A pesar del éxito y el rol indiscutible para garantizar el derecho a acceder al patrimonio cultural y deportivo de esta ciudad, que significan los programas de Esquí Social y Esquí Escolar, el empuje que deben realizar cada año quienes llevan adelante y le ponen el cuerpo a esta tarea es inmenso.
Desde organizar la logística hasta asegurar la cantidad suficiente de instructores termina siendo una labor a pulmón y a contra reloj -si bien este año en Esquí Social pudieron trabajar con más anticipación- que se vuelve cuesta arriba a pesar de los buenos resultados que tiene la experiencia en la comunidad, donde cada año, mediante el programa de Esquí Escolar la totalidad de los 5to grado de todas las escuelas públicas de Bariloche, unos 1700 chicos y chicas promedio por temporada, pueden acceder al Cerro Catedral y bajar sus caminos.
“Actualmente el programa sigue siendo algo que hasta que no está en rojo no entra en la agenda. Los que lo llevamos adelante le ponemos todo, porque si se pierde un año, no se remonta. Por eso cada temporada intentamos mejorar la cantidad de profesores, la logística, pero la dinámica sigue dándose en la urgencia”, dice Daniel Fisher, quien se desempeña en el área de Educación de Física y Educación Artística del Ministerio de Educación y se encuentra a cargo de la dirección del programa de Esquí Escolar.
“Este año lo ideal hubiese sido arrancar en abril, yendo a las escuelas, haciendo las reuniones, laburando con los profesores de educación física de cada establecimiento para que puedan venir y sepan de qué se trata. La idea es que no sean cuatro días de esquiar y listo: el programa es de trabajo de todo el año. A la seño que está en el aula le sirve pensar que los alumnos van a ir a esquí escolar y laburar lo que hicieron; el grupo cambia automáticamente su dinámica dentro del aula por haber estado en la montaña”, continúa.
Sin embargo, el programa, que inició en 1999 y que hoy está a cargo del ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro, todavía no está consolidado por ley y una vez más se llegó a junio sin la certeza de la realización. Entre otros puntos, porque para esos días, a una semana de empezar, todavía los profesores no tenían el alta, con lo difícil que es contar con este recurso humano: dar clases en el cerro de manera independiente tiene una ganancia considerablemente mayor que el pago de horas de educación, sumado a que ningún trabajador de la montaña puede contar con la seguridad de que estará dentro del programa hasta último momento, con lo cual se suma la incertidumbre de no tener una plaza laboral asegurada.
“Nos costó conseguir a los 25 profesores que integran el Esquí Escolar, llegamos con una semana de anticipación”, dice Fisher y reflexiona sobre la continuidad, no solo del programa, sino de las generaciones que tomen la posta. “Los que estamos haciendo esquí escolar desde la gestión lo que queremos lograr es que esto se prolongue, porque no somos eternos. Somos la segunda generación, que arrancó en el 99, y estamos buscando quién continúa. Es un esfuerzo bastante grande llevarlo adelante, pero así es la alegría que también te da”.
Más lindo de lo que imaginaba
“Hace una semana que venía contando los días, cuánto faltaba. Anoche no pude dormir, pero ahora llegué y ya me siento bien, me siento feliz cuando esquío”, dice uno de los estudiantes en uno de los videos de los días por la nieve.
“Siento que estoy liberado, esquiando, tranquilo, divertido”, registra Manuel Fernández en un hermoso trabajo que sintetiza toda la tarea y el entramado que sostiene esta hermosa experiencia donde se escucha: “Es lo más divertido que hay en el mundo. Me imaginaba otra cosa, pero era mucho más lindo de lo que me imaginaba”.
Así también los instructores coinciden en la importancia de conocer un deporte que es de Bariloche, y que genera un sentimiento de pertenencia que nunca antes habían sentido sobre el Cerro Catedral. Son parte. “Las sonrisas que nos entregan no tienen precio”, dirán.
Lo cierto es que, si hay algo que sostiene estos programas a lo largo de estos años, ha sido, justamente, el empuje de las personas que los llevan adelante. Sin embargo, va siendo hora de generar cierta estabilidad. Como señalan algunos de los instructores que participan, es muy difícil sostener la tarea si ningún tipo de contención ni previsión.
Asimismo, hace falta el empuje desde las escuelas y la misma comunidad educativa que demande este derecho, más allá de tener fecha o no para la salida para la que se dividen los grupos de las distintas escuelas a largo de ocho semanas. “Actualmente lo que estamos tratando con cada directivo de escuela, con cada supervisión, con cada maestro, maestra, que vienen a esquí escolar es contarles esta situación y pedirles que desde febrero empiecen a preguntar cuál es su semana de esquí. Porque sino nos pasa esto, llegamos a junio y a nosotros nos ayudaría un montón que empezara a pensarse apenas arranca el ciclo escolar”.
– ¿Por qué te parece que estos programas tienen que existir?
-Trato de minimizar lo que hacemos porque no inventamos nada, cualquier pueblo que está cerca de una montaña en cualquier parte del mundo, por lo menos en Europa, va y esquía en su montaña. Acá nuestros pibes ven la montaña todos los días y están a 17 kilómetros, pero esa distancia es mucho más lejos. Entonces, esto los acerca a ese derecho a acceder al patrimonio cultural y deportivo y resignifica el tejido social, porque ese chico, esa chica, vuelve a su casa y a esa familia, que no conoce el Cerro Catedral -y lo ve todos los días- le cuenta lo que vivió, lo de que disfrutó y se mejora un poco nuestra comunidad.
Lo cierto es que la experiencia para los que llegan al Catedral, muchos por primera vez, es indeleble y se convierte en una puerta posible de empujar para abrir. De hecho, muchos vuelven a acercarse luego a través del programa de Esquí social, que depende de la Municipalidad y por el cual chicos y chicas de entre 13 y 18 años seleccionados a través de los Centros de Atención y Articulación Territorial (CAAT) y del programa de becas pueden acceder al cerro a través de esta propuesta que beneficia a unos 400 jóvenes.
“Hay que pensar que educación deja unos 1.500 chicos esquiando y el programa de esquí social tiene un cupo de 40 por semana. Desde mi punto de vista, debería ser una gran escuela municipal de esquí donde incluso puedan continuar esquiando”, señala Fisher imaginado la posibilidad de cumplir mejor el objetivo de llegar a una población amplia. “Muchas veces nos dicen: ustedes lo llevan cuatro días y después nunca más vuelven. Pero hay chicos que pasaron por acá y hoy son instructores de esquí”, reflexiona.
Por su parte, Cristian Montenegro, quien coordina el programa de Esquí Social señala que, si bien son dos programas que funcionan por separado y tiene organigramas diferentes, con lo cual no hay puntos de encuentro desde lo institucional, la vinculación se da, entre otras cosas, por la experiencia de los chicos que han pasado por uno y otro y, en definitiva, por el objetivo central de acercar el cerro a la comunidad, premisa que ambos ostentan.
“Esquí social nace de los técnicos y referentes sociales que se encontraban trabajando -muchos de ellos continúan- en el espacio municipal. El programa fue pasando por diversos momentos, diversas etapas y ya hace unos 10 años que lo empezó a articular el área de sociales con el área de la Secretaría de Deportes, con lo cual, empiezan a ingresar docentes egresados de la universidad a participar y empieza a tomar otra forma”, dice y reconoce que hay un punto de encuentro importante en el hecho de que la gran mayoría de los chicos y chicas que llegan tienen la experiencia del Esquí escolar.
“Es como aprender a andar en bicicleta, no se olvida. Lo lindo es que en Esquí escolar están en un momento en el cual todo lo que aprendan les queda registrado y entonces los que participan del programa al primer día ya recuerdan. Es una de las partes enriquecedoras de que los dos programas estén vigentes. Este año, por ejemplo, se notó en algún grupito que no habían tenido la experiencia con tema de la pandemia. Pero en líneas generales, cuando participan del programa Esquí escolar le agarran la mano enseguida”, continúa.
Así también se refiere a la posibilidad que brinda este acceso, que de manera individual es altamente costoso. “Este año se sumaron estudiantes del profesorado de Educación Física y están conociendo el programa, entonces, creo que ahí también se abre una oportunidad de que puedan, en un futuro próximo, sumarse al programa. Normalmente Esquí social es un programa invisible para muchos. Por eso, ojalá que puedan retornar y se vayan incorporando a la experiencia”.
Finalmente, remarca algo no menor y en lo que muchos coinciden: “Si bien la actividad del esquí es la que los encuentra, antes que un programa de esquí es un programa social y es un programa cultural. Los chicos están involucrándose y siempre manejándolo desde una perspectiva de derecho. A veces se pone el foco solamente en la actividad de esquí y la actividad del esquí es un punto de encuentro. Lo importante es que como residentes de Bariloche participemos de este lugarcito que nos pertenece. Al Catedral, puntualmente, siempre se lo vio como lejos y estos programas vienen a sumar desde ese ángulo. Las actividades de montaña tendrían que estar presentes durante todo el año para Bariloche”.
Por Violeta Moraga
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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