El trabajo de reforestación ecológica llevado adelante en Ruca Choroi da cuenta de otras formas posibles de construir la relación entre el Estado y la comunidad mapuche.
Fotografias gentileza de la Dirección de Bosques de Neuquén y de la Universidad Nacional del Comahue
Uno va llegando al Valle de Ruca Choroi y va viendo casitas aisladas hasta que de pronto se encuentra con un edifico muy particular en forma de medialuna. Se trata un hospital intercultural pronto a inaugurarse donde conviven la medicina tradicional y la de la comunidad originaria. No sin ciertos vaivenes, es el primer indicio de un entramado distinto en la relación entre el Estado y la comunidad mapuche.
Viajamos a Ruca Choroi por invitación de la dirección de Bosques de Neuquén para observar los avances de uno de los proyectos más grandes del país sobre restauración ecológica de un bosque incendiado. La restauración ecológica es una disciplina que se ocupa de implementar distintas técnicas para acelerar la recuperación de un ambiente degradado por actividad del hombre. En esta ocasión, se trata de una zona incendiada en diciembre de 2013 que afectó 1350 hectáreas de bosque nativo en la jurisdicción de la Administración de Parques Nacionales (Parque Nacional Lanín, 50 hectáreas) y de la Provincia de Neuquén (Corporación Interestadual Pulmari), donde se asienta la Comunidad mapuche Aigo (1300 hectáreas), que está integrada por unas 300 familias.
“El proyecto de Ruca Choroi es el más grande en su tipo para la Patagonia y se piensa como modelo de referencia para otros planes de restauración, por la magnitud y la cantidad de actores que actúan dentro del proyecto”, detalla el director provincial de Gestión de Bosque Nativo, Mauricio Mazzuchelli, a cargo de la iniciativa. También cuenta que se instalaron 12 kilómetros de alambrado para evitar el ingreso de ganado que pueda destruir lo realizado y hubo una ejecución de terrazas –unas 400- para evitar la erosión y pérdida del suelo, entre otras innumerables tareas como la colocación de 44 islas de plantación de unos 2.000 m2 donde se plantaron renovales de lengas, ñires, notro y araucarias.
El financiamiento provino de la Ley 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, que se propone no solo proteger los bosques existentes, sino que también prevé fondos para proyectos de restauración y preservación.
Desde un principio la tarea se planeó con la comunidad y los trabajos a campo los realizaron hombres y mujeres de la comunidad Aigo que ya plantaron 55 mil plantas que producen en los viveros que tiene la provincia en Ruca Choroy y Villa Pehuenia. También los trabajos de alambrados, de contención de laderas y traslados se realizaron contratando a personas de la comunidad. “Sentimos mucho dolor, mucha tristeza al ver que se quemaba tanto recurso y ver que no podíamos hacer nada”, dice el lonko de Ruca Choroy, Ricardo Peña. “Gracias a este proyecto para la recuperación hemos llevado adelante el trabajo y nos hemos dado un proceso. Pensamos que la naturaleza se tiene que recuperar como se recupera una persona”.
De las 55 mil plantas, 27 mil son Lengas, alrededor de 10 mil Ñires y el resto Araucarias, Notro y otras pantas acompañantes. “Lo que se ve acá arriba fue esfuerzo de toda la gente que trabajó acá. Y eso es venir a pata, cruzar el arrollo crecido, subir a pie una hora, bajar más tarde. Hay una verdadera responsabilidad y ganas de que la cosas funcionen”, agrega la técnica forestal Margarita Avila.
“El desafío en este sitio era que había comunidades muy distintas, que superponía un uso de pobladores muy intenso, con una larga tradición en ese uso, con la cultura mapuche puesta en este lugar. En este caso la comunidad vive al pie del área que se había quemado, estaba involucrada directamente y la gente de la comunidad utilizaba este sitio para el ganado, para recorridas, para la leña. Esto era no solo el paisaje del fondo, era la forma de subsistencia”, sintetiza la investigadora Miriam Gobbi y destaca que el proyecto representa un ejemplo especial “porque desde la teoría de la restauración ecológica solo se concibe una restauración integral si se pueden integrar los conceptos naturales -biológicos, climáticos- con recursos políticos y económicos y una sociedad que se apropia que aprende y que crece con ese proyecto. Aquí se daban las tres patas”.
Y es que justamente, una de las dudas respecto a la participación de la comunidad mapuche en la restauración era qué percepción tenía de la misma desde su cosmovisión. La intervención humana para recuperar más rápido el bosque podía ser una idea extraña para la comunidad. En este punto, Miriam Gobbi reconocía que en otras comunidades la idea de plantar especies nativas era rara, ya que si una planta no está en un lugar es porque no pertenece a ese lugar o por que los ciclos naturales se dieron así. Sin embargo, el Lonko de la comunidad disipa las dudas y señala que para ellos no era solo un rédito económico y trabajo para la comunidad, sino que al sentirse parte del territorio se sentían muy bien en ayudar a recuperar ese bosque que se había perdido, y que les alegraba el corazón empezar a ver de nuevo el verde en esos bosques que se empiezan a recuperar.
En este recorrido, poder ahondar más profundamente en estas percepciones locales sobre la recuperación del bosque para poder lograr una vinculación bien directa entre el desarrollo de la comunidad y el territorio que los rodea parece fundamental.
Por Violeta Moraga y Manuel De Paz
Equipo de Comunicacion Popular AL Margen