La ausencia de investigaciones que den asidero o no a la extendida percepción de que la prevalencia de diferentes tipos cáncer es mayor en las localidades petroleras que en el resto del país, transforma a esas sociedades en territorios de incertidumbre. A partir del testimonio de profesionales de la salud de Caleta Olivia y Comodoro Rivadavia indagamos sobre la ausencia de esos estudios, las consecuencias que eso genera y también en la capacidad de los sistemas público y privado de brindar atención a quienes la requieren; porque faltan estadísticas pero no pacientes.
por Hernán Scandizzo*
Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia son dos piezas del mismo rompecabezas: la cuenca del Golfo San Jorge. El sur de Chubut y el norte de Santa Cruz unidos por una historia común, la extracción de hidrocarburos, que comenzó en 1907 y un siglo después, a fuerza de concesiones de exploración y explotación, se ramificó sobre más de 60 mil kilómetros cuadrados, en tierra y mar. Al igual que en otras comunidades del país donde se realizan ciertas actividades extractivas, o procesos industriales, la población de ambas ciudades afirma que algunas patologías se dan con más prevalencia que en el resto de Argentina. La falta de estadísticas e investigaciones que den asidero o no a esa percepción, transforma a esas sociedades en territorios de incertidumbre. En esa incertidumbre, desde un sistema público de salud minado por las necesidades, se le pone el pecho a la situación; porque faltan estudios a fondo, es cierto, pero no pacientes. En tanto, la medicina prepaga y las obras sociales lejos de llenar los vacíos existentes, aumentan la carga.
“No hay estadísticas ni privadas ni gubernamentales pero hay una cantidad muy llamativa de pacientes con diferentes tipos de cánceres. No sabemos por qué hay tanta prevalencia, si es que la prevalencia ha aumentado realmente”, afirma Néstor Sosa, médico cirujano del Hospital Zonal de Caleta Olivia y secretario adjunto de la filial local de la Asociación de Trabajadores del Estado. “Si no hay estadísticas no sabés cuál es el problema, no sabés qué tamaño tiene el problema, poco vas a poder hacer para solucionarlo”, advierte, y completa la reflexión: “De hecho hay una política hasta casi de negación, porque uno no ve gestos importantes. Por ejemplo, la zona Norte [de la provincia de Santa Cruz] tiene un oncólogo, entonces queda muy limitada la capacidad de solucionar el problema.”
“Sé que hay una cantidad importante de cánceres de mama, pulmón y, sobre todo, de recto y colon, eso es lo que uno ve frecuentemente cuando pasa por las salas de oncología”, comenta Sosa. Y vuelve a la afirmación anterior: “Factores en común pueden haber muchos, pero el que más se inculpa, sin haber un asidero científico, es el agua. No hay ningún estudio serio que lo desmienta o lo confirme”. También llama la atención sobre un elevado número de niños y niñas con trastornos en el desarrollo, en el aprendizaje y disminución de coeficientes intelectuales. La conclusión es similar: “Se ve un número bastante alarmante de chicos, que supera la media que uno esperaría; no creo que se hayan hecho estudios con suficiente profundidad para tener una causa etiológica”. Las palabras impactan contra el micrófono del grabador, la entrevista transcurre en la cafetería vacía de una estación de servicio. Es noche de domingo, en el infaltable televisor se ve un partido de fútbol que se disputa a más de mil ochocientos kilómetros al norte de esa mesa, en un barrio de Buenos Aires.
El testimonio del médico cirujano encastra con el de Mara Márquez, jefa de Pediatría del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia. “Tenemos una alta incidencia de patología tumoral y de leucemia, lamentablemente también la realidad es que no se tratan acá, se derivan por falta de medios, no tenemos hemato-oncólogo infantil”, detalla. “Tenemos la impresión, sin estadísticas, porque no tenemos, de que hay un aumento de patologías oncológicas con respecto a otros lados”, subraya. Las faltas una vez más abren paso a la incertidumbre. “No te puedo decir si es por culpa del petróleo, si son los disruptores enzimáticos, qué es lo que está pasando, porque no hay un estudio serio hecho.” Lo que falta aparece como la única certeza. Ella inmediatemente recalca: “Pero nosotros notamos que hay una incidencia alta con respecto a otros lados”.
Hospital público, carga privada
“Hablando desde lo subjetivo”, retoma Márquez, “hará cuatro años, y pueden ser más, cinco, seis, que empezamos a ver una incidencia de estas patologías. Hay más casos de leucemia y de tumores sólidos, pero eso puede ser porque se atiende más población en el Hospital, porque los centros privados de Comodoro no internan pacientes graves y hace cuestión de cinco años cerraron las guardias pediátricas”, explica. Nuevamente subraya la importancia de las estadísticas, dado que la incógnita se podría despejar a partir de esos estudios.
Márquez asegura que la Salud Pública en Comodoro Rivadavia “quedó chica”. “Pero por qué. No porque cada vez hay más inmigrantes bolivianos, paraguayos… sino porque estamos atendiendo SwissMedical, OSDE, Docthos. Las mejores obras sociales, la persona más rica de Comodoro Rivadavia, su hijo se accidenta y viene a esta terapia intensiva”, relata la jefa de Pediatría del Hospital Regional de esa localidad. La entrevista transcurre en una sala, del pasillo llegan los testimonios del movimiento permanente que se registra en el área de pediatría.
Nuevamente el testimonio de Márquez y Sosa se articulan. “El sector privado no tiene capacidad de atender porque no tiene especialistas en el tema. Puede atender complicaciones en pacientes oncológicos: un paciente oncológico con neumonía, por ejemplo; pero la enfermedad de base, el tratamiento oncológico, de quimioterapia y rayos, no te lo puede hacer”, asegura Néstor Sosa, respecto a las prestaciones médicas en el norte de Santa Cruz. “Durante una época la política gubernamental fue intentar minar el sector privado con la intención de fortalecer al sector público. Al sector público nunca lo pudieron fortalecer, pero sí lograron minar el sector privado. O sea que, con plata o sin plata, la posibilidad de atención de la salud de excelencia, acá, es muy difícil de encontrarla.”
Accesibilidad y distancias
“¿Qué suerte corre un paciente con cáncer en Caleta Olivia?”, se pregunta Sosa. “Y, es problemático. Hay una única oncóloga que atiende en el Hospital [Zonal], que, como es lógico, tiene sus pausas. De pronto tiene sus vacaciones, tiene su enfermedad, tiene sus cosas. Y en esas pausas no tiene quién la reemplace, y queda el tema con muy poca capacidad de atención a la gente”, se responde. Hace un silencio, breve, y profundiza. “La doctora que tiene a cargo oncología tiene más de mil pacientes en lista, no solamente de acá, sino también del interior de la provincia. Pacientes que tienen a su médico a más de 300 kilómetros.” En ese punto del relato aclara que acuden desde Los Antiguos, Perito Moreno, Las Heras, Pico Truncado, Firtz Roy, Jaramillo, Puerto Deseado e incluso, subraya el médico, San Julián.
Al no existir estadísticas, tampoco puede establecerse si en la petrolera ciudad de Las Heras una patología se da con mayor prevalencia que en Puerto Deseado, por ejemplo. “Solamente tenemos número de pacientes que se atienden en un consultorio solucionando la patología del momento”, aclara Sosa. En casos de leucemias, linfomas, que son patologías oncohematológicas, el Hospital de Caleta Olivia no cuenta con hematólogo y la persona debe trasladarse “a Comodoro, a Buenos Aires o a otro lado”. “No hay posibilidad de tratarla acá”. Y continúa desgranando el rosario de faltas. “En Santa Cruz no hay radioterapia, hay que hacerla en la provincia de al lado [Chubut], con lo que la mitad del tratamiento te queda afuera. Un paciente que tiene que irradiarse una metástasis cerebral, que vive en Los Antiguos, a cuatrocientos y pico de kilómetros, tiene que quedarse un mes y pico varado solo Dios sabe dónde, para poder hacer el tratamiento. La falta de accesibilidad es un problema muy serio acá.”
Estadísticas y desidia
“Sabemos, en principio, que nuestra provincia [Chubut] tiene indicadores más altos de cáncer que otras”, afirma la médica generalista Susana Muñoz, docente y coordinadora de la Tecnicatura Superior en Salud Comunitaria. “Esto se viene repitiendo hace bastante tiempo, pero no se profundiza una investigación epidemiológica. Porque además no podes poner todos los tipos de cáncer juntos, sino que hay algunos que son específicos para determinados riesgos ambientales”, aclara. Afuera el cielo plomizo y el frío intenso acentúan el invierno, en la oficina, en cambio, el ambiente es cálido y la charla fluye sin interrupciones.
“Están discriminados los tipos de cáncer que se relevan, pero no sabemos si es la totalidad de la información”, precisa. Y luego introduce una serie de variables a considerar: “Tenemos muchas personas de Comodoro que no se atienden acá, que se atienden en otros lugares, viajan. Tenemos a otras personas que sí se atienden acá. Tenemos personas que vienen de distintas zonas de la provincia a atenderse en el CABIN [Centro de Aplicaciones Bionucleares], que es un área de radioterapia.” “Está como muy desorganizada la información, entonces es muy difícil discriminar adecuadamente. Porque tiene que tener una permanencia determinada en un tiempo determinado”, explica.
“Lamentablemente hay poco trabajo [epidemiológico en Argentina] en relación a los problemas ambientales y a relacionar el ambiente con enfermedades no transmisibles, como el cáncer u otro tipo de enfermedades hemato-oncológicas, anemias importantes, perniciosas. Hay mucha información sobre los daños sobre la salud provocados por determinados contaminantes ambientales derivados del petróleo. Está bastante estudiado a nivel internacional, pero hay un gran déficit de estudios epidemiológicos locales, que uno pueda demostrar daños sobre la salud que provocaron determinadas situaciones ambientales”, se explaya la médica generalista. “Comodoro estaría en una situación casi ideal para hacer eso, hay importantes sectores de la población que se podrían estudiar, que han estado en contacto, que siguen estando, porque viven en zonas donde había pozos petroleros o por contactos laborales. Hay muchas condiciones, pero no ha habido desarrollo”, se lamenta.
“Hay muchos factores que hacen más difícil el análisis”, advierte, pero “se puede hacer, porque se ha hecho en muchos lugares del mundo”. ¿Por qué no se hacen? “No es solo por intereses políticos o económicos de las petroleras, que seguro que están.” Inmediatamente suma otro factor, que vuelve más complejo lo que en un primer momento se anticipaba lineal: “Mucho tiene que ver con la desidia en el funcionamiento de nuestro Estado desde hace muchas décadas, con la falta de sostenimiento de las políticas públicas”.
Muñoz grafica con un ejemplo sencillo. “Se organizó un sistema nacional de vigilancia de lesiones: agresiones, autoagresiones (suicidas), por distintas formas. Porque cuando [las personas] llegan a la guardia de un hospital se registra ‘lesiones’, y eso encubre un montón de problemas que hay atrás”, cuenta. “Se diseñó una planilla para llenar cuando llegaba un paciente con lesiones, para tener más información sobre las causas reales. Se distribuyó a todas las guardias del país”, hace una pausa. “Prácticamente de los hospitales que comenzaron a llenarla, en la provincia todos, y en otros lugares casi todos, dejaron de hacerlo. No se pudo sostener, por el motivo que fuera. Era una fuente de información muy importante y sencilla de aplicar. Imaginate el cáncer, que es mucho más complejo, porque es multifactorial, son muchos más elementos que habría que tener en cuenta para, aunque sea, poder ver cuáles fueron los factores a los que estuvo expuesto”, concluye.
*El artículo es parte de la serie Del agua y del petróleo, preguntas sobre el presente de la cuenca del Golfo San Jorge.