En el primer aniversario de gobierno Macrista, en nuestro país ya no caben dudas que entramos en un nuevo ciclo histórico. Estamos ante un momento de inflexión donde el proyecto político que hegemonizó la escena política en el país inició un ciclo descendente y, al mismo tiempo, se avizora la recomposición del proyecto político conservador. Este mismo fenómeno se replica en otras naciones de nuestra américa, lo que da cuenta, una vez más, del movimiento de fuerzas internacionales por detrás de los acontecimientos locales.
¿Cuáles son los alcances de este cambio de contexto político y económico?, ¿Cuántas de estas cuestiones son propias de nuestro país y cuales obedecen a un proceso regional? Estás preguntas son la que podríamos señalar como decisivas a la hora de confeccionar un análisis de coyuntura actual. En estas breves líneas, se intentará acercar al lector algunos elementos para el debate.
La década latinoamericana
Si realizamos un paneo general por nuestra américa, podemos constatar que en muchos de nuestros países se vivió una década de importantes progresos. El comienzo de este ciclo ascendente podemos ubicarlo en 1999 cuando Chávez asume la presidencia de Venezuela. Posteriormente en la región se van a suceder distintos gobiernos de signo progresista: Lula, Kirchrner, Morales, Mújica, Zelaya, Ortega, Correa. Unos más radicales y otros más moderados, unos más urbanos y otros rurales, pero todos ellos van a lograr una articulación regional y una autonomía inédita con respecto a la hegemonía del imperialismo del norte. Esta década virtuosa, según la definición de Álvaro García Linera[i], se llevó adelante sobre tres aspectos fundamentales: El aspecto económico, el político y el de relaciones internacionales.
En el aspecto económico, este periodo se puede caracterizar como un intento de generar políticas económicas posneoliberales. La década virtuosa vino a revertir el tremendo descalabro que había provocado el neoliberalismo, el cual había generado una súper concentración de la riqueza. En Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Venezuela se caracterizó por una reducción de la brecha entre ricos y pobres, una redistribución importante de la riqueza social. Aunque es importante aclarar, que en ninguno de estos países se logró quebrar del todo el control de los recursos estratégicos por parte de las burguesías locales e internacionales. Como bien señala Linera, los cambios progresivos que logran estos gobiernos no han sido socialistas, sino más bien de reformas progresistas dentro del propio sistema capitalista. Sin caer en las críticas de una izquierda que no apoyó ninguno de estos procesos por no ser puramente socialistas, aquí de lo que se trató es de gestionar un Estado capitalista, muchas veces en contra de las necesidades del propio capitalismo.
En el aspecto político, en este período el control del Estado va a estar en manos de sectores subalternos o, por lo menos, no directamente vinculados a la clásica elite dominante de las décadas anteriores. A la vanguardia podríamos ubicar a Venezuela y su intento de Socialismo de Siglo XXI y a Bolivia donde los pueblos originarios, hasta ese entonces relegados de la vida política, acceden al Estado y lo dirigen.
En el ámbito internacional, la década virtuosa latinoamericana tuvo entre sus grandes sucesos, el desarrollo de un bloque regional activo, aunque poco consolidado, que logró avanzar sobre una agenda común de la región y crear lazos de contención. Este bloque enfrentó los ataques de la derecha regional e internacional, tal como sucedió con el intento de golpe de estado en Bolivia durante el 2008. En ese entonces fue la presencia de la UNASUR y los presidentes de la región un factor decisivo para desactivar el golpe.
Por largo tiempo, el destino de nuestros países se decidía en los organismos financieros internacionales como el FMI y en la OEA, todos organismos dirigidos por los EEUU. Esta situación comenzó a cambiar con la década virtuosa. Atilio Borón[ii] señala como punto de partida la cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata en el año 2005, donde los presidentes Kirchner, Chávez y Lula terminaron con el ALCA. Al mismo tiempo surgirán organismos regionales como la CELAC y la UNASUR, perfilado una integración propia de latinoamericanos.
Debilidades del proceso
Nos habita la necesidad de encarar este análisis de situación, no como ejercicio meramente teórico, sino más bien, en busca de elementos que nos indiquen cuales son las tareas prácticas del momento. Y es necesario encararlo de frente, sin esquivar la autocrítica o los puntos conflictivos. Única manera de fortalecer los aciertos y de no volver a caer en los mismos errores.
Entre las debilidades de la década virtuosa podemos señalar, una vez más, la cuestión económica. Cuando hablamos de economía nos referimos a las condiciones materiales de existencia de una sociedad. Las ideas pueden ser las mejores, los deseos de un mundo nuevo auténticos, pero si las condiciones materiales del pueblo no tienen la solución real, el edificio tarde o temprano se desmorona. Ni siquiera los gobiernos más radicales de la región han tenido la profundidad necesaria para transformar las condiciones económicas, más bien, todos han quedado prisioneros de las relaciones capitalistas de producción. Si no se logra quebrar esta condición no es posible una transformación profunda y a esta altura podemos decir que no existe un capitalismo bueno, esto no es más que una ilusión en la que no podemos volver a caer.
Una segunda debilidad que nos aporta Linera y que puede tocarnos muy de cerca, pensando el proceso político argentino, tiene que ver con la decisión de adoptar medidas que afectan al bloque progresista y fortalecen al bloque conservador[iii]. Estamos ante una difícil situación y es la de crear un gobierno para todos, pero que, al mismo tiempo tenga una clara opción por lo pobres. Hacerle concesiones a la derecha no los neutraliza, ni los atrae completamente a un proyecto que intenta transformar aquello que los constituye como clase dominante. Es necesario crear una economía de los trabajadores, dirigida por los trabajadores. Es necesario fortalecer a las clases subalternas, favorecer su autonomía y movilización.
Esto también nos lleva a reflexión acerca de que una mejor distribución de la riqueza, como hubo en nuestros países, no genera automáticamente una politización de los sectores populares. Tener capacidad de consumo no se traduce en tener conciencia de clase, ni de un proyecto político de liberación. Es necesario construir una gran fuerza de producción de cultura revolucionaria. “En este sentido, lo cultural, lo ideológico, lo espiritual, se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera, no hay consolidación de un proceso revolucionario, sino hay una profunda revolución cultural”[iv]
Otra de las debilidades que marca Linera y que resulta interesante abordar, es la que denomina débil reforma moral. Con esto señala que los procesos progresistas del continente han estado carcomidos por graves casos de corrupción. Mientras que la derecha es corrupta por naturaleza, ya que su propio modo de vida entraña la corrupción, podemos poner de ejemplo al macrismo o a la derecha que desplazó a Dilma Rousseff, un proyecto revolucionario debe encarnar una ética diferente, donde lo colectivo, lo social sea el principio fundamental y no el bien personal.
La foto actual: flujos y reflujos
Los procesos revolucionarios o de transformación profunda de las relaciones sociales son, metafóricamente, como las mareas oceánicas. Por períodos su fuerza avanza a paso firme y, por momentos, la fuerza se estanca y/o retrocede. Este fenómeno se repite históricamente. Latinoamérica es un ejemplo de ello.
Las políticas implementadas por el llamado neoliberalismo económico, que comenzaron durante la década del 70, de la mano de las dictaduras militares, llevaron a una de las crisis sociales más profundas de la historia. El sector social dirigente de ese proceso, compuesto por el capital concentrado local y transnacional y el intervencionismo yankee, es el bloque de poder que fue quebrado durante la década virtuosa.
Desde hace unos años este bloque se reordenó con el objetivo claro de retomar el control político. Teniendo en cuenta que mantuvieron el poder económico, a pesar de las políticas de redistribución, y otros elementos que hacen a la hegemonía, como el poder judicial o el poder legislativo, el bloque dominante utilizó estos factores para desestabilizar el orden social, por ejemplo con los llamados golpes blandos, en Honduras, Paraguay y Brasil. Otro ejemplo es la guerra económica salvaje que se despliega en Venezuela.
Pero un elemento que tuvo gran determinación en la definición de las relaciones de fuerzas fueron los medios de comunicación. La capacidad de instalar en el sentido común de la población, a través de lo que Atilio Borón denomina terrorismo mediático, la estigmatización de los gobiernos progresistas y, al mismo tiempo, el fortalecimiento de las posiciones de derecha, fueron elementos decisivos en la batalla cultural.
A modo de cierre
Este período se caracteriza, por un estancamiento o retroceso de los gobiernos progresistas y revolucionarios de la región y por el regreso del bloque de poder neoliberal. A los pueblos que sufrimos en carne propia este cambio en las relaciones de fuerzas, nos toca la tarea de construir desde la resistencia. Para ello, es necesario dar la batalla en cada uno de los lugares donde se expresa el avance neoliberal, hay que luchar contra el desmantelamiento y vaciamiento del estado, contra la privatización de nuestros recursos, contra el desempleo y la desocupación que estas políticas generan. Además la batalla por el sentido común se traslada más que nunca a los medios alternativos y las redes sociales, donde el pueblo aún puede construir una voz propia. Y por último, aportar desde cada lugar donde nos encontramos a construir una nueva mayoría alrededor de un proyecto político que termine por fin con las injusticias en nuestra región.
Por Ignacio Panaino
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen
[i] Álvaro García Linera en Argentina: “No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural”
[ii] Atilio Borón, conferencia para CubaTV: Coyuntura sociopolítica latinoamericana.
[iii] Álvaro García Linera en Argentina.
[iv] Ibídem.