Saca de su bolso un libro de poemas de Leonard Cohen en idioma original. El sol cae sobre la mesa al lado del ventanal. Podría ser un momento apacible de lectura, porque también llueve, pero adentro se está cálido y hay una especie de tiempo en suspenso. Sin embargo ocurre la entrevista.
Pero Bernasconi sabe que más tarde irá al correo. Que mientras los números pasan hacia arriba y hacia abajo, y las vistas se intercalan entre el papelito que se tiene en la mano y la pantalla tan luminosa como incomprensible, él estará sumergido en algún capítulo, o en el capitulo, más bien, que ya tiene decidido leer. Porque, dice, el momento idílico de las pantuflas, en un sillón al lado del fuego leyendo Moby Dick, no existe. Entonces se anticipa. Cambia la observación continua de una pantalla, la espera de la nada, el tiempo muerto, por un poema. Y así va abriendo paréntesis de tiempo en el no tiempo. Como ahora, cuando recorre lo recorrido.
Llegó a Bariloche como muchos de los venidos cuando tenía 4 años y transitó toda la educación formal en este lugar, hasta que llegó ese momento cuando los caminos se bifurcan, en el que hay que elegir un rumbo. “Ya tenía una inclinación muy fuerte a las artes graficas, visuales, y en ese momento acá no había nada parecido a lo que yo quería. Tenía que emigrar”, cuenta. Eligió la carrera de diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y partió a estudiar, como le sucedía a una gran mayoría en aquellos momentos, cuando la oferta educativa en la zona era muy poca. “Ahora cambió mucho, la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) cambió todo y va a cambiar más. Vienen cosas interesantes a nivel artístico y a la zona y eso está muy bueno. Es duro irse, ya el cambio a la Universidad es fuerte y hacerlo en otro lado, lejos de todo, más aún”.
Se recibió, comenzó a trabajar –lo sigue haciendo- en importantes diarios y revistas nacionales y de todo el mundo –como The New York Times, The Wall Street Journal, The Saturday Evening Post, Telegraph y The Times de Inglaterra, entre otros- ilustró infinidad de tapas –más de 300- para distintos suplementos de Clarín, fue docente de Diseño en la UBA y Jefe de Trabajos Prácticos. Pasaron 12 años. Se estableció. En el 2001 explotó todo. “Perdí lo que tenía. Lo que había juntado, la posibilidad de un lugar propio”, repasa y recuerda las ofertas de trabajo que surgieron inmediatamente en otros países y que evaluó arduamente, todas muy tentadoras. “Pero estaba enojado. Y en ese momento pensé que si me iba así, no iba a volver más. Entonces decidí irme, pero de Buenos Aires, que creo que fue una gran decisión. Fue suficiente como para que ese enojo se disipara”.
Comenzó entonces el retorno y las nuevas formas. Se estableció en esta ciudad donde reside. Renunció al trabajo que tenía y lo contrataron a distancia en un momento en que todavía era extraño hacerlo de esa forma “no tanto por la tecnología, sino porque había que generar ese vínculo de confianza con tu empleador, al que no veías nunca”. Mientras tanto, la realidad se sucedía y el contexto no dejaba de ser el derrumbe de los 90. “Volví en un momento muy complicado, pero encontré que acá por lo menos estaba menos ofuscado, no estaba incendiado como estaba la ciudad. Las comunidades chicas en esas situaciones actúan mejor, la solidaridad surge inmediatamente entre los conocidos. Fue un alivio y aseveré que estaba bien lo que había hecho”. Hoy frente a esa especie de tragedia también observa el resultado que finalmente alumbró lo elegido. “Sino, no me hubiera ido. A la distancia es más fácil decirlo, pero lo elegiría de vuelta, ese tortazo, porque hoy estoy acá y todo sucedió igual, mucho después pero me parece que fue para bien”.
-¿Cómo interviene la realidad en tu hacer?
-Con el tiempo, con los años, con la experiencia, con el olfato sobre todo, uno va madurando. En ese momento mi realidad era diferente a la que tengo hoy, sin embargo, ese olfato realmente me ayudaba a ver las cosas con el cristal que me daba el arte. Es extraño, porque uno supone que tiene una reacción ante todo, una opinión sobre todo lo que tiene que tener. Y no sé. A mí muchas veces me pasa que no tengo una opinión formada sobre cosas de las que no tengo información o que la información que tengo me huele que no es la correcta. Entonces realmente tenés que guiarte por un plano mucho más intuitivo. Y el problema es que cuando pones en práctica el plano intuitivo te volvés arbitrario quizás, porque es tu óptica.
– Pero desde el arte…
-Lo que tiene de bueno es que cuando uno usa la poesía o el arte, esa manifestación que es arbitraria siempre se vuelve bastante amable con el otro, porque el otro la toma como un hecho artístico a pesar de que vierte una opinión contundente. Yo publico en lugares diversos, sin embargo el arte y la poesía envuelve toda esa contundencia en una atmosfera muy gentil, muy amable con el lector. Esa honestidad es muy agradecida también por la gente. Porque no hay voluntad de presionar en que yo quiera convencer a nadie de nada. Quizás el hecho más sincero es que, sí, los quiero convencer de que yo sí pienso así, que es diferente a “ellos tienen que pensar que es así”. Eso genera el arte.
Justamente destaca el crecimiento que se da en la ciudad y la cantidad de grupos que comenzaron a formarse en distintos ámbitos, cine, plástica, que funcionan de una forma autónoma, tratando de no tener que esperar constantemente la ayuda del Estado. “En Bariloche el aspecto cultural ha crecido mucho, justamente porque la gente tomó el mando, el impulso. Recorro mucho el país y lo que he visto es esa perpetuidad de que ese impulso venga de algo honesto y no algo obligado, es un mandato más poderoso y emergente”, dice. “Me parece que cuando venga esa ayuda, el famoso teatro, el famoso centro de convenciones, cuando eso suceda, va a venir bien. Ahora, las formas hoy no son de estar sentado esperando que nos den nada, es una frustración permanente. Voy siempre a la tangente de eso, incluso trabajando en un ámbito privado. Porque de la otra forma implica que la dosificación de tu energía se pierda por todos lados. Cuando concentras la energía suceden cosas asombrosas”.
Los nutrientes
Sobre la pantalla se van sucediendo los dibujos, un elefante, un conejo. La voz resuena mientras una luna se dibuja pálida al fondo del teatro. Hay espacios de silencio, después de carcajadas. Hay líneas de colores que van formando una imagen que va completando el andar de un actor sobre el escenario. Es la puesta en escena de uno de los trabajos de Bernasconi con el que todavía recorre el país: Mentiras y Moretones, con la actuación de él mismo junto a Eugenio Davide y Pablo Ríos. Como gran parte de sus obras desde hace 20 años se combina el texto con la escritura, y ahora la escena.
“Tengo una raíz muy fuerte en lo visual, porque eso fue lo que estudié y lo que más innato se me dio”, dice hablando de las inspiraciones, las lecturas y ahora los textos que escribe junto a las ilustraciones. “Tuve que hacer como una especie de búsqueda, como en todo. A la literatura siempre fui por el costado, nunca estudié letras. Salvo el ser muy lector no tenía otra formación y ese lugar lo fui mirando desde afuera hasta que entré. La lectura y los libros son un ejercicio poderoso. Uno lee un libro, una novela, un artículo, un cuento y está traduciendo todo a imágenes. Te hablan de un lugar, de un personaje, y ya lo estas mirando. Ese ejercicio es una musculatura a la imaginación, cuanto más lees más musculoso te volvés. Yo leo mucho y ese ejercicio hace que luego, cuando tengo que representar algo escrito o visual… ya hice elongación”, se ríe.
-¿Tenés preferencias en la lectura?
Leo de todo. Lo que no me termina de llamar son los costumbrismos. Hay autores que son muy detallistas y meticulosos con las descripciones y a mí eso me fuerza a una visión que capaz prefiero completar yo. Me gusta mucho la literatura en mi idioma, más que todo porque descreo un poco de la traducción, es muy complicada, abandoné las traducciones de poesía y me encanta la poesía: Rilke, Whitman. Empecé a leer en ingles, con esfuerzo, pero me parece que vale la pena. Esa pérdida de sustancia que hay de un idioma a otro vale la pena recobrarlo.
La devoción por la literatura implica también dar por tierra un argumento que a veces funciona pero que también es un facilismo, el hecho de leer por placer. Y no es así, leer implica, no un esfuerzo, pero sí un ejercicio de voluntad.
-Más en este tiempo, donde hay que desconectar tantos cables.
– Los estímulos hoy son avasalladores, hay una virulencia, una avalancha de estímulos digitales, de información insulsa… cuando pasa algo se regodea con cosas que no modifican nada, pero uno tiene como es inquietud del minuto a minuto que la literatura claramente no tiene, apuesta a otra cosa. Es un momento muy difícil pero el libro va a sobrevivir a todo.
– ¿Cómo es el proceso creativo?
-Mis días son muy diferentes unos de otro, lo regular son ciertas columnas, objetivos semanales. Arranco el lunes sabiendo que el viernes tengo una columna de poesía, el domingo de opinión y estoy observando y voy viendo cómo transformo. En paralelo siempre tengo proyectos. La obra de Teatro, un libro, literarios o visuales, que van entrando en una cuesta, maduran, hay una pendiente… y se publican.
– Presentaste en septiembre Quetren Quetren, obra realizada con tu hijo Franco, ¿cómo fue la experiencia?
Muy linda. Lo diferente fue que nunca trabajamos, nunca se pareció a un trabajo, si bien mi trabajo es peculiar y nunca se parece a un trabajo, pero en este caso fue un proceso de juego, salvo cuando la Editorial empezó a poner los tiempos para que salga. Pero fue súper lúdico y muy amable con nuestras ganas de ver si sucedía algo con todo ese material y dibujos de él volcado en un libro. Ese juego se convirtió en un proyecto y eso se convirtió en algo que van a leer otros, y ahí la cosa tiene otro cristal. Él entendió que cierta huella iba a quedar con ese librito impreso. Creo que es un ejercicio lindo, aprendí ciertas cosas de una manera poco adoctrinada, hasta lo recomiendo, se publique o no, generar un proyecto.
-Hay también esto de “para grandes y chicos”, o para grandes-chicos como se presenta la obra de teatro Mentiras y Moretones.
-Tengo esa visión de quitar cualquier tipo de etiqueta etaria, y generar un proyecto que lo disfruten todos, realmente. Pero no es fácil ni presentarlo, porque hay una clasificación. Los libros siempre dicen de qué edad a qué edad. Es un argumento de venta que funciona, pero es una barbaridad. Me pasa con libros míos. Ahora estoy haciendo un proyecto de poesía y también lo veo y digo: en qué formato. Me pasó mucho con Bifocal que las librerías no sabían dónde ponerlo. A veces lo ponían en autoayuda y yo me enojaba, después ya sentí la liberación de los libros, encuentran solos el lugar.
El propio retrato
Ante un auditorio colmado, en una de las tantas charlas que ha dado, Pablo Bernasconi habla de la búsqueda, o del encuentro, del propio hacer. Lo expresa ante ojos expectantes y señala que la creatividad, los espacios creativos y las actividades creativas, nos constituyen, son parte nuestra “y cada uno va convirtiéndose y construyendo su propio relato, y su propio retrato”. De fondo hay una imagen de Edgar Allan Poe, uno de los tantos retratos que ha realizado con gran originalidad, sintetizando grandes cosas en pequeños signos. “Stravinsky decía que necesitaba dibujar sus composiciones y utilizar el lápiz y el papel porque era una forma de que las ideas hicieras masa. Que algo que es etéreo, que es invisible y fugás, de pronto se convierta en algo sólido, que existe y promete otra cosa”, dirá y también utilizará esta idea de masa para hablar de materiales y herramientas a la hora de expresarse. “Me gusta mucho la resignificación de los objetos, me gustan los materiales, tenerlos en la mano, observarlos, fotografiarlos, intervenirlos, trato de que no me venza la era digital, en cuanto a que es claramente más cómoda, más rápida, más eficaz en muchos aspectos, pero se desintegra, se deshilacha en cuanto a la personalidad. Yo dibujo siempre. El lápiz y el papel los tengo al lado de la computadora, porque es el paso que va antes. No voy nunca a la computadora sin haber pasado por ahí, jamás, aunque haga un mamarracho hay como un aspecto físico, de alma del proyecto, que está vinculado ahí. A partir de ahí sí, le saco el DNI a la ilustración”, dice y refuerza: “Uno tiene una idea y esa idea hasta que no la haces bajar, la perdés. O la capturas o la arruinas, pero hay una bajada física de energía, como cuando Stravinsky necesitaba escribir en sus partituras con papel y con lápiz porque, decía, era la única forma de que las ideas hicieran masa. Y no es solo una expresión poética, es comprobable”.
Poesía, registros, observaciones de la flora, estados de ánimo, pronto algo de eso irá tomando forma en un nuevo proyecto u obra. “Estoy en una etapa medio anarquista últimamente, que quiero empezar a ilustrar”, dice y repasa cómo la literatura y la poesía a lo largo del tiempo observa escritores que tuvieron también una visión de su momento. “Mi papel es muy pequeño, pero estos tiempos son muy contundentes en ciertos signos, cuando uno los empieza a observar y a observar tiempos similares… en esta situación en que uno dice, me quedo quieto y espero o actúo desde mi lugar, cómo lo reflejo, cómo lo atestiguo. Todos somos testigos y todos tenemos la capacidad de devolver algo. Eso tiene como un eco perpetuo, la poesía lo tiene, eso que queda es un reflejo que cala en una capa obviamente mucho más sutil pero a la vez mucho más potente, y cosas que uno no comprende ahora, que está leyendo, las va a comprender en cinco años y cosas que uno lee en los diarios se evaporan”, reflexiona y enuncia otro de los proyectos que lo rondan: “Tengo ganas de ilustrar a Kafka, voy a elegir un texto que tiene que ver con esto, ver cómo estos personajes vieron otra realidades similares hace 100 años, y cuando uno cuando trae eso hay una enseñanza también, qué pasa, ¿es lo mismo? ¿No cambió nada? Entonces hay que cambiarlo, mejorarlo, modificarlo”.
Y mientras va por sobre los distintos proyectos, todos a la vez, llega el momento en que uno toma más fuerza que otros, cuenta. Mientras, sucede el periodo de observación y los distintos signos comienzan a conectarse. “Estoy poniendo la atención en algo más propio de mi necesidad de contar, entonces empiezo a observar de cerca y las cosas se amontonan a mi alrededor y cada objeto tiene una transcendencia hacia ese lugar, se tiñe de eso, se colorea, es una ayuda enorme, miro donde miro. Hasta que no entras te pasa invisible, por eso es lindísimo entrar en esa sintonía, en el estadío en el que estoy”.
Afuera el frio golpea la cara. Bernasconi parte a la siguiente estación. Lleva consigo su libro para colas de Correo
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen