La presencia de glifosato en tampones y toallitas -que suma un ítem a la lista de daños para la salud-, el gasto económico y ambiental que implican estos métodos y la necesidad de conectarse de otro modo con el ciclo menstrual, más libres de las imposiciones heteropatriacales, son algunos de los motivos por los que cada vez más mujeres eligen alternativas como la copa menstrual y las toallitas ecológicas. Trece mujeres cuentan cómo transitan su ciclo, alejadas de la concepción de la menstruación como algo sucio, innombrable o tabú.
“Es práctica”. “Es cómoda”. “Es económica”. “Es higiénica”. “Es ecológica”. “Es fácil de transportar”. “No tiene químicos”. “Rompe el tabú de la menstruación”. “Te permite vincularte con tu cuerpo de otro modo”. Carolina M., Rocío, Sil, Sol, Carolina B., Mariana, Chantal, Candela, Lucía, Julia, Ailin y Alba eligieron usar la copa menstrual, aunque no se conocen y algunas ni siquiera viven en la misma ciudad, las respuestas se repiten una y otra vez como si se hubieran puesto de acuerdo.
La copa menstrual es un dispositivo de silicona con forma de copa que se inserta dentro de la vagina durante la menstruación y contiene la sangre que se desprende del útero. Una vez llena, su contenido se desecha, se enjuaga y se vuelve a utilizar. Quienes la usan dicen que bien puesta es imperceptible. “Te olvidás que estás menstruando”, repiten.
Excepto dos, todas tienen 30 años o menos. La mayoría la usa hace uno o dos años, otras cuatro o más y algunas la descubrieron hace dos o tres meses.
Los motivos son siempre los mismos. “Es práctica, es cómoda y ni se siente. Es lo mismo que usar tampones pero sin químicos”, dice Carolina B. “Son muy tóxicos los métodos comunes, contienen varios químicos nocivos y blanqueadores que aumentan la posibilidad de contraer enfermedades uterinas y en la piel, entre otras, y el algodón que utilizan es transgénico y por ende cancerígeno. La cuestión del consumo obligado también me molestaba de lo métodos comunes: mes a mes consumir productos descartables”, cuenta Rocío.
“Desde mi embarazo comencé a conectarme mucho más con mi ciclos, con mi naturaleza femenina, a ser más consciente de las decisiones que tomo sobre mi salud sexual y reproductiva. -recuerda Carolina M.- Me tenté de usar la copita debido a experiencias de conocidas y recomendaciones de internet. Cuando usaba toallitas o tampones tenía episodios de micosis muy frecuentes, notaba el olor desagradable que generaban al menstruar y además lo sucio que era usarlas por la contaminación ambiental y visual que se genera”.
“Uso la copa desde hace seis años porque es lo mejor que me pasó en la vida”, sentencia Lucía. Y sigue: “Es más higiénica, cómoda, práctica, segura, respetuosa del medio ambiente que cualquier otro método que conozca además de ser un elemento de autoconocimiento del propio cuerpo y derribadora de tabús respecto a la menstruación”.
Sol la usa “fundamentalmente por comodidad”. Chantal coincide y agrega “incluso comodidad moral ya que no genero basura”.
Ailin la usa hace poco y cuenta que la inquietud surgió “más que nada por una cuestión de salud y lo que decían de la comodidad”. “Ahora lo comprobé, y no la dejo más”, asegura. Alba reconoce que desde que usa la copa menstrual, hace aproximadamente tres años, “se para en otro paradigma”. “En esta cultura la menstruación es un tema tabú, algo sucio que hay que ocultar. Usar una copa significa reconocer ese proceso”, explica.
La copa menstrual “nos conecta con nuestro ciclo”, dice Candela. “Para mi es re loco como cambia la relación con la menstruación en sí misma, es decirme cómo es la sangre, qué color y consistencia tiene, y poder comparar de mes a mes si varía. Me parece que también se trata un poco de conocernos más lo que pasa en nuestros cuerpos, y recuperar algo de esos conocimientos que las diferentes historias médicas y farmacológicas o cosméticas nos fueron robando”, cuenta Julia.
“Necesariamente te encontrás frente a frente con tu sangre, pero no ya como algo en estado de descomposición en una toalla que te incomoda o en un tampón horrendo, sino en su estado más puro. Te topás con eso que siempre te hicieron hacer creer que te tenía que dar vergüenza, pero sin esa carga”, opina Sol, para quien la copa “ayuda a mínimamente problematizar algo: ¿qué es eso que sale de mi cuerpo, que siempre me dijeron que era horrendo, que no podía nombrar en la mesa, que tal vez no podía nombrar en ningún lugar de la casa, con lo que me jodían en la escuela, la posibilidad de mancha que era mi terror, eso que la ginecóloga siempre me quiso incitar a desaparecer o minimizar?”.
“Desde que uso la copita, descubrí mucho más cómo es mi ciclo, qué cantidad de sangre pierdo y cómo es su composición, por ejemplo que no tiene olor desagradable”, cuenta Carolina M. A Chantal le pasó lo mismo: “Con la copa logré conocer el verdadero olor de la menstruación que no es fuerte ni feo”, dice. En comparación con otros métodos, Mariana observó que “de la menstruación en sí, cambia la contextura, la cantidad, el color”.
“Me parece que usar la copita es un acto cercano a una conciencia diferente sobre menstruar, sobre cómo sentimos y percibimos nuestros ciclos. La aceptación de algo que nos educan a temer y a ocultar. Una forma de consumo responsable”, indica Rocío.
Siempre libre, pero de contaminación
“No contamina ni nos contamina el cuerpo”, asegura Candela. El uso de copa menstrual hace disminuir la cantidad de residuos que se generan. Considerando la población argentina femenina en edad de menstruar y el uso promedio de cada una de ellas se puede estimar que por año se desechan más de tres millones de tampones y toallitas industriales.
Quienes la usan señalan que no sólo es importante cuidar el ambiente, también cuidar el propio cuerpo. En octubre del año pasado se difundió un estudio realizado por el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de la Plata en el que encontraron glifosato, o su derivado AMPA, en algodón, gasas, hisopos, toallitas y tampones. El 85% de todas las muestras dieron positivo para glifosato y el 62% para AMPA. En algunas marcas de tampones y toallitas encontraron tanto AMPA como glifosato. Según la Organización Mundial de la Salud el glifosato es un herbicida potencialmente cancerígeno. Julia cuenta que entre todos los motivos que la llevaron a usar la copa menstrual, ver la noticia de este estudio la llevó “a pensarlo cada vez más como posibilidad a concretar”. Mariana explica que “junto con las toallas de tela, [la copa] evita el Sindrome de Shock Tóxico, una enfermedad causada por una toxina que suelen contener toallitas y tampones descartables para la máxima absorción, que más de una vez podemos llegar a padecerla por utilizar estos métodos, pero confundimos sus síntomas con los de gripes o descomposturas”.
Menstruar en tiempos de crisis
La copa menstrual, según las entrevistadas, dura entre cinco y diez años dependiendo la marca y a ellas les salió entre 300 y 500 pesos. “Es crisisfriendly”, dijo Chantal. “Resulta mucho más barato, porque hacés una inversión de una vez, y por cinco años no le comprás a la industria de toallitas y tampones, ninguno de sus productos. Y eso, está buenísimo: tener el poder de dejar de comprarles”, cuenta Julia.
En comparación con las toallitas industriales o los tampones es mucho más económica. En los supermercados una toallita o un tampón sale entre tres y seis pesos, si consideramos que deben cambiarse en promedio cada seis horas, en cinco días de sangrado una mujer usará aproximadamente veinte. O sea que en un año necesitará unos 240, en cinco años -lo mínimo que dura una copa menstrual- serán 1200, lo que saldrá aproximadamente entre 3600 y 7200 pesos. Y eso sin considerar la inflación.
“Cuando la empezás a usar te das cuenta que es genial y es buenísima y ahí te preguntás qué intereses hay detrás que no nos enteramos que hay otros métodos alternativos a la toallita o al tampón”, reflexiona Alba.
En Neuquén hay algunas personas que las venden y se pueden contactar escribiendo a las páginas de facebook: “Copa Menstrual LifeCup – Neuquén” o “Lunaticup Copa menstrual Neuquén”. También se puede encargar directamente en www.maggacup.com.ar.
Lo que no está tan bueno
8300 les preguntó a las usuarias de copa menstrual si había algo que no les guste de usarla. “Si, que me tengo que tomar mi tiempo para poder colocármela correctamente”, dijo Carolina B, que igual que otras entrevistadas complementa el uso de la copa con protectores de tela ecológicos. Aparentemente la colocación es el talón de aquiles de este método pero con la práctica puede resolverse. “Cuanto estoy con los ánimos cruzados y atravesada por cuestiones no están fácil ponérsela, puede sentirse invasiva la colocación aunque después no la sentís casi nada. Es extraño que la sangre se acumule en un tapón ajeno al organismo -de silicona- interrumpiendo el canal y el desprendimiento”, cuenta Rocío. “Al principio me costó agarrarle la mano, pero una vez que me acostumbré a cambiarla se terminaron los problemas”, recuerda Sol. Son varias las que al principio les costó aprender el mecanismo de inserción, “lleva algunos ciclos”, señaló Carolina M.
“No me gusta cuando no me acuerdo dónde la guardé”, dice Chantal y se ríe. El otro perjuicio que algunas señalan es la necesidad de estar atentas a cuando están por menstruar para tener la copa a mano, ya que diferencia de los métodos descartables no se puede adquirir en la calle o pedir prestada.
El gran enemigo de la copa menstrual es el baño público: “Es incómodo vaciarla y lavarla en lugares públicos”, dice Rocío. “Si no se dispone de baños cómodos se complica cambiarla o limpiarla”, cuenta Sil. La copa “me ayuda a ver la pésima calidad de baños que toleramos las mujeres, a veces sin agua ni puertas”, dice Lucía. “Te manchas los dedos cuando te la sacas, entonces si estas en un baño público sin bacha es más complicado”, coincide Alba. Cabe aclarar que este método requiere menos cambios que otro, por sus características puede usarse hasta 12 horas seguidas y la mayoría de las entrevistadas contaron que la cambian dos o tres veces al día solamente.
Toallitas ecológicas, la otra alternativa
Magdalena tiene 25 años y hace tres que usa toallitas femeninas ecológicas, que tienen una forma similar a las industriales pero son de tela de algodón y reutilizables.
“Las uso y las confecciono ya que son una alternativa económica, saludable y ecológica a las toallitas y tampones industriales. Económicas, ya que invertís una vez y al ser reutilizables luego de lavarlas quedan como nuevas sin tener que gastar mensualmente como con las industriales. Saludables, ya que están hechas con materiales lo más naturales posibles, como el algodón, para una buena absorción, respirabilidad y cuidados de nuestra zona íntima y no como las industriales que se hacen con materiales sintéticos que no permiten la respiración de la piel, generando mayor humedad, olores e irritación”, explica. “Y ecológicas ya que son reutilizables, evitando la contaminación que se genera con las toallitas, tampones y protectores desechables”, agrega.
Además de resultar económicas, ecológicas y saludables, Magdalena señala que “al tiempo de usarlas, notás la diferencia en tu ciclo menstrual: no hay excesivo dolor, hay mayor aceptación, vinculación e interiorización de una misma. Desarrollás un amor propio que ciclo a ciclo te va sanando ya que en el proceso de menstruar eliminamos no sólo un óvulo que no fue fecundado sino mucha energía estancada y un poco negativa que conteníamos dentro”.
Magdalena señala que a veces cuesta “tomarse unos minutos extra para lavar las toallitas” pero que concentrarse en ese momento le sirve también para escaparse de los pensamientos y preocupaciones del mundo exterior y centrarse en ella y su proceso interior.
Explica que pese a que la copa menstrual es más práctica porque no requiere lavarla, ella no la recomienda “ya que está hecha de silicona, material derivado del petróleo, que en el interior de nuestra vagina puede desprender partículas que hasta pueden viajar por el torrente sanguíneo, nada natural para nuestro organismo. Y además, al estar dentro de nuestro cuerpo y contener todo ese flujo, obstruye no sólo el fluido sino lo energético del proceso”.
Magdalena junto a dos amigas confeccionan y venden este tipo de toallitas, no sólo para tener una entrada económica, también para “poder compartir la información y saber del ciclo menstrual”. Hay de diferentes tipos: con alas, nocturnas, protectores diarios. Dice que la duración varía del cuidado que se les dé. “Yo las mías las tengo desde hace casi tres años y están como nuevas”, cuenta. Podés contactarte con ellas a través de la página de facebook “Bella Lunática”, donde también comparten información “para concientizar y poner en reflexión a todo aquel que la lea”.
Por María Pía Borja – 8300.com.ar