La eficiencia energética no es una variable que contemplen las políticas públicas de la ciudad cuando llegan las bajas temperaturas. La etnobiología tiene mucho para aportar a políticas que incorporen la eficiencia térmica entre otras. Entrevistamos a la investigadora Ana Ladio que nos cuenta acerca de las investigaciones que viene realizando desde el Conicet al respecto.
La Dra. Ana Ladio es investigadora de CONICET y directora del grupo de etnobiología de INIBIOMA (Instituto Nacional de Biodiversidad y Medio Ambiente) de CONICET y la Universidad Nacional del Comahue. Con su grupo, además de investigar otros aspectos de la relación del hombre con su entorno natural, estudian el uso de leña en comunidades rurales de la Línea Sur y la zona de Esquel realizando encuestas en numerosos hogares que hacen uso de este recurso para la calefacción y cocción de alimentos cotidianamente. Sus investigaciones, junto con las de otros colegas en el uso de leña y la eficiencia energética de estufas, cocinas y construcciones, es clave para pensar, planificar y ejecutar políticas públicas que atiendan a mejorar la calidad de vida de las personas que no son alcanzadas por la red de gas, disminuyendo el consumo, maximizando a la vez los beneficios.
AM- Ana, contanos ¿qué es la etnobiología?
AL-La etnobiología es una interdisciplina que juega en dos áreas de conocimiento, que son la biología y las ciencias sociales. El principal objetivo es tratar de entender la relación que se establece entre las sociedades y el medio ambiente, debido a ello la necesidad de múltiples disciplinas. Nos interesa cómo se proyecta cultura en el ambiente, el ida y vuelta entre el ser humano y su entorno pensado distinto de como lo hace la biología clásica, en el sentido de que nosotros comprendemos que todos los paisajes son producto de la cosmovisión de las sociedades con que conviven. No hay paisajes prístinos, no existen, y un ejemplo lo constituye la selva amazónica. Ahí, la composición de especies que ves es producto de miles de años de comunidades cazadoras recolectoras que a través de sus usos alimentarios fueron transformando el paisaje, por lo tanto los árboles que vos ves, son producto de una selva culta, o sea, una selva creada por el hombre (y todos nos reímos cuando Manuel acota que somos un bicho más, aunque no siempre lo aceptemos).
– ¿Qué se tiene que imaginar uno que no entiende mucho cuando se habla del USO de leña?
-Primero, va mucho más allá de la especie de planta que se usa. Usar leña en Patagonia tiene un rol identitario, significa cocinar alimentos a las brasas que dan aromas y sabores particulares a las comidas y significa que la estufa a leña tiene un rol muy importante en la casa, ya que es el sitio de reunión de la familia, el sitio donde se calefacciona. Esto genera un espacio de socialización, de conversación y de unión familiar que va mucho más allá de las plantas que se queman.
Además, las familias deben conocer cuáles son las plantas leñateras que hay en el ambiente que habitan, en qué momento del año deben recolectarlas, si está seca o verde, prácticas de manejo y otro montón de cosas (que vamos a ir desarrollando a lo largo de la entrevista).
–¿Qué diferencias existen en el uso de leña entre la Línea Sur como ejemplo de una región rural y otra zona urbana como Bariloche?
-El uso de leña implica muchas especies. En las áreas rurales en general, por una cuestión de escasez, se utilizan distintos recursos, una mayor diversidad de plantas, generalmente arbustos. Por otra parte, las zonas urbanas y periurbanas de la Patagonia, que en general están más cerca de bosques, concentran el uso en un menor número de especies, que suelen ser árboles.
También depende del acceso de las familias a recursos monetarios, si pueden comprar garrafa o acceder en forma alternativa a otras formas de energía. Cuando tenés poder adquisitivo, accedes a leñas más duras y con mayor poder calórico como el quebracho. Otro factor que influye es el acceso al Plan Calor, que asiste a las familias beneficiarias con tres metros cúbicos por año, complementando y diversificando las maderas que se utilizan a lo largo del año.
– ¿Qué especies de la región son más calóricas?
-En la estepa, el molle (un arbusto) es la panacea. Su uso no es únicamente contemporáneo ya que ha sido determinado en registros arqueológicos. Además, los algarrobos (en general) tienen alto poder calórico y dan buena brasa, constituyendo uno de sus valores. En el bosque sería el Ñire, tanto en registros arqueológicos como actuales, muy valorado dentro de las preferencias de las personas consultadas.
Volviendo al molle, este tiene valor cultural más allá del calórico, debido a que su uso es múltiple. Además, quiero destacar que en muchísimas entrevistas hemos determinado un valor muy solidario, ya que los pobladores no retiran más de lo que van a utilizar dejando leña disponible para otras familias. Esto último los diferencia mucho del comportamiento observado en la ciudad. A pesar de ello, en la estepa hay cada vez menos molle.
– ¿De dónde se saca la leña que se entrega en el plan calor?
-En cada sitio proviene de lugares diferentes: parques nacionales, La Pampa, restos de forestaciones de pino, etc. Por ejemplo, en Esquel depende de la recolección de ñire en las zonas aledañas al parque los alerces.
¿Cuánto le insume a una familia rural, en tiempo o dinero, la recolección de leña?
Los números no los tengo a mano. En la Línea Sur el costo es muy alto, ya sea en tiempo o en dinero. En general, los que recolectan lo hacen en forma complementaria con otras actividades, por ejemplo, mientras cuidan del ganado o están en la huerta, otean el horizonte en busca de alguna rama caída de la alameda o un arbusto seco. Además, existe el intercambio o la compra a otros que se dedicaron a la recolección.
– ¿Qué ocurre con la recolección en la periferia de ciudades más grandes con los hogares que se calefaccionan a leña?
Es una práctica que lleva horas de salir a buscar con una carretilla o auto si es que poseen. De acuerdo con la cosmovisión de esa familia, el manejo de la leña va a ser distinto. En el campo se ve que la gente tiene una percepción más afín a mantener los ciclos ecológicos. Nosotros hemos visto que se tiende a utilizar leña seca y no verde, y que cuando se utiliza esta última es para “alargar” el fuego. En cambio, la población urbana tiende a ser más depredadora y destructiva, no haciendo un uso racional del recurso. Eso está en relación con los valores que tienen las familias. En general, las comunidades rurales de pueblos originarios o criollos tienen la percepción de que su economía depende de la renovación de estos ciclos ecológicos, entonces tienen una práctica de manejo y un uso restringidos, con mucho más cuidado que el que hacen las sociedades urbanas que no tienen esa sensación de co-dependencia con la naturaleza. Siempre estamos haciendo generalizaciones, no siempre la población rural es sinónimo de mejor manejo.
– Entonces, ¿puede ser que tenga relación con sentirse parte o no de ese ambiente?
-Tiene que ver con un compromiso afectivo, como lo llaman algunos etnobotánicos. Un vínculo que se establece entre plantas y personas, que implica esa co-dependencia a la que hice referencia, donde el ser humano pone normas de cuidado, de manejo, mientras que a su vez la planta le brinda protección, leña, alimento, medicina, etc. Es una concepción que tiene que ver con sentirse parte, propia en la Patagonia en áreas rurales (sin dejar de lado que también ocurre en las áreas urbanas, pero con menor frecuencia, aclara).
–¿Sabés si cambió el precio de la leña en los últimos meses?
-Si sé que aumentó, pero no tengo el valor exacto, aproximadamente se duplicó desde los tarifazos. Cuando el precio de la garrafa sube, crece la demanda de leña y su precio acompaña. Siendo un recurso que se vuelve cada vez más escaso y en muchos puntos del bosque barilochense (y aledaño) prohibido, su valor de mercado tiende a aumentar. Toda medida prohibitiva, en general no ayuda a esta relación entre naturaleza y cultura. Este dato lo conozco como ciudadana informada a través de los medios de comunicación, dado que a las zonas rurales vamos cerca del verano. Lamentablemente, un relevamiento en esta época hubiera enriquecido mucho el debate público que se dio y se dará respecto de los precios que se manejan.
Leyendo estudios en el marco del cambio climático, me sorprendió encontrarme con el fomento del uso de leña dado que es un sistema más autosuficiente y mucho más sustentable que depender de combustibles fósiles, al revés de lo que piensa la gente. Por lo tanto, en términos de políticas internacionales, la tendencia sería disminuir la dependencia de estos últimos desterrando la idea de que la leña es cosa del pasado. Ahora, para que ello sea viable en un futuro no muy lejano, debemos utilizar pellets (cosas muy comprimidas) de desechos de madera o de basura orgánica y forestar amplias áreas, teniendo el cuidado de no desplazar ninguna población en el camino, como ha ocurrido en numerosas ocasiones.
–¿Cómo influye la eficiencia energética de una casa en el uso de la leña?
-Para empezar, las estufas que generalmente se utilizan en zonas rurales y en muchos barrios de Bariloche no son de alto rendimiento (ver recuadro) y pierden cerca del 70% de la energía. Para lograr un cambio en este sentido hay que trabajar la cuestión cultural alrededor del símbolo de la ruralidad patagónica que constituye la estufa. El INTI desarrolló los planos de SARA, una estufa rusa de alto rendimiento y los distribuye de forma gratuita. A pesar de ello, estas no se ven en casi ningún hogar, y no es que no haya interés, el problema es acuciante, pero me parece que se necesita un plan más a fondo para lograr algo en esta dirección.
Lo mismo ocurre con la eficiencia energética de las casas, que es muy baja y se pierde mucho del calor generado. Quizás con alguna modificación en el exterior de la vivienda, agregando capas aislantes o reemplazando el vidrio simple por doble se podrían revertir mucho las pérdidas (para más información buscar la nota de Alejandro González en Bariloche 2000). Yo me imagino un futuro con una estufa vieja y una nueva, manteniendo la herencia familiar y aprovechando mejor los recursos al mismo tiempo.
–¿Te parece que el subsidio en leña se puede transportar a la construcción de este tipo de estufas?
-Me parece que la mejor opción es apuntar a la eficiencia energética y a la autosuficiencia. También incrementar con Parques políticas integrales, aprender de la diversificación productiva implementada por el poblador, los huevos distribuidos en distintas canastas. De ese modo, sabiendo cuáles son las plantas leñateras predilectas, podemos pensar en cultivarlas haciendo un mix con plantas de crecimiento rápido, además de políticas que fomenten el cambio por las estufas de alto rendimiento y la mejora de la eficiencia energética de las casas.
–Ya nos diste un vistazo, pero contanos in extenso ¿Qué opinas respecto a la prohibición de sacar leña de Parques Nacionales?
-Pienso que históricamente las prohibiciones nunca tuvieron un efecto positivo, dado que llevan asociado un aumento en el valor del producto prohibido. Sí estoy de acuerdo con implementar prácticas de manejo. Y ahí me quedé corta con la respuesta anterior (por las prácticas de manejo). Así lo han hecho las comunidades que nos precedieron, y aunque hayan sido más pequeñas, podemos aprender de ellas acerca del manejo del paisaje. Uno puede utilizar leña del paisaje y no poner en crisis ciclos ecológicos si se aprende a hacerlo. En este punto la etnobiología tiene una concepción distinta del conservacionismo en cuanto a que los últimos separan al ser humano del medio ambiente creando, por ejemplo, parques nacionales mientras que nosotros (los etnobiólogos) creemos que hay que educar a la gente para lograr que a través del conocimiento valore y proteja el paisaje por sentirse parte (y se ríe acotando que está científicamente probado que somos parte).
–Siempre se pone como ejemplo a los países nórdicos en cuanto al manejo de sus bosques, pero vos estás poniendo ejemplos locales…
-No voy a ser naif, hay de todo. No todas las comunidades rurales están en sintonía con el paisaje, no se pueden desplegar usos sustentables cuando uno vive en condiciones limitantes. No hay duda que debido a ello, ciertas familias/sociedades tienen un saldo ambiental negativo (extraen más recursos de los que el ambiente puede sostener). De hecho, sería mucho más destructivo si los pobladores no contaran con un vasto conocimiento de su ambiente producto de la transmisión social y la experiencia directa. No quedarían plantas y no habría manera de alimentar animales.
Nosotros además proponemos que como sociedad urbana nos hace falta aprender de ese conocimiento, de las prácticas locales, que podríamos mejorar con conocimiento científico y conectarnos con el ambiente que nos rodea de otra manera.
–¿Cómo ocurre la transferencia de este conocimiento?
-Es muy fuerte la transmisión vertical de padres a hijos o de abuelos a nietos a la que se suma la oblicua a través del rol del maestro, del extensionista o de la radio como medio de comunicación. La transferencia de este conocimiento es básicamente oral y familiar, además de la experiencia concreta en el campo. En general los jóvenes que se vienen a vivir a la ciudad, se distancian de ese proceso y conocen un menor número de plantas, ya sean leñateras o no, que otro que crece con la práctica cotidiana.
–¿Hubo algún funcionario municipal o provincial que se acercara para consultarles (al grupo de Etnobiología de INIBIOMA) acerca de todo lo que fueron aprendiendo a lo largo de estos años?
-Hemos tenido acercamientos e interés, pero concretamente solo hemos formado parte de un proyecto, PRODEMA, articulado a través de Betina Cardozo (especialista en uso de leña y bioenergía, por INIBIOMA) con gente del INTI y del INTA para el uso de lana de oveja como aislante para techos. Por ahora, nada más que eso, hay mucho por hacer.
Por Juan Cabrera y Manuel De Paz.
Equipo de Comunicación popular Colectivo al Margen