Atraviesa todas las capas sociales y le da pelea al machismo. Cada vez más mujeres juegan al fútbol, entre ellas o con hombres. Y juegan mejor: rescatan los valores de equipo, para divertirse y seguir ganando partidos dentro y fuera de la cancha.
El fútbol es un deporte masculino. No opines de fútbol, no lo entendés. Ah, ¿juegan al fútbol? Seguro corren todas atrás de la pelota. ¿Querés que te enseñe? Así no pasás vergüenza. Uh, entonces sos una marimacho. ¿Por qué no jugás al vóley o al hockey, que son más adecuados para mujeres?
Estas y muchas otras frases han tenido que escuchar las chicas que deciden patear una pelota por el placer de jugar. ¿Por qué juegan al fútbol? Porque les gusta y lo disfrutan. ¿Por qué el deporte más popular del planeta debería ser exclusivo para hombres? Cada vez más chicas alquilan canchitas, aprenden tácticas, arman torneos, entrenan jugadoras y dirigen partidos. Se calzan botines, visten short, camiseta y salen a la cancha. Corren, transpiran, traban, tocan, y gritan goles.
El desborde
El fútbol jugado por mujeres es un espacio en expansión en Argentina, no tanto por el apoyo institucional como por el desborde que generó una movida que no empezó en ningún lado y, por eso, no se sabe dónde termina.
Desde 1991 es considerado de manera oficial por la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) pero aún existe un abismo entre los recursos invertidos en comparación con el fútbol masculino, que mueve millones.
En fútbol once los equipos más destacados son Boca Juniors, River Plate, San Lorenzo y el tapado UAI de Urquiza, pero casi todas las jugadoras que componen esas formaciones siguen siendo amateurs.
Malas condiciones de las canchas, desniveles en los equipos y torneos suspendidos fueron habituales hasta hace poco más de cuatro años, hasta que la AFA, impulsada por la FIFA, empezó a prestar más apoyo. Un cambio clave: la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) ahora exige a los clubes de primera que para participar de la Copa Libertadores y la Sudamericana deben contar con un equipo de fútbol femenino.
Recién ahora, tras dos décadas y media durante las que creció de manera sostenida, se empiezan a ver resultados firmes, no creados desde las instituciones sino desparramados y forzados por el propio empuje de estas mujeres.
Alquilar la cancha
Además del clásico fútbol de once jugadoras, se juega el fútbol de salón o futsal. Esta modalidad es más práctica: basta con juntar cinco para armar un equipo, alquilar cancha y a jugar. “En el fútbol 11 es posible que estés en el banco y no entres a jugar. En futsal tenés cambios indeterminados, hay cuatro jugando, salen y entran otras. Podés ser suplente pero igual jugás un montón”, dice Nuria, jugadora de futsal en el Club Atlético San Telmo.
En la escuela primaria, Nuria se peleaba con su profesor de Educación Física porque no la dejaba participar cuando los varones jugaban al fútbol. En un torneo de la escuela secundaria preguntaron si alguna chica quería sumarse para completar el equipo: no lo dudó. No le pasaron la pelota en todo el partido, pero su logro fue que por primera vez una mujer jugó un partido donde jugaban solamente hombres. El chiste fue cargar al que peor jugaba diciéndole: “Hasta Nuria juega mejor que vos”.
Cuando terminó la secundaria se hizo socia de Racing y empezó a ir a la cancha. Tiene 25 años, estudia Letras en la UBA y da clases de Lengua. Hace siete años que empezó a entrenar, primero en la UBA, luego pasó por un torneo de ex alumnos y ahora juega en primera en el club San Telmo. Entrena tres veces por semana y el fin de semana hay partido. Nuria enumera una serie de situaciones marcadas por el prejuicio a las que tiene que hacer frente como mujer que elige jugar un deporte que hasta hace algunos años pertenecía al universo masculino:
- “Se evalúa mucho a la piba que está jugando, tanto hombres como mujeres. Si tiene pelo largo, corto, más tetas, menos tetas. Cuando alquilamos una canchita tenés a los chabones mirándote y opinando. Siempre están analizando: suponen que sos un tronco”.
- “Los hombres juegan más relajados, hacen lo que quieren. Eso todavía no lo logramos nosotras: todavía nos sentimos muy evaluadas, tenemos que ganarnos el espacio todo el tiempo”.
- “Los árbitros no nos dan bola, muchas veces ni nos miran. A mí me gusta que me traten igual que a un varón. Si me pegan una patada, quiero que le saquen amarilla. Te ponen en un lugar como si fueras una niña, para protegerte. Ya no soy una niña: soy una mujer”.
- “Los varones respetan que juegues, pero llegás a hacerles un caño por ejemplo, y a los dos segundos te demuestran que ellos son mejores: no se la bancan”.
Cuestión de vida
En la liga BAFI de futsal hay 12 entrenadores varones y cuatro entrenadoras mujeres. Constanza Casuso es una de ellas, también del Club Atlético San Telmo. “En los partidos me voy dando cuenta de cómo evolucionan las chicas. Hacemos trabajo físico, táctico y técnico, de acuerdo a cómo estuvo el partido del fin de semana anterior. Ahora estamos con veinte chicas en la escuelita, desde 12 hasta 35 años. Me encanta ganarles a equipos que tienen directores técnicos varones”.
Los hermanos de Coty jugaban al fútbol y ella no quería quedarse a un costado mirando. Primero se lo comunicó a su mamá y luego fue a hablar con el profesor. Eran todos chicos, pero el profe no tuvo inconveniente en incorporar a una nena de 11 años. “Me encantaba jugar con ellos, era uno más. Si bien me trataban con respeto, como un par, a algunos no les gustaba. Mi mamá me llevaba a jugar, me decía que jugaba mejor que los chicos. Yo rompía las zapatillas en las canchitas y me dijo: te voy a comprar los botines. Mi familia siempre me acompañó”. Con 26 años, Coty juega en la primera división del Cub San Telmo y le quedan tres meses para recibirse de directora técnica: con su título de DT podrá dirigir primera división -tanto hombres como mujeres-, en toda América Latina. Si hace un año más, estará habilitada para dirigir también en Europa. Coty sueña con poder vivir del fútbol: “Quizás en el europeo podría lograrlo, acá todavía falta un largo camino por recorrer”.
Entrena tres veces por semana en San Telmo con sus mejores amigas y sábados o domingos juegan partidos de local o visitante. Hace cinco años eran diez chicas: ahora son unas treinta jugadoras.
El sueño de la piba
En el Club Mugica de la Villa 31 unas 60 mujeres se reparten en la escuelita. Hay menores, juveniles y mayores recreativo, en las categorías primera y tercera. Integran la Liga FEFI y eso es todo un mérito: es la primera vez que entran en una liga tan competitiva. Tienen una canchita delante de la capilla Cristo Obrero, en la que las chicas que viven en la 31 entrenan futsal.
Luz Aramendi, de 28 años, es profesora de Educación Física, está terminando la carrera de Pedagogía y Educación Social, jugó en Atlanta hasta hace unos meses y ahora es entrenadora en el Club Mugica junto a Josefina y Glenda. Su historia indica que a los 8 años se escapaba por la ventana de su cuarto para ir a jugar a los picados que armaban los chicos en las calles de tierra de su pueblo, O’Brien, partido de Bragado. “El fútbol es un espacio de apropiación que sucede con el cuerpo, jugando, disputando, compartiendo, resignificando la idea de placer, tan prohibida para las mujeres en lugares que suelen ser destinados a los hombres. Significa resistencia, una manera de pensarse de manera colectiva”.
Los días de entrenamiento son los martes y jueves a la tarde, y los fines de semana se juegan los partidos. “Siempre están dando vueltas los pibes para jugar en los tiempos muertos y la regla es que en ese momento el espacio es de ellas, ellos tienen otros días para jugar. Entre todas tenemos que poner un límite”.
Lograr lo imposible
Delfina Corti tomó contacto con el fútbol desde chica: su hermano le enseñó a patear la pelota y a entonar cantitos para arengar a Racing. Los fines de semana los visitaba su primo y el living se convertía en cancha.
En la secundaria en el Nacional Buenos Aires, se anotó en vóley pero junto con sus compañeras insistieron en jugar al fútbol, que no estaba incluido para mujeres: lograron así que les permitieran jugar también a las chicas. Ya egresadas, varias ex alumnas armaron un grupo de Facebook para organizar un torneo de fútbol 5 femenino en el Buenos Aires: también lo lograron. Fue un éxito: en el primero hubo ocho equipos. Este año hay quince y planean armar dos categorías.
Delfina cuenta: “Veo en el torneo que hay equipos que están muy afianzados y son muy buenos. Hay otros que están empezando, se comen 15 goles por partido, pero igual la pasan bien y tienen ganas de aprender”.
Voz de mujer
Para seguir de cerca este fenómeno hace poco más de un año arrancó El Femenino, un programa de radio que se emite por Internet los lunes y viernes. Con un cronista por cada equipo, entrevistas a jugadoras, dirigentes e invitadas al piso, le dan al fútbol 11 femenino el espacio que se ganó. Conductora y productora junto a Nicolás Valado, Romina Sacher es también jefa de prensa de UAI Urquiza, uno de los equipos más sólidos del torneo de primera de once jugadoras. Cuenta: “Realizamos un trabajo muy fuerte en redes sociales, con el minuto a minuto de los partidos. Tenemos una web que funciona como fuente de información, con la tabla de posiciones actualizada y la fecha completa cargada en la página. Queremos hacer un producto de calidad y tenemos mucho respeto a la jugadora como atleta”, dice la conductora de unos de los dos programas de radio dedicados exclusivamente al fútbol femenino.
La profesional
A los 19 años Camila armó las valijas y viajó de Córdoba a Buenos Aires. Jugó un año y medio en Boca y ahora juega en la primera división de River, como defensora central. Su padre fue su primera influencia futbolera: jugaba en la liga cordobesa de fútbol y los llevaba a ella y a su hermano a los entrenamientos. Ahí fueron sus primeros encuentros con la pelota y ya a los 11 años empezó a entrenar en Racing de Córdoba y luego, a integrar el seleccionado cordobés. El técnico de la Selección Argentina de fútbol femenino visitó distintas provincias para reclutar chicas, y se fijó en Camila. “Ahí es cuando una piensa que todo el esfuerzo vale la pena y ahí empecé a soñar más grande, sabiendo que el fútbol en Buenos Aires tiene mucho peso y te abre un montón de puertas afuera. Hace doce años atrás sufrí el machismo: me decían marimacho, la peleé y me banqué muchas cosas. Todo tiene sus frutos”.
Camila entrena de lunes a viernes a partir de las 3 de la tarde durante tres o cuatro horas, y luego va a cursar la carrera de periodismo deportivo, también en River. “El fútbol es el deporte más hermoso: cuando lo jugás te das cuenta. Es jugar, divertirse, comer un asado. Hoy ves canchas de fútbol 5 con chicas jugando, cada vez más, y es muy divertido. Mi grupo de amigas no jugaba al fútbol, empezaron de a poco, me llamaron para que les enseñe, las vi crecer a medida que iban pasando los partidos, nos anotamos en un torneo y salimos campeonas. A las más peques les decimos que van a tener un futuro increíble, a nosotras nos toca conquistar este terreno y sentirnos orgullosas de todo lo que estamos logrando”.
Al margen de los negociados televisivos y la tan discutida crisis institucional del fútbol argentino, existe una realidad paralela construida por mujeres, que rescata lo mejor de un deporte en equipo, con respeto y la alegría de compartir un buen momento, más allá del resultado.
Si ganamos, mucho mejor.
Por María del Carmen Varela
Revista MU
Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina