La duda respecto al inicio o no del Programa Nacional de Coros y Orquestas del Bicentenario encendió las alertas y dejó nuevamente a la luz la situación precaria de quienes sostienen estos espacios, con docentes contratados anualmente desde hace más de diez años y una incertidumbre sobre el futuro que se renueva en cada ciclo.
Las demoras en el comienzo de las clases generaron todavía más temor en un contexto donde los espacios que trabajan integrando y transformando realidades complejas a través del arte y la cultura fueron desfinanciados.
Sin embargo, el reclamo que se expandió a toda la comunidad logró que finalmente los docentes sean designados en sus cargos para volver a las aulas, si bien aún quedan espacios sin respuesta, como el taller de Bandas.
La situación muestra una vez más la fragilidad de estos proyectos si no se logra una política de Estado que asegure su continuidad garantizando todos los espacios de formación artística gratuitos, imprescindibles para cuidar y acompañar a las juventudes.
“Estamos en una situación bastante irregular. Trabajamos para el Ministerio de Educación de la Provincia y nuestros cargos los dan de alta en febrero y los dan de baja en diciembre, todos los años”, relata Mariano Videla, director de la Orquesta Bicentenario de Bariloche, consultado sobre la forma en la que se desempeñan desde el comienzo del proyecto. “Es bastante inestable y como nuestras fuentes laborales no tienen continuidad, siempre corremos el riesgo de que el gobierno de turno no nos dé el alta”.
Es lo que sucedió este año, cuando el calendario comenzó a correr y al programa de orquestas no se le daba inicio. La preocupación se fue extendiendo y movilizó el reclamo de las familias y la comunidad para que esto se hiciera visible hasta que, aunque con atraso, los engranajes comenzaron a moverse hasta dar de alta los cargos de la orquesta, espacio que actualmente cuenta con 14 profesores y 120 integrantes, más un listado de espera para poder ingresar de 70 chicos y chicas.
El programa funciona hace 10 años en Bariloche, siendo esta la primera orquesta a nivel Nación que desembarcó en Río Negro. En la ciudad, concretan sus ensayos en las instalaciones del CEM Nº 44, institución que abrió sus puertas para colaborar en el desarrollo del proyecto.
Centenares de niños, niñas, jóvenes y adolescentes han pasado por esta experiencia y algunos actualmente están dando clases en orquestas de otras provincias o tocando en orquestas profesionales. Otros no se dedicaron a la música, pero el paso por el programa fue significativo en un montón de aspectos que van más allá de la música, en relación a la cuestión social, el respeto por el otro, el tener un objetivo común y tirar para el mismo lado; cuestiones que se aprenden por la propia experiencia del espacio colectivo.
“Este tipo de orquestas no solo se ocupan de la música, sino de un montón de otras cosas que subyacen. De alguna manera generamos vínculos diferentes al que estamos acostumbrados: a través de la música, de los instrumentos. Pero, además, este es un lugar de contención: tienen todas las tardes en el barrio un espacio con calefacción, una merienda, profesores y otros compañeros que están ahí, todos los días. Entonces se juntan a escuchar música, sacar temas con los instrumentos, estudiar y después se forma la orquesta y se ensaya. Son programas que generan muchos cambios y si bien el objetivo es hacer música, ya no solo es hacer música sino tratar de dar un montón de herramientas a los chicos para con la sociedad”.
Vale la pena destacar que la participación es totalmente gratuita, no se requiere conocimiento musical previo ni instrumento, dado que la orquesta posee los suyos, adquiridos por el programa. El único requisito para la permanencia es comprometerse con la asistencia y el trabajo propuesto.
Lo cierto es que los frutos de este programa -nacido en el 2008 con el objetivo de “mejorar el acceso a los bienes y servicios culturales y estimular el contacto y el disfrute de la música además de representar una herramienta útil para colaborar con la retención escolar y la contención y promoción de nuestros jóvenes- se ven en todo el territorio.
“Es un lenguaje diferente que trasciende las edades, las clases sociales: tocan por igual y no importa de dónde venimos”, dice Mariano y por eso, vuelve al inicio para recalcar la necesidad de otorgar estabilidad a una tarea tan esencial y salir de la precariedad laboral absoluta que transitan.
“Es realmente injusto, se nos cortan las jubilaciones, los aportes de la Obra Social y cada año estamos a la deriva, esperando que al gobierno de turno le interesen las orquestas”, dice. Tienen, además, un sueldo mínimo, que lejos queda del fuerte compromiso que asumen. “Realmente creemos en estos proyectos de orquesta que permiten generar cambios y le dan oportunidades y herramientas a un montón de pibes que cuando llegan quizás no tienen mucha idea de qué van a hacer, pero quieren participar. Desgraciadamente la realidad de los barrios es complicada y tener una escuela abierta para que vengan a estudiar un instrumento, a hacer música con otros, a tomar la merienda todas las tardes, un lugar así abierto es muy valioso y me parece que hoy en día el Estado no lo valora”.
Una experiencia indeleble
“Comencé en la orquesta del Bicentenario a fines del 2013, principios del 2014. En esa época jugaba al básquet y dejé. Entonces mi mamá me dijo: en casa sin hacer nada, no te vas a quedar”, cuenta Esteban Agustín Vergara ex alumno de la orquesta del Bicentenario Bariloche.
Como unas primas habían ingresado a la orquesta, supo de este espacio, que prestaban el instrumento y que te enseñaban a leer partitura. Le pareció increíble. “Fuimos un día a escuchar la orquesta, yo quería tocar el saxofón, pero no había así que me anoté en clarinete. Tampoco había cupos”, recuerda. “Mi mamá quería que ingresara a toda costa, así que preguntó dónde había lugar y le dijeron: no hay nadie en oboe. Así que me anotó sin saber lo que era”.
“Entones fui a escuchar el instrumento y lo recuerdo patente: fue maravilloso”, relata y rememora el momento en que su primer maestro, Robin Wesley, le dijo: este es el instrumento, y sacó la caña, la boquilla. “Pero este es el motor del instrumento”, agregó y empezó a tocar. A Esteban le pareció increíble.
“La experiencia fue maravillosa, con recuerdos hermosos, más que nada cuando integré la orquesta, porque había muchos encuentros, viajes, venía gente a tocar, a darnos clases, incluso a tocar con la orquesta. Tuve el privilegio de viajar a Capital Federal, que es donde estoy ahora estudiando. Hago una retrospección hacia el pasado y no puedo creer la cantidad de puertas que me abrió la música, nunca creí que sería algo tan grande. Trato de volver. Mariano y Marisa siempre tienen los brazos abiertos”, dice Esteban y da cuenta, además, de su presente, consecuencia de todos aquellos engranajes. “Actualmente estoy cumpliendo uno de mis sueños que es integrar una orquesta en el Teatro Colón, estudiando en el Instituto Superior de Artes del Teatro Colón. Es un sueño cumplido de mucho esfuerzo, estoy estudiando oboe, en la carrera de academia orquestal, y siempre trato de estar con humildad y seguir adelante porque jamás olvido de dónde viene y es la Orquesta del Bicentenario”.
Vanina Rosales no había tocado ningún instrumento hasta que ingresó en la Orquesta, en el 2016. Su hermano había empezado dos años antes y lo escuchaba ensayar en casa. Tocaba la viola, igual que ella ahora. Cuenta que, como para una gran mayoría, la orquesta es como una gran familia y este año también tuvo el temor de que no arrancara. “Sentí dolor al no haber esperanzas de que de que continúe”, dice y destaca el “sentido de familia”, que se da, incluso con quienes no se conocen. También “hacer amigos y amigas de diferentes edades y lugares, porque hay muchos que no son de Bariloche y están en la orquesta”.
La situación del retraso en el inicio de las clases, también significa más tiempos alejados de los instrumentos, ya que en diciembre vuelven al armario de la escuela, hasta que comiencen las clases. Otro aspecto que también hace lamentar a Mariano: practicar es una necesidad para poder avanzar. “Recién hace dos años que pude estar en el frente de la fila, porque siempre me quedaba muy atrás. Al no tener mi propio instrumento y en los veranos no tener la práctica de todos los días, no avanzaba mucho. Pero me pudieron regalar la viola y ahora soy guía de fila. Necesitaba tener mi propio instrumento parece, para poder trabajar mejor en casa y practicar”, continúa Vanina y destaca, para finalizar, a quienes le dieron continuidad al camino de la música. “Creo que es muy importante recalcar la valentía de seguir estudiando con la música, no cualquiera lo puede hacer, entonces, simplemente, recordar a los viejos miembros de la orquesta que capaz que hoy están en otros lugares”.
Facundo Vizgarra también suma su experiencia. Toca el violín desde que era muy chico, pero fue en el secundario que ingresó a la orquesta, en el 2018, alentado por Mariano que era profesor suyo en el CEM 45. Actualmente toca en la Camerata Juvenil, pero no dudó en acercarse cuando este año volvió a saber de las demoras en el comienzo de las clases en el programa de la orquesta del Bicentenario. “Es un sentimiento muy profundo el que sentí cuando escuché que no se iban a poder abrir las puertas, fue algo muy hiriente, porque hay chicos que ponen mucha voluntad para ir y participar”, dice. “Volví a ponerme en los zapatos de ese lugar donde estuve, sentí un alivio al tocar ahí de vuelta, como también fue en el aniversario de los 10 años de la orquesta. Por más que digan que no es fundamental, en realidad la música es necesaria. Para muchos es un acceso a conocer a los genios de la música y su historia, de dónde vienen y hasta conocer idiomas nunca escuchado. También otros lugares. Te ayuda un montón. También es fundamental el sistema de estudio para después enseñar a futuras generaciones”, continúa y anhela: “Ojalá que los próximos años se pueda seguir estando y que la orquesta nunca cierre las puertas, es algo fundamental, que sigan integrándose más chicos y chicas, que nuca falten músicos”.
“¿Por qué es tan importante que haya orquestas en donde los niños vayan a aprender a tocar un instrumento?” Se preguntaba en una entrevista el Chango Spasiuk y recordaba: “La gente cree: por qué van a tocar si no van a ser músicos. Nadie entiende que aprender a tocar un instrumento mejora tu calidad de vida. Tocar un instrumento no es manejar un iPad o un teléfono: para tocar un instrumento tenés que estar limpio, tenés que estar bien sentado, tenés que estar atento, tenés que desarrollar tu capacidad de atención para poder sacar sonidos de los instrumentos. Para tocar colectivamente tenés que prestar atención a lo que estás haciendo vos y a su vez prestar atención a lo que están haciendo los demás, para construir algo entre todos. Si uno lleva esa disciplina a todos los días es una gran enseñanza”.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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