El Gobierno suspendió las exportaciones de carne durante 30 días, pero no toma medidas de fondo para que pequeños productores y campesinos puedan abastecer el mercado interno. El precio de la carne aumentó 390 por ciento en cuatro años y se volvió un alimento de difícil acceso para los sectores populares. Una crónica desde la Unión de Trabajadores de la Tierra.
“Mientras los precios de la soja siguen tocando picos históricos, en nuestro país los alimentos se siguen encareciendo y la pobreza aumenta, tenemos que ayudarnos y solidarizarnos para que el pueblo no pase hambre”, dijo Juan Pablo Della Villa, secretario de Comercialización de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT).
El concepto es claro. Ante un Estado que sólo pone parches y no lleva a cabo políticas de mejoras reales para la gran mayoría de la población, Della Villa afirma: «Hay récord de exportación de commodities como la soja y récord de exportación de carne, mientras en la Argentina, con precios cada vez más caros, el consumo de carne es el más bajo de los últimos 30 años”.
Dos modelos agropecuarios
El contraste evidente. Por un lado, el campo exportador, la agroindustria, con récord de exportaciones, ingresos millonarios de divisas, el paquete de agroquímicos ligado a la producción, precios altísimos para el mercado interno y sectores populares que no pueden alimentarse bien.
Por el otro, el campo que alimenta con agricultura y ganadería familiar, un modelo de producción agroecológica y amable con el entorno, que ofrece precios accesibles para los bolsillos de las familias trabajadoras y propone condiciones de comercialización dignas para toda la cadena.
El reciente “corderazo” fue el ejemplo raíz para demostrar ese contraste. Los productores y productoras chubutenses agotaron en pocas horas los 400 corderos que pusieron a la venta. Podrían haber vendido el doble. “Duraron cuatro horas y no quedó nada”, explica Della Villa. En Avellaneda, sur del conurbano bonaerense, un sábado a la mañana había largas filas de autos y gente esperado por los corderos provenientes de la meseta chubutense.
Es el mercado real, con gente real. Y del otro lado del mostrador, productores reales. «Son productores y productoras de la meseta central de Chubut, en una zona precordillerana, que normalmente venden su producción de corderos a unos pocos frigoríficos y esa carne se exporta en un 90 por ciento o bien se le ofrece al turismo». Es carne que, normalmente, los productores la venden muy barata, se les paga mal, y después se exporta a precio dólar o euro.
¿Qué significa el corderazo en términos productivos? «Estamos revalorizando la producción de cordero patagónico en la meseta, una actividad fundamental para la economía regional”, señalan desde la UTT.
Los productores vendieron el kilo de cordero a 650 pesos (con una producción agroecológica) y les quedaron más de 400 pesos en el bolsillo; mientras el mercado tradicional les paga menos de la mitad. Della Villa explica: “El modelo concentrado de producción de alimentos genera riquezas para unos pocos, sube muchísimo los precios y genera una crisis social y alimentaria real. Del otro lado, si se impulsa el acceso a la tierra, la democratización de la comercialización y políticas públicas que alienten la producción, salen ganando todos”.
La necesidad de un Estado presente
Se podría replicar e incluso multiplicarse una acción como el corderazo a una escala mayor. “Pero hace falta la presencia activa del Estado”, afirman desde la UTT. Por ejemplo, a través de la creación de un frigorífico que sea público y al que puedan acceder las organizaciones campesinas que crían animales para consumo.
Si la faena se produce de modo artesanal, sin las condiciones adecuadas, es probable que esos animales no pasen la inspección del Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria). Por otra parte, los frigoríficos son empresas privadas que funcionan con la lógica del mercado concentrado.
“Con el corderazo se organizaron las familias productoras, contratamos frigoríficos y camiones y, aún con todos esos costos, llegamos con el kilo de cordero a 650 pesos. ¿Cómo sería si el Estado acompañara con una política pública para que la carne llegue a todas las mesas argentinas a buen precio? Si esto se aplicara además a la carne de cerdo, de vaca y de pollo, podemos pensar en una Argentina con mayor acceso a la carne en el mercado interno, especialmente los sectores populares”, afirma Della Villa.
Con una inflación galopante que se come los bolsillos de los trabajadores, una pobreza que abarca a 20 millones de personas (con casi siete de cada diez niños y niñas pobres), ¿por qué este tipo de iniciativas no son escuchadas y acompañadas?
¿Por qué el sistema estatal sólo ayuda al campo agroindustrial, el que envenena, no alimenta ni genera trabajo digno y además usa los frutos de la tierra como commodities?
“La gente se iba feliz porque iba a poder tirar un cordero a la parrilla para compartir con su familia – reflexiona el secretario de Comercialización de la UTT–. Eso lo han convertido en un bien de lujo, porque el cordero lo exportan y se enriquecen unos pocos”.
Corderos sí, megaminería no
El rol del Estado resulta fundamental. El abandono de la apatía política y la recuperación del incentivo también. Della Villa pone el foco en la “logística estratégica”, que deberían facilitarla los gobiernos: la meseta chubutense no produce otros alimentos (hay que abastecerla de frutas, verduras y otros comestibles) pero allí sí se puede producir carne de buena calidad. La propuesta del gobierno de Chubut, en cambio, es incluir a la meseta como una zona de “sacrificio” para el avance de la megaminería contaminante.
La “logística estratégica” para la meseta implica que desde allí salgan corderos y vuelvan otros productos desde otras regiones, con políticas públicas estructurales. Es lo que hace, en la práctica, la UTT: lleva alimentos a la meseta (como yerba, harina, frutas, verduras, aceite) y trae corderos para distribuir en otros puntos de la Argentina.
Della Villa remarca: “En un sector donde quieren instalar la megaminería como solución económica, hay un territorio fértil que puede producir carne sana para alimentar al país a precios populares. Pero falta el Estado con políticas públicas claras”. Desde su mirada, hace falta “un plan federal de abastecimiento de alimentos”. Allí entran la agroecología, el acceso a la tierra y al agua, la democratización de los circuitos de comercialización y la incorporación de tecnología.
El campo que alimenta
La UTT reúne a unas 600 familias productoras de carne, entre corderos, chivos y chanchos, en distintas regiones. En total, la organización nuclea a 20.000 familias productoras en 18 provincias del país, y el mapa productivo crece mes a mes. Mientras el sector agroexportador, ligado a las multinacionales, piensa cómo aumentar la velocidad de sangría de miles de toneladas de granos de nuestro país -en un contexto de alza de precio internacional-, la Argentina sigue batiendo récords de inflación, pobreza e indigencia: el 42 por ciento de los argentinos y argentinas tienen problemas para garantizar el alimento en la mesa familiar.
En este contexto de exclusión, especulación y concentración, el gobierno nacional, conducido por Alberto Fernández, continúa dialogando con los mismos actores que generan esa inflación, esa pobreza y ese hambre: consorcio de exportadores ABC, cámaras de la industria frigorífica y las grandes cadenas de supermercados (Coto, Jumbo, Vea, Disco, Carrefour, Walmart, Día%, La Anónima y Libertad).
El campo que alimenta sigue en pie de lucha con el objetivo final de generar una verdadera revolución alimenticia en Argentina. Con corderazos, verdurazos, alimentazos, yerbatazos y frutazos, los productores mejoraron sus ingresos entre un 30 y 50 por ciento -a pesar de la necesidad de miles de kilómetros en fletes refrigerados y sin ningún tipo de acompañamiento estatal- y la población recibe a cambio alimento sano, soberano y a precio justo.
La solución es con el campo verdadero: el cooperativo y solidario, el que lleva alimentos a las mesas argentinas, el que dinamiza el mercado interno, el que abastece el consumo de los 40 millones de habitantes, el que genera más de la mitad del empleo rural, la pequeña y mediana agroindustria que abraza las economías regionales.
El hambre se combate con los y las que producen alimentos para el mercado interno, y no con acuerdos con el campo agroexportador, los supermercados, los consorcios y las cámaras empresariales.
La UTT demuestra todos los días posibles soluciones, pero no alcanza con lo que pueda hacer una sola organización ni varias juntas. Es el Estado el que tiene que aparecer en toda su dimensión fortaleciendo el acceso a la tierra, los procesos financieros, productivos, logísticos y comerciales del campo que alimenta. Es la única forma de dar respuesta concreta al hambre.
Por Darío Aranda Agencia Tierra Viva
Fotografías: Gentileza UTT
Redacción
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen