El rol de los Equipos Técnicos de Apoyo Pedagógico (ETAP) es, como su nombre lo indica, pedagógico. ¿Pero qué ocurre cuando lo pedagógico es superado por lo social, por la constante vulnerabilidad en la que viven niños, niñas y adolescentes?
Los niños y niñas que ingresan a la escuela secundaria, están atravesados por crisis naturales de la etapa que les toca vivir: dejar la niñez, la escuela primaria, e intentar acomodarse al mundo del ser joven “adulto”. Esta crisis no suele ser vivida en silencio, lo que comienza a generar las primeras señales de alerta. El ingreso al Nivel Medio suele ser difícil, lo que evidencia una falta de articulación entre la escuela primaria y la secundaria. Pero, además, a eso debemos sumarle la problemática social que toca de cerca a la infancia y a los adolescentes. Entonces, nos queda un combo demasiado grande.
“El fortalecimiento de las líneas pedagógicas de Inclusión Educativa para niños y jóvenes figura entre las prioridades planteadas para 2016 desde el Ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro.”, se anunciaba en enero de este año. Y comenzamos a transitar esta intención política con más o menos tumbos en cada escuela. Inclusión hace referencia a la individualidad de cada ser humano dentro de la escuela, pero no solo de aquellos que padecen alguna discapacidad, ya que la educación secundaria es un Derecho y todo adolescente debería poder permanecer dentro del sistema. Segunda alarma.
Entonces, ¿cuáles son las estrategias que existen desde el Ministerio de Educación para que este Derecho se cumpla? Una de ellas es el fortalecimiento de los Equipos Técnicos con los que cuentan las diferentes Supervisiones de Nivel Medio. En nuestra provincia, el ETAP de nivel medio está conformado por cuatro personas: un técnico/a pedagogo, un técnico/a psicopedagogo, un técnico/a psicólogo y un técnico/a asistente social. A estos roles se los llama perfiles. En este contexto intentamos encontrar respuestas, por ello entrevistamos al técnico psicólogo, Sergio Giménez, y a la técnica asistente social, Marcela Biagioli, del ETAP de la Supervisión II zona andina, a cargo del Supervisor Ricardo Fernández.
-Esta supervisión tiene a cargo siete escuelas sólo en el turno mañana, entonces ¿cómo se organizan?
–Este equipo se organiza en duplas que son variables a lo largo de la semana y vamos un día fijo a cada escuela. Cubrimos las siete escuelas en cuatro días y el quinto día de la semana tenemos reunión de equipo donde nos ponemos al tanto de todas escuelas que tenemos a cargo.
Este equipo trabaja en conjunto hace cinco meses, es decir, desde que comenzó el ciclo lectivo porque se renovó un perfil. Las otras tres personas trabajan juntos hace dos años y algunos hace tres.
Esto es así porque uno de los cargos es movible todos los años, es decir, todos los años cambia una persona. ¿Qué genera esta constante rotación? Cierta inestabilidad laboral, hasta que no titularizan en sus cargos, son interinos o realizan suplencias largas. Un punto a favor de esta dinámica del sistema, medio agarrado de los pelos, dicen los integrantes del ETAP, es favorecer la inter-disciplina. Pero para el trabajo en equipo y el trabajo del equipo en la escuela, esto representa una contra, ya que no favorece la pertenencia ni la confianza que se genera hacia el interior de las instituciones escolares.
– ¿Qué lectura hacen las demás organizaciones del ETAP?
– Que el ETAP no hace nada. Estamos estigmatizados desde nuestro rol y tiene que ver con que el ETAP durante mucho tiempo laburó individualmente con pibes al interior de la escuela y sin vincularse. Y también, en esto hay distintas formas de trabajo y abordajes de los equipos. Pero para otras instituciones que tienen otro funcionamiento, más barrial o más macro, la sensación es que el ETAP no aparece nunca.
En lo literal recibimos un escrache en el primer encuentro. Hay como una sensación de que el ETAP es un ámbito que reúne muchos profesionales que no se visibilizan en el campo, es decir, en el volumen de trabajo. A veces uno cae en la tentación de hacer el trabajo y dejarlo al interior del equipo y no relacionarse, y es un error muy grave porque uno necesita de otras instituciones, con sus deficiencias, como las tenemos nosotros como Supervisión Educativa o como la puede tener un Operador de Desarrollo o un psicólogo del Hospital.
Creo que también lo que sucede es que el rol del ETAP es más bien pedagógico y eso es bien exclusivo de la escuela y hace que haya distancia. Tampoco tenemos una instancia que nos nuclee desde nuestro rol técnico. Nuestra dependencia técnica está en Viedma.
Se puede considerar que el ETAP es el equipo técnico provincial con el espectro más grande de trabajo, por la cantidad Y diversidad de perfiles: un ETAP trabaja tanto con un chico que no aprende como con otro que fue abusado, y el abanico es gigante. No hay otra institución que haga eso.
– ¿Con qué otras instituciones trabajan?
– Con el CAAT a través de las becas escolares, con Desarrollo Social, en oportunidades con Centros de Salud. No tanto con el Hospital, nos cuenta mucho lograr derivaciones, ahora con el tema de la Inclusión Educativa hay muchos casos psicopedagógicos que requieren de un apoyo por fuera de la escuela y nos está costando un montón trabajar con el hospital, por falta de recursos, de gente, de profesionales. No hay un camino hecho. El tema del abordaje junto con salud se nos complica. Y en algunas ocasiones hemos trabajado con Grupo Encuentro y organizaciones barriales. También con psicología de la Municipalidad, con quienes estamos trabajando bien.
– ¿Cuáles dirían que son los aspectos a mejorar de esas intervenciones con otras organizaciones?
-Muchos. Hay que unificar criterios de intervención, de emergencia, de seguimiento. Por ejemplo, para nosotros es una situación de vulnerabilidad el solo hecho que un chicx deje la escuela, pero para otros organismos no. En general lo que derivamos a Desarrollo, por ejemplo, son emergencias, situaciones de vulnerabilidad que exceden a la escuela desde su función pedagógica. Algo que funcionó es realizar reuniones conjuntas en la escuela, con la familia y otros organismos, estableciendo estrategias de trabajo.
La territorialidad.
A través de capacitaciones a nivel nacional se sigue viendo la necesidad de territorialidad y la inter-institucionalidad porque no hay una línea en común a seguir entre los ETAPs con respecto a muchas cosas. De a poco vamos teniendo trabajo conjunto. También cuesta tener una línea en común entre los ETAPs de otros niveles (inicial y primaria). Uno de los principales pedidos que se le hizo a la DAT (la Dirección de Asistencia Técnica) es que territorialice los Equipos Técnicos, que nosotros seamos de un territorio, que tengamos la escuela de un mismo barrio. Hoy recorremos desde el San Francisco IV hasta el 2 de Abril.
– ¿Fortalezas del ETAP?
-Los distintos perfiles, lo interdisciplinario, muchas y diferentes formas de ver a un mismo sujeto; la pertenencia a las escuelas que se ha generado; figuras nuevas pedagógicas (Técnicas de Apoyo Escolar, los maestros fortalecedores, etc.) que ayudan al trabajo del ETAP y apoyan un criterio muy fuerte dentro de las escuelas y muchas leyes en estos últimos años que colaboran en el trabajo del ETAP; también la capacitación a nivel federal.
_ ¿Debilidades del ETAP?
-Deficiencia en cuanto a la cantidad de profesionales, todas las capacitaciones que nos traen de Nación hablan de los Equipos de Orientación que se encuentran en Buenos Aires donde hay uno por escuela. No se si es lo ideal, pero a veces hace falta porque está difícil la realidad de muchos pibes y el ETAP se queda corto, respecto al acompañamiento, yendo a la escuela una vez por semana. Cada día que uno llega a la escuela son emergentes nuevos. Otra debilidad es terminar cayendo en lo individual por la complejidad de los casos, lo que impide un tipo de laburo más institucional, de poder laburar por proyectos. No tener otro tiempo en la escuela para poder trabajar otros proyectos: taller de repitencia, de reingreso, orientación vocacional, mediación escolar, que abarquen a más pibes y no caer en la individualidad, que después dificulta el acompañamiento. La tendencia desde Provincia es el trabajo con estos dispositivos institucionales.
El año pasado, este Equipo realizó una denuncia en la justicia Federal relacionada con la asistencia de muchos alumnos y alumnas a fiestas. “Empezamos a escuchar en varias escuelas que se hablaba de fiestas con ciertas descripciones particulares, chicos que no se conocían entre sí, que repetían lo mismo: una casa, cien personas, hay de todo (droga, alcohol, chicos con armas, adultos que le dan plata a las chicas a cambio de favores, etc.) y nos sorprendía que estaban siendo organizadas por Facebook y que variaban de barrio, los pasaban a buscar por puntos de encuentro. Los pibes, desde su naturalidad, contaban situaciones que eran de riesgo, y que duraban todo el fin de semana. Estas fiestas ya se estaban mencionando en otras instituciones como Desarrollo Social o alguna salita de salud. Lo que denunciamos fue puntualmente la organización de estas fiestas a la justicia penal para que investigue el involucramiento de adultos y la tenencia de drogas y de armas”.
Este sólo ejemplo tal vez sirva para visibilizar una realidad que excede a la escuela. Una realidad que no puede ser abordada sólo desde el interior de cada escuela y que exige que todas las instituciones involucradas en la protección de Derechos de niños, niñas y adolescentes comiencen a transitar el camino del trabajo en equipo. Tal vez así algunas alarmas dejen de sonar.
Por Mariela Martínez
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen