Continuando con un proyecto iniciado hace muchos años, 2015 significó para el Centro de Educación Agropecuaria Nº 3 (Mallín Ahogado-El Bolsón) la concreción de diversas capacitaciones, charlas y jornadas destinadas a productores agrarios e interesados en comenzar a producir.
Junto a Miriam Pighin, coordinadora del C.E.A., repasamos diferentes puntos que vincularon a esta institución con la comunidad, partiendo de un punto esencial para comprender el vínculo creciente entre la agricultura local y los demás sectores:
-¿Cuál es el rol de las instituciones, en el sector productivo?
Las instituciones del sector funcionaron, en un principio, como un acompañamiento de algunos gérmenes de organización incipiente. Entonces desde lo institucional, y con las líneas de trabajo que tenemos cada una, acompañamos a esas organizaciones.
-¿Y cuál es esa relación hoy?
En este momento lo que estamos viendo con muchísima alegría es que no hacemos tanta falta. Por ahí nos preguntamos si siguen necesitando que los acompañemos, cómo, dónde, cuándo; o si nos podemos dedicar a otra cosa. La experiencia que tuvimos con el grupo de la Feria de la Agricultura Familiar -que se organizó en un principio desde una mesa de Economía Social, contando con poquita participación-, fue formidable, porque finalmente lograron una autonomía importante en relación a las instituciones del sector; y eso está buenísimo, más allá de que yo pertenezca a una de esas instituciones: es como un objetivo cumplido.
-Ya que mencionás el caso de la Feria Franca, ¿qué valor le asignás a espacios como este?
Este lugar viene a facilitar que los agricultores se puedan dedicar a la tierra. Y si bien hay productores a los que les gusta vender, no pasa lo mismo con todos. Entonces en esto consiste la tarea de las instituciones, desde el Estado: ayudar a organizar estos espacios que facilitan esta parte de la cadena de agregado de valor
-Organizar y fortalecer…
Justamente me parece que esa es la clave: fortalecer la organización interna es lo que le va a posibilitar a estos grupos transitar lo que se viene, que es incierto. Una de las pautas importantes que se marcó desde las organizaciones es justamente ese: el fortalecimiento de la organización interna. Que ellos sean capaces de tomar sus propias decisiones, de llevarlas adelante, de fortalecerse ante una eventual política adversa. Sigue siendo esa la clave. Me parece que el espacio se va a defender si los productores siguen unidos, y logran más unión entre los diferentes grupos, sobre todo sin perder de vista el fortalecimiento de la producción primaria, que es el objetivo fundacional de este espacio. No tendría sentido juntarse si no se tiene en cuenta a quien está en este momento sembrando y cultivando en una chacra. Y hay que tejer esas estrategias para que los agricultores se puedan dedicar a la tierra.
¿Cuánta gente concurrió a las actividades dictadas en el CEA, durante 2015?
Realmente fue mucha, pero no hacemos un análisis cuantitativo, sino más bien atendemos los resultados. Y vimos que, por ejemplo, cada vez más gente termina de hacer el curso de chacinados y embutidos, y se va a carnear sus chanchos; termina de hacer el curso de panadería, y se va a elaborar su pan y sus facturas para sus familias, o termina con su curso de plantación de frutillas, y va a plantar frutillas.
-Y de lo vivido, ¿qué experiencias destacás?
Una de las innovaciones que implementamos fue buscar la estrategia para cerrar ciclos de producción y elaboración. Por ejemplo, el Proyecto Trigo, el que finalmente concluyó en una boca de comercialización.
-También incursionaron en las compras comunitarias…
Sí, otro buen resultado fue la organización de compras conjuntas: hicimos compras comunitarias de semillas de papa, de nylon para invernaderos, de plantines de frutilla, de pollos parrilleros. Y nos llevamos una sorpresa, porque lo empezamos a hacer en el marco de un programa que tenemos en nuestra planificación, y que habla de disminución de costos de producción. Y una de las posibilidades de disminución de costos es justamente la organización de las compras. Cuando sacamos las cuentas, vimos a través de los rollos de nylon que vendimos, que este año se construyeron más de 100 invernaderos de 6 metros por 4 metros, en Mallín Ahogado.
Vendimos 10.000 plantines de frutilla; y eso significa un montón de kilos de fruta. Hay que sumar 50 kilos de papas-semilla, lo que implica en el peor de los casos, que va a haber una cosecha de algo más de media tonelada de papas cultivadas en Mallín.
Al hacer un análisis de este proceso de compras comunitarias conjuntas, nos dimos cuenta que la gente empezó a comprender que no tiene que esperar a que les regalen las cosas. Antes venían algunos productores a preguntar “¿cuándo reparten el nylon?”; ahora consultan por el precio del metro de nylon: la gente decidió invertir en la producción de alimentos, a poner su esfuerzo en producción para autoconsumo, y para la venta. Esto nos abre la esperanza de que las tierras rurales sigan siendo consideradas por su valor productivo, sin tener que ir a parar al mercado inmobiliario. Esto es una alegría para nosotros.
-Un balance realmente positivo. ¿Cómo se reflejó esto en el cuerpo de directivos y capacitadores del CEA?
Nos queda la alegría de encontrar un grupo que se fortalece cada vez más. Los avatares políticos no nos echan para atrás. Tenemos la fuerza de la organización con nosotros; y mis compañeros se sienten parte, se sienten dueños de esto; se sienten con derechos, y los van a seguir sosteniendo esté quien esté.
Por Red de comunicación agricultores familiares del sur / Agencia de noticias Nodo El Bolsón (“Raíz”, revista de Agricultura – Cooperativa Comarcal de Medios)