas a la hora de hacer cumplir la Ley, y ni hablemos del contexto de la pandemia”.
– ¿Qué es un plan de parto?
–En un plan de parto yo digo, por ejemplo: quiero, porque sé que tengo derecho, un contacto piel a piel con mí bebé; quiero no ser dirigida en los pujos, quiero a mi compañero en el trabajo de parto, en la internación o en la cesárea. Son cosas que no las dan por hecho, entonces, pareciera que cuando entregas un plan de parto, si te olvidaste de poner algo, ese algo no va a ser respetado.
En el medio aparecen además las mil limitaciones que no permiten implementar la ley y que siguen sin resolverse: no hay cantidad de espacio para que alguien pueda acompañar a la mujer en el trabajo de parto, porque si ingresa está privando la intimidad de otra mujer, la falta de personal, los protocolos internos. “Muchas veces la ley dice una cosa pero el protocolo interno de la institución dice otra. Es bastante abrumador”.
– ¿Cómo está afectando este contexto de pandemia?
–Por lo que venimos hablando, la pandemia termina siendo una excusa más para vulnerar nuestros derechos. Si antes no podíamos ser acompañadas porque en un hospital hay tres mujeres en trabajo de parto… ahora hay que sumarle la pandemia. Hay lugares como en España donde tampoco les dejan tener un apego y lo hacen a través de una pantalla. Si hilamos finito, hay cosas en las que parece que hemos retrocedido, en algunos logros que en realidad son nuestros derechos y están enumerados.
La Ley de parto humanizado (Nº 25.929) fue sancionada en 2004, sin embargo, se reglamentó recién en el 2014 y aún hoy el acompañamiento del Estado es poco y la violencia obstétrica sigue teniendo indicadores alarmantes. Es por esto que, sin un cambio de paradigma que sea acompañado por medidas bien concretas, capacitaciones, infraestructura y políticas de Estado para acompañar una verdadera implementación, los lemas solo seguirán siendo lemas.
Construyendo poder
“Hace al más de 10 años que acompaño partos en Bariloche y una de las cosas que más veo es que parimos como vivimos, así como respiramos como vivimos, andamos por el mundo como vivimos. No es un hecho aislado. Las mujeres que fueron construyendo su propio poder van a llegar al parto en una instancia, pero existe una gran parte de esta población del mundo que no tiene si siquiera la idea de cómo empoderarse, que es algo tan subjetivo e individual. A veces con esto de ‘nuestras decisiones deben ser respetadas’, caemos en algo individual. Me distancia de las otras mujeres, de la otra persona gestante, y no podemos hacerlo juntas”, continúa Romina y se pregunta: “¿Es tan sencillo decir mis decisiones deben ser respetadas?”
Es así que retomando preguntas que invitan a reflexionar, individual y colectivamente, considerando al actual, un momento histórico “donde lo que está en disputa es nuestra soberanía como mujeres”, analiza si la toma de decisiones es un ejercicio meramente individual, o si las decisiones se construyen: “¿Sin acceso a la información y dentro de un paradigma que asume al embarazo como una patología y al parto como una emergencia médica, cómo se construye una decisión? ¿En el marco de una relación desigual marcada por el abuso de poder y la apropiación del cuerpo y los procesos de las mujeres, cómo se construye una decisión?”
Por esto, en esta reflexión compartida Romina señala que, más allá del lema de esta semana, vemos un mundo donde, si bien las leyes están a favor, las decisiones de una mujer no son respetadas (no es considerada sujeta de derecho) y se las mantienen separadas en decisiones individuales, alejándolas del objetivo común: disputar o construir poder juntas. Así, los derechos y decisiones siguen siendo un privilegio de clase y cualquier excusa es buena para vulnerar sus derechos, “más aún si estamos en pandemia”.
“En un mundo violento los nacimientos están siendo violentos. La historia humana está haciendo esto así, y eso es fuerte, porque ya lo asumimos así. Muchas mujeres llegan a esa instancia sin nada de información, confiando plenamente en que el doctor, la doctora, la partera, ellos saben. Y realmente, muchas veces no sabemos qué ocurre en nuestros cuerpos. Si en nuestra vida cotidiana no llevamos nuestra voz de sabiduría en cada pequeño acto que hacemos, en ese momento tampoco”, señala.
“Toda persona que llega y nace merece un paro respetado y toda mujer y persona gestante tiene que tener su parto respetado. Me he dado cuenta acompañando mujeres en casa y en instituciones, que independientemente de dónde esa mujer desarrolle y culmine el parto, lo más importante es cuánto poder disputó o construyó en sí misma. El parto es la frutilla del postre. Cuando hablamos del parto respetado, a veces terminamos hablando de elementos de un parto, y en realidad hablamos de que, sea cual sea mi decisión, así sea una cesárea, sea respetada”.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen