Ciudad de Buenos Aires, noviembre del año 2016. Niñas, niños y jóvenes de villas, asentamientos y conventillos se ven afectado por una cantidad de situaciones en su vida cotidiana. Marginación, expulsión y exclusión son los signos que día a día marcan a las infancias populares.
Pitu, Pola, Nehuen, Lucas, Kevin, Nuria, Natalia, Ivan, Ezequiel son los nombres propios que equivalen a la innumerable cantidad de jóvenes y niños y niñas que cotidianamente sufren el desamparo por su condición de pobreza.
Pitu y Pola, dos hermanitos que hace tres años no pudieron escapar de un incendio, de esos que frecuentemente suceden en los conventillos de La Boca. Nehuén murió atropellado por un patrullero. Lucas quedó cuadripléjico. Muerte y paraplejia a manos de las fuerzas de inseguridad, de la Policía Metropolitana. Tres años antes, Kevin fue alcanzado por una bala perdida que provenía de una pelea entre bandas del barrio.
Lucas tenía 20 años cuando un oficial, descontrolado, de la maldita Metropolitana lo acribilló y lo dejó cuadripléjico. Nehuen tenía 18 cuando perdió su vida arriba de una moto, atropellado por un patrullero de la misma fuerza, que además intentó modificar la escena del crimen. Kevin, una corta vida de 9 años perdida cuando las bandas del barrio se enfrentaron en una disputa con las fuerzas de ocupación de los barrios, la Prefectura, como espectadores cómplices.
Nuria y Natalia, dos adolescentes, fueron acuchilladas hace pocos días en Plaza Irala. Unos días antes Ivan y Ezequiel, en Villa Zabaleta, son torturados y amenazados por quienes representan al Estado con el uniforme de la Prefectura. Algunos nombres propios para situaciones cotidianas e invisibles que se suceden en los barrios del sur de la ciudad.
Hace unos días nomás, una caravana de niños y jóvenes partió de La Plata y llegó a Plaza de Mayo, con paradas en varios barrios populares para visibilizar la situación que afecta a la infancia, condenada sin haber cometido más delito que su pertenencia a los sectores más vulnerables de la población.
Las situaciones de consumo de paco se multiplican en las barriadas, diezmando a la población más joven, que representa el futuro y la esperanza.
El Cinturón Sur
En el mes de septiembre pasado vio la luz un Informe presentado por el Juez en lo Contencioso Administrativo de la ciudad, Andrés Gallardo, un importante relevamiento del 2016 sobre el paco, los consumos y efectos en el Cinturón Sur de la ciudad. La investigación fue una decisión del Consejo de la Magistratura cuya coordinación le delega al magistrado. En el informe se reúnen los datos precisos y, a la vez, muestra la desarticulación de las diferentes instancias para cubrir una problemática de gran complejidad. Quizás allí se puedan encontrar algunas claves para pensar la problemática.
De acuerdo con los resultados del último censo nacional de población, realizado en 2010, el 82% de la población residente en villas y asentamientos habita en el sur de la ciudad, especialmente concentrada en la Comuna 8 –barrios de Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo–, en donde vive más de la tercera parte de la población de villas y asentamientos censada. De acuerdo con la información oficial del Gobierno de la Ciudad, se contabilizan en el área urbana 15 villas, 2 núcleos habitacionales transitorios y 24 asentamientos.
El 68% de los niños y niñas, y adolescentes residentes en villas o asentamientos de Argentina son pobres por nivel de ingresos. De ellos, el 22,4% es indigente. En las villas y asentamientos de la ciudad hay una alta concentración territorial de la pobreza. Allí se puede localizar un amplio conjunto de déficits socio-urbanos que vulneran el derecho de los habitantes, al tener que residir en entornos y viviendas inadecuados, al estar privados total o parcialmente de los servicios básicos y no acceder a los recursos y las oportunidades que la ciudad brinda al resto de sus habitantes. También se incluyen las inequidades en materia de salud, en donde las infancias y adolescencias residentes en villas y asentamientos son las más afectadas por la falta de cobertura médica y con mayores tasas de mortalidad infantil. En cuanto a educación, en la zona sur también se localizan año a año la falta de vacantes en educación, la sobrepoblación de las aulas, que producen todo tipo de consecuencias.
En el Informe también hay precisiones sobre un número bastante poco conocido: la distribución por edades de la población de villas y asentamientos. El 29,7 % de la población tiene entre 6 y 18 años, mientras que casi la mitad (44,9%) tiene entre 0 y 18 años. Es decir que si sumamos ambos, podríamos afirmar que más de la mitad de las personas que viven en estos espacios precarios alcanzaría los 18 años. Al mismo tiempo, se destaca que en contraste con el promedio de edad de población de la ciudad, que es de 39 años, en las villas y asentamientos la edad promedio alcanza los 26 años, según la Encuesta Anual de Hogares 2014, de la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Del relevamiento de datos se desprende que estas condiciones de vida y de salud de la población adolescente y joven residente en villas y asentamientos expresan una de las situaciones de mayor inequidad social y vulnerabilidad programática, y constituyen el espacio social más relegado y postergado de la ciudad.
Entre otros aspectos del Informe se desprende que la participación comunitaria en la investigación tuvo consecuencias inesperadas, ya que la acción de los actores territoriales produjo resultados más allá de las intenciones de los investigadores. Organización, control, acción política, relevamiento territorial de las problemáticas, lo que significó el involucramiento directo con las problemáticas más importantes. Se puede decir entonces que cuando la población toma contacto con las problemáticas del barrio se organiza para involucrarse y gestionar su resolución.
Ni un pibe menos
Una variedad de problemáticas afectan a niñas, niños y jóvenes anónimos de los barrios y territorios suburbanos localizados dentro de la ciudad, principalmente en el Cinturón Sur. Tal como lo releva la justicia metropolitana, las condiciones de vida de la población que allí se afinca es de absoluta inequidad. Las condiciones relevadas para el Informe son contundentes y arrojan los números de la injusticia. Consecuencias como la violencia policial y de otras instituciones del Estado, zonas liberadas, maltrato, abuso, falta de acceso a los derechos elementales que garanticen la vida recaen directamente sobre los más jóvenes que son pobres.
Feos, Sucios y Malos tituló Ettore Scola, en la década de 1970, a la pintura neorrealista de la vida cotidiana en los suburbios de Roma, película que retrata las condiciones de la miseria para un sector de la población.
Extraño mal: violencia, muerte, maltrato, desamparo, paco por doquier. Un castigo para aquellos que constituyen nuestro futuro. Alcanzados por no se sabe qué “maldición”, los pibes pobres, del Cinturón Sur, son castigados. Las acciones territoriales concretas de la población organizada, de estos barrios populares, parece hasta ahora el único y mejor recurso, no sólo para visibilizar sino para gestionar una salida más allá del desánimo.
Porque sin infancia no hay futuro ni esperanza.
Vivian Palmbaum/El Furgón –