Caracterizado por su pertenencia en el barrio, el Centro de Salud de El Frutillar cumplió en estos días 35 años de historia. Conversamos al respecto con Felipe De Rosas, ex director del Hospital Zonal y trabajador de la salita desde sus inicios.

– ¿Cuánto hace que trabajas en la Salita de El Frutillar?
– El centro de salud comenzó en el año 1985. Cuando fue la gran nevada del 84, muy conocida por varios acá en el sur hubo mucha gente aislada y empezaron a hacer atenciones puntuales en algunas casas, eso generó que en el año 85 se fabricara un espacio para la junta vecinal. Ese mismo año, empezó la residencia de medicina general del Hospital a la cual yo me sumo en el año 87.
– ¿Hoy cuántos trabajadores y trabajadoras son?
-El Centro de Salud empezó con un médico, una enfermera y un agente sanitario. Ahora tenemos cuatro médicos; un médico con especialidad en clínica médica, otra con especialidad en adolescentes, y dos odontólogos de adultos y de niños, dos enfermeras, dos agentes sanitarios, mucama, administrativos… Hay un día que hacemos ecografías y viene un ecografista. Los permanentes somos unos 7 y 8, después vienen especialistas días puntuales.
– ¿Cuál es la importancia de un centro de salud en el barrio?
-El objetivo de la atención primaria es estar, ver, observar y detectar precozmente las problemáticas de salud más cerca donde la gente vive o trabaja. De ahí se fue ampliando a detectar situaciones más amplias que enfermedades. Problemáticas de salud relacionadas con problemáticas sociales, con situaciones socio económicas que pueden afectar posteriormente la salud.
Desde el punto de vista de la salud, la idea es hacer acciones de prevención y promoción para evitar que la gente se enferme. Por ejemplo, no esperar que el niño se enferme, sino hacer el control del niño sano, hacer controles de presión cuando el adulto está sano… Hacer recomendaciones y, por otro lado, detectar precozmente enfermedades antes de que tengan complicaciones.

– ¿Cómo tuvieron que reorganizar las tareas en este contexto?
-Ha cambiado todo, a nosotros y a los usuarios. En principio tratamos de evitar que la gente circule, mientras más circulación haya, mas posibilidad de contagiarnos vamos a tener. La gente también quiere resguardarse en sus casas y no quiere ir al hospital, estamos consiguiendo y trayendo la medicación que la gente que vive por el barrio tendría que ir a buscar allí.
Tratamos de acotar los controles. Por ejemplo, si a una embarazada la controlamos entre 7 y 8 veces, ahora la vamos a controlar tres veces. Por otro lado, lo que estamos haciendo es mucha comunicación, hemos habilitado los teléfonos, la página de Facebook esta que hierve. Muchas cosas las estamos atendiendo a distancia. Hacemos muy buena higiene al mediodía y a partir de determinada hora no atendemos más enfermos. Estamos aprendiendo nosotros y los pacientes.
– ¿Qué debemos tomar en cuenta acerca del cuidado de niños y niñas?
-Lo que nos está pasando con todo esto es que estamos viendo situaciones familiares y sociales esperables, que suceden con el encierro y perder la rutina. La gente altera sus horarios, duerme mal, come a cualquier hora, come mal. A esto se le suma la situación socio económica severa. Hay que estar mucho más a atentos a las situaciones de crisis, de violencia, de violencia de género ahora que tenemos menos comunicación. Hay que afilar la mirada y acercarnos más, nosotros tenemos un seguimiento se situaciones.
Una cosa que queremos plantear es que la gente no se deje de atender. Nos está pasando que están llegando enfermedades en forma tardía, estamos viendo apendicitis que llegan con tres días de dolor porque tenían miedo de ir al Hospital y terminan siendo peritonitis. No hay que dejarse estar con las urgencias, hay cosas que no hay que dejar de hacer como mantener la medicación, seguir con las costumbres más saludables posibles.
– ¿Cómo está atravesando la cuarentena la comunidad de El Frutillar?
-Yo veo que hay mucha gente que ha perdido su trabajo, que tiene menos facilidad de acceder a cuestiones habituales, como comprarse un paracetamol. No pueden acceder por la dificultad económica. Cuando hay distribuciones alimentarias en el CAAT se empieza a acumular gente que uno habitualmente no veía. El panorama no está fácil.
Lo que también veo es que la gente ha sabido cuidarse. Nosotros tenemos una mirada barrial y vemos que la gente con las pocas cosas que tiene logra mantener una buena higiene y trata de salir lo menos posible. Hay quienes no respetan la cuarentena, pero no es la gran mayoría. La gente está haciendo mucho esfuerzo en esta movida para poder pasarlo lo mejor posible.
– ¿Qué es lo que más le gusta de trabajar en la salita?
– Lo que más me gusta a mí es, por ejemplo, haber atendido a la abuela, a la madre, al tío y al bebé, conocer a las familias. Hay gente que atiendo y me dice “Sabe qué, yo construí esa pared…” En el centro de salud se hicieron ocho ampliaciones desde las primeras dos piezas. De esas ampliaciones, la gran mayoría fueron hechas por la comunidad.
Hay un sentimiento de pertenencia muy importante a la salita. Realmente a mí me agrada eso, me limpia el alma y me dan ganas de venir a trabajar. Todos los equipos de salud que han pasado por este lugar le han metido mucha garra, ayudando a mantener un perfil de estar. Un centro de salud, además de tener una función médica y sanitaria, tiene que estar abierto, tener presencia. Nuestro Centro de Salud ha cumplido eso, por eso mucha gente nos saluda y nos acompaña.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen