Al Margen tuvo la hermosa oportunidad de compartir este Wüñoy Txipantu con la Lof Pillan Mahuiza, ubicada aproximadamente a 10 kilómetros de Corcovado, en lo que hoy se conoce como Chubut. Esta comunidad mapuche nuevamente decidió celebrar ceremonia en el territorio recuperado hace más de 20 años. Hasta allí llegaron algunas comunidades y amistades invitadas a celebrar este renacer. La experiencia vivida desde adentro y el testimonio del lonco, Mauro Millán.
No todas las comunidades realizan su propio wüñoy txipantu. No es porque no quieran, sino que a causa de la colonización y de los despojos territoriales, hay saberes que se fueron perdiendo. Incluso muchos se han ido transformando. Por eso, hoy hay prácticas que lejos de revindicar esos conocimientos ancestrales, se han ido comercializando.
“El wüñoy no es un hecho folclórico. Bajo ningún punto de vista. De hecho, fuimos deconstruyendo la idea del occidente, del catolicismo y de otras religiones de domesticar esta ceremonia”, explicó el lonko al tiempo que cuestionó el intento de imponer como día de celebración el 24 de junio, también conocida como Fiesta de San Juan. “Esta fecha nada tiene que ver con esta parte del mundo”, explicó Millan al referirse a la festividad cristiana en la que se conmemora el nacimiento de San Juan Bautista y en la que algunos países europeos y de Latinoamérica festejan la noche más corta o larga del año, según en qué punto del hemisferio se encuentren.
Para la cosmovisión mapuche, estos son momentos en los que “no solo nos reunimos para recibir la vuelta del sol sino también para ratificar nuestro compromiso con las fuerzas que habitan en el lugar, nuestra alianza con esas fuerzas y con otras comunidades”. “Para nosotros, como comunidad, como familia, es un hecho muy importante, muy trascendental. Experimentamos un hecho de felicidad colectiva”, agregó.
Por eso, todo lo que ocurre desde que inicia la ceremonia, tiene un significado que va en consonancia con lo planteado por Mauro.
Deconstruir la mirada colonialista
Depende de cada comunidad decidir el momento en que se realizara la celebración y si es que la hace en su territorio o se suma a la realizada en otro lugar. Hay un margen que se extiende del 20 al 24 o 25 de junio, según el calendario gregoriano. También deciden quienes participaran de la misma ya que no son espacios abiertos de forma masiva. Sino todo lo contrario y menos en contexto de pandemia.
La Lof Pillan Mahuiza recibió este nuevo año junto a quienes son parte de la familia pero también estuvieron presentes algunes integrantes de otras comunidades y amistades que si bien no teníamos en nuestras raíces tradición mapuche, venimos acompañando e interiorizándonos acerca de su manera de ver el mundo. Quien escribe, tuvo la hermosa oportunidad de compartir momentos únicos y privados que se agradecen profundamente y que se intentaran transmitir, sin otro fin, que acercar una perspectiva diferente, muy diferente a lo occidental hegemónico para romper con esa mirada instalada en los medios hegemónicos del mapuche como enemigo interno a combatir.
Hay muchas cosas por aprender e intentar empatizar. Cada palabra en Mapudungun engloba conceptos, la traducción no es literal, por lo tanto las explicaciones de lo vivido serán simples apreciaciones de quien busca despojarse de una mirada colonialista que le fue enseñada, por desgracia, por la historia oficial que se intenta deconstruir.
Crónica a orillas del Carrenleufú
Lo primero que se nos pidió a quienes no teníamos mucha idea de cómo sería el encuentro fue que dejáramos los celulares en un lugar apartado de donde pasaríamos prácticamente la mayor cantidad de horas. La idea es no contaminar los espacios sagrados donde transcurrirían todas las instancias que hacen al wüñoy, ya sea hacer ofrendas a la tierra, debatir, mantener vivos los fuegos, cantar, danzar, escuchar historias, sueños, relatos, compartir el alimento, entre otras.
También se nos pidió abrigo, mucho, ya que estuvimos al aire libre prácticamente esas 24 horas, tolerando escarcha por las bajas temperaturas. A las mujeres nos pidieron que nos colocáramos un pañuelo que cubriera nuestras cabezas durante todo el encuentro. Y a los varones lo mismo, pero a modo de vincha, en la frente. ¿Para qué? Para que no se nos vayan las ideas propias ni tampoco ingresen las ajenas, explicaron desde la comunidad.
La ceremonia comenzó el domingo 20 de junio luego de un almuerzo compartido. En ese momento, se nos convocó en ronda a presenciar el levantamiento del rewe, espacio sagrado en el que se plantaron árboles, cañas y la bandera mapuche y en torno al cual ocurrieron las rogativas y los momentos trascendentales.
También se encendió el pillan kutral, llama sagrada cuyas cenizas fueron puestas en una carretilla y arrojadas al Río Carrenleufú (que queda a escasos metros de la Lof) para finalizar la ceremonia, al día siguiente. El conocimiento ancestral dice que durante el Wiñoy hay una hora en la que las aguas heladas se vuelven tibias. Pero el calentamiento global ha hecho de las suyas. Algunes valientes, sobre todo les más jóvenes, se sumergieron ese 21 al medio día. Otres, solo nos lavamos cara y manos. El fin: la renovación. Dejar atrás todo lo traído para dar paso a lo nuevo.
Por ello, es muy necesaria toda la preparación previa para llegar a este momento final. Si bien la tarde del 20 acompañó y estuvo agradable, la noche fue helada y bajo cero. Pero el calor de un segundo fogón, donde se cocinó y donde también se compartió, hizo que los momentos sean más llevaderos.
Palabras de ñaña
En este segundo fogón hubo tiempo para transmitir palabra y conocimiento, para difundir noticias, para generar lazos, para pensar estrategias de resistencias. De este wüñoy, participó una papay, una ñaña, una anciana que vino desde lejos, muy querida por les presentes. Isabel Catriman contó la historia de sus antepasades, narró y describió su territorio en Laguna Larga, Provincia de Chubut, que se encuentra en conflicto con unos señores llamados Alejandro Samame y Nahuel Serra quienes dicen que ese campo les pertenece porque habrían comprado los derechos de posesión a Luciano Freeman, hijo del fallecido Lucio Freeman. Ella y su familia hoy denuncian allanamientos de la policía, prepotencia de los supuestos compradores y tratos violentos de quienes quedaron en el campo como “cuidadores” de sus intereses.
Madrugades al calor del pillan kutral
Casi no se descansó. Hubimos algunes que nos recostamos un par de horas, otres solo unos minutos, de manera alternada. A las 6 de la madrugada del 21, fuimos convocades nuevamente alrededor del pillan kutral para dar inicio a todo lo que siguió.
Vale aclarar que alrededor de ese fuego, al que se lo respeta y por eso no se arroja nada más que leña para cuidar que nunca se apague, ocurrieron cosas maravillosas: se contaron sueños y se los interpretó, se recordaron historias ancestrales, se compartieron experiencias personales, íntimas. Se aprovechó a quienes compartieron saberes ancestrales, se produjeron intercambios riquísimos sobre las luchas existentes en los territorios patagónicos y del mundo. Se habló de basta de terricidio y de las estrategias globales que se están tejiendo para ponerle fin, por ejemplo. Y también se debatió en torno a feminismos, opresiones, violencia de género, diversidad de géneros, lenguajes inclusivos, entre otros. Esta Lof tiene una fuerte y marcada presencia de jóvenes, que fueron escuchades y que supieron hacer un buen uso del sincretismo cultural como para dialogar e instalar discusiones hacia dentro de la comunidad que también les interpelan. Moira Millan, weychafe de Pillan Mahuiza, e integrante del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, acompañó y se sumó a esos momentos.
Todos los purrun ubicaron como epicentro este fuego sagrado, tanto los del domingo como los del lunes. Por supuesto, al rewe también. El primero de ese 21 fue a las 6 am. Esa madrugada sí que estuvo hostil. Hasta lloviznaba y los pies dolían. Pero ahí seguimos. Agradecimos la lluvia, pedimos por el sol, aṉtü, que supo hacerse presente de a ratitos.
Mientras sonaba el kulltrum, una especie de pequeño tambor que marcaba los pasos, mientras sonaban las pifilkas y una trutruka, cuyos sonidos son difíciles de imitar, giramos y bailamos en círculo una vez más, en sentido contrario a las agujas del reloj. Lo hicimos varias veces, tanto el domingo como el lunes. Lo hicimos de a dos. Quienes integran la comunidad siempre se ubicaron primero, luego quienes eran parte de otras comunidades y al final quienes observábamos atentes, acompañábamos e intentábamos seguir el ritmo de los instrumentos. Hubo algunes jóvenes que en algunos purrun se descalzaron. Cada tanto hubo gritos de aliento que se repitieron a lo largo de todas las rondas.
Después, aun de noche cerrada (aunque calculo serían las 7 pues nunca supe con exactitud qué hora era), casi todes se dirigieron en fila hasta el cementerio de la comunidad que queda bosque adentro. Allí se pidió permiso a los ancestros, a los ngen y los newen, los dueños y las fuerzas de la naturaleza que habitan el lugar, para poder continuar con la parte más significativa de la ceremonia. Es importante saber que esas fuerzas tienen nombres, habitan en lugares concretos y se manifiestan por señales claras, ya sea apariciones, fenómenos climáticos, sueños y demás. Esta vez, me quedé junto a otro encargado más, cuidando el fuego sagrado, para que no se apague y para que ninguna fuerza malintencionada se apropie de él.
Nguillatun
Una vez ocurrido todo esto, llegó el momento esperado: el nguillatun. Primero los varones, luego las mujeres nos acercamos al rewe para ofrendar muday, maíz fermentado, más yerba y agua, servido en recipientes individuales. Algunas veces, nos pusimos de rodillas. Otras, solo nos acercamos y alejamos un poco del rewe, mientraspalabras mapuches arrojadas al viento acompañaban de fondo, al igual que los instrumentos.
Hay algo que no se contó hasta el momento y es la importancia de los niños y niñas en los wüñoy que son quienes prácticamente los convocan y los preceden. Las kalfu malen y los piwceñ a quienes se atiende en todo momento para que nada les falte, que son quienes encabezan toda la ceremonia. En este caso, el responsable fue un sobrino del lonko Millan, que por iniciativa propia, porque así lo sintió, convocó para que la Lof decidiera realizar el encuentro allí.
¿Por qué celebrar?
“Este proceso de renovación que hace la naturaleza, que se prepara para afrontar este periodo y después volver a aparecer con toda su magnitud implica para nosotros un compromiso que en términos ideológicos es medular para el mundo mapuche”, dijo Millan a Al Margen una vez finalizada la ceremonia a orillas del río. Continuó: “todo lo que atente contra nuestro territorio, la naturaleza, por supuesto es antagónico a nuestra visión de la vida. Ya sea una minera, una petrolera, una represa. Cuando nosotros nos oponemos al capitalismo, que destruye, que propone muerte, por supuesto que inmediatamente agendamos un proceso de lucha y resistencia en nuestros territorios porque jamás vamos a aceptar el extractivismo en el territorio. Ese compromiso que asumimos, lo materializamos. Y el pueblo mapuche lo ha venido demostrando desde siempre. Porque somos los únicos que recuperamos territorio, que lo liberamos, que lo resguardamos. Que nos hacemos cargo como el Estado responde a estas acciones del pueblo mapuche. Nos judicializa, nos criminaliza y hasta nos asesina”.
Un nuevo ciclo con consciencia y espiritualidad
El mismo 21, cuando nos encontrábamos celebrando la vida y las alianzas, se publicó en medios de comunicación de Chubut, la idea del gobierno provincial de reflotar el Proyecto “La Helena” que tiene como fin “realizar 6 diques que comprenderían una gran represa para generar energía ya sea para la megaminería o para empresas chinas que se beneficiarían con el asesinato del río y la inundación de 11.000 hectáreas, donde dejarían bajo agua no solo al bosque nativo sino también a la comunidad. Esto tiene un impacto sobre el delicado equilibrio que tiene este lugar. Nada tiene que ver con la energía que tiene el común de las personas. Toda la mirada está puesta en el territorio para la extracción de esas fuerzas que habitan el lugar”. Nada es casual ni inocente.
Frente a ello, Millán opinó que “tenemos que deconstruir la idea de que la única razón de ser del ser humano es el consumo. Deconstruir esa idea de que luchar por un mundo respirable es entrar en un túnel de atraso. Porque eso es lo que dice ese sistema cruel. Nosotros luchamos para perpetrar no solo nuestras vidas, sino también las vidas, las existencias del territorio. No solo nuestras futuras generaciones, sino para las futuras generaciones de todas las vidas”.
“En el mundo están quedando pocos lugares como tenemos acá en el Wallmapu que hoy llaman Patagonia. Donde vos te podés detener en el medio de la ruta y tomar el agua pura que viene de los cerros. No solo no te hace mal. Sino todo lo contrario. Ya está sabido que todos los proyectos extractivistas benefician y alimentan a ese sistema de muerte. Nada tiene que ver con la gente, nada tiene que ver con desocupados. Nada tiene que ver con la gente que no la está pasando bien en términos económicos”, focalizó.
Para finalizar, dejó un mensaje. “Ojalá este nuevo ciclo, este comienzo de año, en esta parte del mundo, fundamentalmente traiga consciencia y esa consciencia seguramente nos va a permitir armarnos de herramientas necesarias para la lucha. De eso no cabe dudas. Nosotros los mapuches ya tenemos una trayectoria muy larga de resistencia y lucha y lo vamos a seguir haciendo por más que siempre se nos plantee un escenario complejo y difícil. Así lo dijimos en el rewe ahora que estuvimos celebrando la llegada del sol”.
¡Marichiweu!, respondemos ante ese coraje.
Por Luciana Avilés
Fotos: Gentileza Comunidad Pillan Mahuiza
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen