Demoliendo mitos
Cuando nos ponemos a indagar sobre el delito de trata de personas, cuando leemos testimonios de mujeres que han logrado salir de las redes de trata, cuando conversamos con mujeres prostituidas, con hombres prostituyentes, con mujeres y hombres de a pié en Bariloche, se repiten algunos mitos que sostienen, encubren, habilitan, la explotación sexual de mujeres y niñas.
Quizás sea importante volver sobre esos mitos antes de avanzar en la caracterización del delito. Porque la batalla profunda que se esta dando para limitar el accionar de las redes de trata de personas es cultural. Y eso nos incluye a todxs.
La violencia de género esta sostenida sobre una serie de creencias populares que habilitan situaciones que violan los derechos humanos delante de las narices de una gran porción de la sociedad, sin que esta se percate siquiera de lo que esta viendo. No tienen ni que mirar para otro lado: lo miran y pero no lo decodifican.
En este sentido, el proceso de cosificación de los cuerpos de las mujeres que vemos en los medios masivos (publicidades, televisión, diarios, revistas, etc.) trabaja nuestras mentes para que el comercio sexual nos parezca algo tan natural como comprar una heladera. El cuerpo de las mujeres es una mercancía, como la heladera. Y una vez que alguien se convierte en un “algo”, en una “cosa” que puede ser consumida, la posibilidad de ejercer violencia sobre ese “algo” se abre de manera ilimitada.
En el espacio de esta nota abordaremos las puntas de algunos mitos, para que después cada unx tire de la piola y trabaje sobre sus propios mitos, porque todxs los tenemos. Lxs invito a que piensen, al leerlos, cuantas veces los escucharon y en boca de quienes.
Vamos a los mitos.
Las “chicas” hacen un servicio social. Si no estuvieran, los hombres estarían como locos: Este es uno de los mitos fundantes. Posicionar a los hombres como portadores de un deseo irrefrenable, al punto de ser todos potenciales violadores de mujeres. ¿Es esto cierto? Me atrevo a afirmar que no. El hombre prostituyente tienen una característica especial, ya que se sabe que cuando alguien paga por sexo en realidad esta comprando el “vos hacé lo que yo digo”, osea: poder. Pero además de esto, en el mito se descarta que la mujer tenga siquiera deseo sexuales. Ellas hacen un “servicio social” ¿entonces los proxenetas y los tratantes le están haciendo un bien a la sociedad?
Las víctimas de trata están atadas, golpeadas, te darías cuenta: Este es uno de los mitos limpiadores de consciencia de los consumidores de prostitución. La realidad es que no te das cuenta. Las mujeres esclavizadas circulan por los prostíbulos sin moretones ni marcas porque las han quebrado antes mediante feroces golpizas, amenazas hacia ellas o sus familiares, drogas, es decir: las tienen atadas de una manera que no es visible para quien no lo quiera ver.
La prostitución es la profesión más vieja del mundo: ¿es esto así? La realidad es que es mucho más vieja la actividad de las mujeres trabajando la tierra, cosechándola, cuidándola, y cazando por el alimento; es ancestral el trabajo de las mujeres sobre la lana, el hilado, la confección de ropa, y el tejido. Por eso nos preguntamos ¿Cuándo es que el cuerpo de las mujeres comenzó a tratarse como una mercancía? ¿Es la sociedad de consumo el escenario perfecto para que esto suceda y se multiplique? ¿No es un poco religiosa la idea de condenar el cuerpo femenino, convertirlo en el mal de la historia y por ende habilitar la violencia? ¿A quién le sirve que pensemos que es la profesión más vieja del mundo? ¿Por qué instalar esta idea? ¿Será porque si es tan, pero tan vieja, es imposible de cambiar porque es casi “natural”? ¿Y quiénes no quieren que esto cambie?
Por eso decimos que el cambio profundo, para irles cercando el camino a estas redes oscuras como cloacas, es cultural. Cuantas más personas decidan correr el velo, mirar a los ojos estas situaciones y encontrar respuestas, menos capacidad de acción tendrán los hombres y las mujeres que se dedican a captar, secuestrar, trasladar, y explotar sexualmente mujeres y niñas.
Trata de personas, un delito complejo
La trata de personas implica diversas acciones y necesita una red de personas para concretarse. Por eso se lo denomina un “delito complejo”. El protocolo que completa la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional lo define como: “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación”.
Entonces, cuando hablamos de trata de personas no hablamos solamente de explotación de las personas. La trata implica diversas acciones. Es importante aclarar que una persona no tiene que cometerlas todas para que lo juzguen como tratante, sino que con realizar una de las acciones en esta cadena de acciones ya se considera que se esta cometiendo el delito de trata de personas. Por eso siempre se habla de red de tratantes, porque estos no actúan solos. Es importante destacar que la atomización de un delito de esta magnitud tiene una razón de ser: las personas que integran la red no se ven a si mismos como responsables.
Veamos cada una de las acciones de la red de trata:
Captación: Implica ganar la voluntad, atraer, reclutar a quien va a ser la víctima de este delito. Se realiza en el lugar de origen, a través de ofertas laborales, posibilidades de migrar, facilidades económicas o diversas promesas laborales que generan expectativas. Es importante destacar que en la mayoría de los casos, el captor o reclutador pertenece al mismo entorno social de la víctima, lo que genera en ella la confianza necesaria para aceptar la oferta. Las redes de trata hacen inteligencia, tienen gente dando vuelta por los barrios, buscando personas con una vulnerabilidad socioeconómica, de edad y/o de género. Cuando la detectan trabajan para captarla.
Traslado: Implica el desplazamiento de las víctimas, impulsado por los tratantes, desde el lugar de origen al lugar de destino, con fines de explotación. Consiste en generar la condiciones para garantizar el traslado (puede incluir el pago de pasajes, el traslado en vehículos propios, facilitación de contactos para el traslado, instrucción de la víctima para su llegada a destino). Por lo general las víctimas viajan acompañadas por un miembro de la red, quien se asegura que llegue a destino (salvo en los casos que viajan engañadas por un falso aviso de empleo).
Cuando cruzan las fronteras por lo general lo hacen con documentación propia, pero luego les sustraen la documentación.
Recepción: Implica albergar a la víctima en cualquier etapa con el propósito de asegurar su disponibilidad, como una mercancía.
Explotación: La finalidad de la trata es la explotación de un ser humano. La explotación suele ser: sexual, laboral o la extracción de órganos.
Para lograr la explotación las víctimas son retenidas en el lugar de la explotación mediante amenazas, falsas deudas, mentiras, coacción, violencia, suministro de drogas / alcohol, y bajo estas condiciones son explotadas.
En el año 2008 se sancionó en la Argentina la ley 26364 cuyo objetivo es la prevención y sanción de la trata de personas y la asistencia a sus víctimas. Desde entonces a través del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, se rescataron más 8010 personas en el marco de los operativos realizados sobre las redes de trata de personas.
Buscando a Marita Verón
La desaparición de Marita Verón y la búsqueda desesperada de su madre, Susana Trimarco, generaron un cambio en la sociedad respecto al delito de trata de personas y la explotación sexual de las mujeres. Se volvió más visible y más cercano el entramado social que permite el funcionamiento de las redes de trata de personas. Dejamos de pensar que los tratantes eran hombres grandes, feos, con acento “extraños”, personas “raras” y lejanas, como nos muestran las películas, y nos dimos cuenta que los captores pueden ser familiares, amigxs, vecinxs, novios con los que se generan compromisos precoces, entre otrxs. Nos percatamos que la mayoría de las veces hay complicidad, pero muchas más veces hay una mirada naturalizada sobre las situaciones de explotación sexual de las mujeres. Comprendimos que es necesario formar a los operadores judiciales sobre el delito de trata, que es necesario investigar a policías y funcionarios porque este delito no sucede sin el amparo de ellos. Y que hay que trabajar con camioneros, choferes y taxistas que andan por las rutas y pueden detectar situaciones de trata, y formarse para entender el lugar que tienen los consumidores de mujeres en esta red.
Revisemos un poquito la historia. El 3 de abril de 2002 Marita le dijo a su mamá que se iba al hospital. Tenía 23 años y una hija, Mica, de 3. Testigos contaron que Marita fue interceptada en la esquina de San Martín y Paso de los Andes, en la ciudad de Tucumán, y subida a la fuerza a un Duna blanco. Desde entonces, se sabe que fue privada de su libertad, traslada a la ciudad de La Rioja, y explotada sexualmente. Después de 10 años se inició el juicio por el secuestro y la desaparición de Marita (no por trata, porque la ley que incluye en el Código Penal el delito de trata es del 2008). Los imputados fueron 13, 7 hombres y 6 mujeres. La Sala II de la Cámara Penal, integrada por los jueces Emilio Herrera Molina, Alberto César Piedrabuena y Eduardo Antonio Romero Lascano, los absolvió a todxs a través de una vergonzosa sentencia en la que principalmente se desmerecen los testimonios de una decena de mujeres rescatadas de burdeles que dijeron haber visto a Marita. La sensación de injusticia fue nacional: la sociedad reaccionó con indignación y se organizaron manifestaciones espontáneas en todo el país rechazando el fallo. A pedido de la Presidenta se llamó a una sesión extraordinaria en el Congreso y se votó la modificación a la ley que lucha contra la trata de personas, y entre otros cambios, se eliminó la cláusula del “consentimiento” que impedía llevar a juicio a muchos proxenetas y tratantes. A fines de diciembre del 2013, la Corte Suprema de Justicia de Tucumán revocó la bochornosa sentencia absolutoria, y condenó a 11 de los 13 imputados. La resolución de la Corte señala un camino para que la justicia aborde casos de trata y explotación sexual. Quizás lo más sobresaliente de su intervención es que destaca “la urgente necesidad de que los empleados, funcionarios, fiscales y magistrados se encuentren más consustanciados con los valores democráticos a partir de una sólida formación en derechos humanos y, en particular, una perspectiva de género, todo lo cual resulta imprescindible para superar una mirada que hoy se presenta arcaica”. El vergonzoso fallo de los camaristas de la Sala II segmentó y fraccionó los relatos de las testigos-víctimas para encontrar contradicciones. La Corte, aplicando otra perspectiva, encontró relatos coherentes. Dice: “Los diferentes relatos aportados por las jóvenes no dejan ninguna duda a la hora de sostener la presencia de María de los Ángeles Verón en la provincia de La Rioja. Además de este hecho, los testimonios aparecen sólidos y concuerdan entre sí en numerosos puntos, tales como las fechas en las cuales la vieron, el modo de trabajo, la ausencia de posibilidades de comunicación, su descripción física, la forma de sometimiento como los sujetos responsables de cada local, entre otros puntos.” Si hay “diferencias relativas” sobre en qué local fue explotada cada una de ellas o sobre sus nombres de fantasía son cuestiones que “no tienen entidad para descalificarlas” porque la trata “provoca en las víctimas disociación, fragmentación y alteraciones en su memoria” y “no se puede descartar el valor de una testigo directa a partir de supuestas imprecisiones en la percepción temporal”.
Susana Trimarco valoró este fallo de la Corte Suprema de Tucumán, pero dijo que “Justicia será cuando encuentra a mi hija y a todas las demás”.
Existe en el país un número anónimo y gratuito para hacer denuncias si se sospecha que hay una situación de trata de personas. Es el 145. Podes llamar los 365 días del año. Las denuncias ayudan a combatir este delito, y salvan vidas.
Por Folorencia Taylor