Finalmente se cumplió lo que pensábamos en las PASO, le pusimos una cuota de esperanza y épica en los últimos días y llegamos a creer que podía alcanzar.
Ganó el lastre y hartazgo de tener de candidato al ministro de economía de un país en crisis desde hace 8 años y sumado al antiperonismo, tal como temíamos en los análisis más fríos, y tal como advertimos muchos cuando se definieron candidaturas.
Quizás lo único positivo es que ya sabemos que se viene un tortazo para las mayorías, no sabemos la magnitud del daño y por eso es difícil prepararse. Pero la cantidad de gente que eligió este rumbo de colisión con esperanza de un cambio de una mala realidad actual, no sabemos qué harán, ni cómo reaccionarán ni cuándo.
No es cuestión de prepararse para la resistencia ni esperar que no vaya hacer lo que prometió el nuevo presidente. A diferencia de Macri que mintió en campaña, Milei ganó prometiendo vender o cerrar empresas públicas, desmantelar el sistema de ciencia y técnica, cerrar ministerios, privatizar la salud, educación y jubilaciones, eliminar la coparticipación y subsidios y miles de etc. Pero quizás lo clave es que prometió financiar la dolarización y sus políticas en general vendiendo patrimonio del Estado, del país: Empresas como YPF, tierras y edificios públicos, Vaca Muerta, el Litio y otros bienes naturales. En los 90 se les decía “las joyas de la abuela”. No es casual esta conexión, al igual que en aquella década, el nuevo presidente ya ratificó su alineación geopolítica con Estados Unidos e Israel. En ello también talla la vicepresidenta electa, no solo asociada a los genocidas, sino principalmente a agencias oficiales e inorgánicas de Inteligencia nacionales e internacionales.
Desembarca un dispositivo de poder que ya sabe cómo expoliar los bienes de países. Si a eso le sumamos el negacionismo del cambio climático y global, ya sabemos que vamos rumbo a una primarización de la economía y un industricidio. A este dispositivo de poder, se le suma agenda regresiva de DDHH y de reivindicación de la Dictadura cívico militar.
Más que caer en la depresión o en la resistencia heroica, el desafío hoy del campo nacional y popular es reconstruirse como representación de las mayorías populares, es buscar las maneras de recuperar el territorio real y digital, el volver a conectar con la agenda y preocupaciones de la gente de a pie, el reconstruir lazos comunitarios y organización popular. La política de todos los palos y la militancia en general se ha hablado mucho a sí misma y resignando a ser mejores o peores administradores de la realidad. La mayoría también votó contra eso. Nos olvidamos hace mucho tiempo de lo más simple y básico, la política es la herramienta de los pueblos para construir y cambiar la realidad. Nos queda entonces la tarea de volver a discutir y debatir política en serio, no puestitos no paja intelectual, proyectos reales de ciudad, provincia y país más justo, formarnos políticamente las nuevas y viejas generaciones en como volver a sembrar y cultivar Pueblo. Una palabra, una idea, el alma de nuestras gentes e identidades en la que nos vamos a volver a encontrar.
Por Manuel de Paz
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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