Esteban Rodríguez Alzueta, doctor en Ciencias Sociales, investigador, profesor, ensayista, publicó un artículo en la revista Malas Palabras en el que reflexiona, a diez meses de gobierno, sobre el vínculo entre el Presidente y sus adherentes, distingue entre esperanza y optimismo y caracteriza la Argentina consumista y neoliberal.
En octubre el presidente Javier Milei recuperó buena parte de los puntos que había perdido en septiembre en diversos indicadores, como la evaluación de gobierno. La consultora Analogías, por ejemplo, registró que su imagen negativa por primera vez había superado la positiva. Pero ahora la Universidad Di Tella y Poliarquía, entre otros encuestadores, publicaron cifras de una remontada. Aresco informa, además, que un 40% de las personas que votó a Milei dice acompañarlo por una cuestión ideológica o política escindida de los resultados económicos. El dato es llamativo por el volumen de adhesión y la constante profundización de esos malos resultados. Los oficiales del INDEC, por ejemplo, indican al segundo trimestre una caída de la inversión, la producción y el consumo. Incluso los datos de coyuntura de algunas agencias, como la que dirige el economista Martín Kalos, que habla de un aumento del consumo en octubre, aunque entre personas de mayores ingresos, registran en términos generales una caída de las ventas.
En estos días la revista Malas Palabras (malaspalabras.org) publicó un artículo muy interesante titulado “El optimismo libertario”, que lleva la firma de Esteban Rodríguez Alzueta, Doctor en Ciencias Sociales, Investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y Profesor en la Universidad Nacional de La Plata, prestigioso ensayista, que reflexiona sobre el vínculo entre el Presidente y sus simpatizantes y sostiene: “Milei no vino a ofrecernos un sueño distinto, de un mundo mejor. Tampoco la gente lo espera, le alcanza con llevar una vida sin sobresaltos, que alcance para mantenerse por encima de la línea de flote.” Sobre ese artículo conversamos con él en el espacio Al Margen en Ideas Circulares (Radio C).
-Decís que entre los simpatizantes de Milei no hay esperanza, sino optimismo y expectativas, haciendo una diferenciación entre ambos conceptos.
-Escribí ese ensayo porque, me parece, que le estamos regalando al gobierno muchas palabras familiares, como la palabra “libertad”, que es una palabra que hay que seguir disputando ¿no? Pero también la palabra “esperanza”. Me parece que uno tiene que ser más riguroso, que hay que cuidar también estas palabras. Y lo que digo en ese artículo es que los seguidores de Milei, en realidad, no están esperanzados sino que simplemente son optimistas, están llenos de ilusiones vagas. No me parece que la gente que supo reclutar Milei sea gente esperanzada, sino gente muy ansiosa, llena de expectativas. Y por eso suele ser muy generosa también en su apoyo. Cuando hablo de esperanza, no habría que confundir con las corazonadas, con una esperanza vaga, porque las corazonadas son como una esperanza pasiva en realidad, mientras que la esperanza siempre es activa. Estoy diciendo que la esperanza reclama un involucramiento, un compromiso. Erich Fromm decía que la palabra “esperanza” estaba también muy vinculada a la palabra fortaleza. La fortaleza es la capacidad de decir no. Cuando todo el mundo quiere un sí y reclama de nosotros una sonrisa, una aceptación fácil, la fortaleza es la posibilidad de insistir en ese no, de no resignar, de no aceptar con sufrimiento. Por eso distingo la esperanza del optimismo. El votante de Milei, el seguidor de Milei, no es un ciudadano esperanzado, sino que es un actor optimista, es alguien que tiene una actitud risueña ante la vida y que no tiene ninguna necesidad de justificar su voto a Milei. Sus apreciaciones no están hechas de ninguna justificación; en todo caso hay un hartazgo de lo que pasó, pero en realidad tiene expectativas, que a su vez es algo que se ha ido construyendo en el mundo del consumo contemporáneo.
-Están quienes piensan que la elección de candidatos antisistema en la Argentina, y en otras partes del mundo, no tiene que ver con demandas concretas sobre la dirección de gobierno sino con expresiones de bronca superficiales y manipulación de la tecnología. ¿Qué observás?
-Manipulación puede haber, pero no quiero entrar por ese lugar, porque estamos a dos metros de las teorías conspirativas. No digo que no la haya, pero también es cierto que la gente en estos últimos años se fue cansando. Milei no cayó del cielo, sino que lo trajo una clase dirigente incapaz de estar a la altura de las expectativas de los ciudadanos. Si vos a la sociedad le enseñaste que una vida feliz es una vida atada al consumo, y ese consumo cae y se licua con la inflación, lo más probable es que eso genere enojo, que la gente se indigne, empiece a mirar cómo algunos actores siguen creciendo y otros actores se van para abajo. Eso genera odio, y ese odio se canaliza a través de estas propuestas. Porque Milei es alguien que supo conectar muy bien con el resentimiento, con esa rabia. Rabia es aquello que sucede cuando las cosas podrían ser de otra manera y, sin embargo, no lo son. Muchas veces esa rabia se tramita con indignación, se guarda en el tiempo, se transforma en odio y el odio es una energía negativa que, muchas veces, los ciudadanos van depositando en el tiempo porque saben que el día de mañana van a tener que movilizar esa energía anímica para pasar a la acción. O sea, para linchar a alguien, para escribir un mensaje de lectores en un sitio de internet, para realizar una protesta callejera más o menos espontánea.
-Si esa realidad material se revirtiera, si al gobierno le llegara a ir bien en lo económico, ese núcleo de apoyo se expandería.
-Y puede ser, lo que pasa es que, me parece, Argentina está atrapada en un círculo vicioso. La década ganada, el kirchnerismo, fue la necesidad de inyectar plata en el bolsillo de la gente para vigorizar un mercado interno que fortalezca la producción interna. Eso también genera una serie de contradicciones internas que el kirchnerismo nunca supo resolver ni encarar. Porque el consumo no genera conciencia social, el consumo genera más ganas de seguir consumiendo. Y ahí me parece que el kirchnerismo se metió en una camisa de once varas. No supo tramitar esa contradicción de las políticas que fue desarrollando. Yo no sé si el kirchnerismo intentó poner un freno, desacelerar algunas lógicas neoliberales, pero la fagocitación del consumismo es el ADN de la lógica neoliberal, que es especulación y consumo. Es decir, pudo de alguna manera hacer un contra fuego con algunas políticas neoliberales, pero en realidad con otras, entre ellas el consumo, no. A mí me parece que el consumo juega con muchas lógicas neoliberales: con la autosuficiencia, la meritocracia, “si yo puedo, vos podés”, y cuando efectivamente vos invertís ese esfuerzo y eso no llega, pero comparativamente a otras personas le está yendo mejor, aparece la indignación. ¿Qué te dijo Milei? ¿Quién es la casta? Esos actores que no van para atrás, que van para adelante. Nunca te los cruzás en la cola de un banco ni en la guardia de un hospital público, porque no van a los hospitales públicos ni viajan en transporte público, porque no andan por la calle, porque están cada vez más lejos de la gente. Milei dijo: “Eso es la casta”. La gente que viaja por el mundo, que ahorra en dólares, que cambia el auto cada tres años. ¿Quiénes son esas personas? Bueno, los dirigentes políticos, los funcionarios que hemos tenido. Gente que se pasea por el mundo haciendo la ve frente a la Torre Eiffel. A esa percepción e indignación que tenía la gente, Milei le puso el nombre de “casta”. Supo reclutar ese voto que se fue basando en odio, indignación, rabia, y también felicidad, alegría, la alegría disparatada de que hay que romper todo, de que hay que desarmar todo, la alegría de la revancha, de que vos también experimentés lo que es que la vida esté desordenada.
-Lo que pareciera que no afecta ese vínculo son aquellas medidas no relacionadas con lo material, que sí son sensibles para otra porción de la sociedad. Por ejemplo, la eventual privatización de Aerolíneas Argentinas, de los trenes, el conflicto con las universidades.
-El apoyo no es un cheque en blanco. Cuando le preguntan a la ciudadanía si está de acuerdo en que se privatice la educación, te dice que no; cuando le preguntan si hay que achicar los gastos del Estado, te dice que sí. A mí me parece que la esperanza no está hecha de un horizonte de muchos años, está hecha de expectativa y las expectativas están hechas de tiempos cortos, es decir: “devolveme la capacidad de endeudamiento, devolverme la capacidad de consumo, poder ir a veranear, poder seguir pagando el auto”. Y me parece que la expectativa está hecha también de esas necesidades materiales que la sociedad de consumo ha impuesto hoy en día. Si Milei garantiza eso, no digo que tenga votos para rato, pero por lo menos para llegar a las próximas elecciones va a tener.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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