Emaús y Sin Fronteras, las dos ferias más convocantes de la economía popular de Bariloche, dan trabajo a unas 800 personas y venden a precios mucho más bajos que el resto de la ciudad. Hay chori y tornillos, plantas y ropa, dólares y estampitas.
Elsa quiere un techo. El servicio meteorológico pronosticó que mañana llueve, entonces no va a poder trabajar. Los 800 vendedores de la “Feria Peatonal Emaús”, distribuidos a lo largo de Otto Goedecke entre 25 de Mayo y Chubut, recibirán hoy, sábado, a miles de vecinos que la convierten en el centro de compras más grande de Bariloche.
Adriana es feriante desde hace 34 años. Arrancó en el gimnasio de Bomberos, pasó por la sede de la junta vecinal de Las Quintas, el Gimnasio 1, la Escuela de Arte La Llave y la Escuela 320 de calle Sobral. Tres meses atrás vendía chocolate en caja, pero dejó de hacerlo porque la materia prima aumentó un 30% y no pudo solventarla. Ahora revende ropa usada y calzado nuevo que compra en Bahía Blanca.
Muchos de estos vendedores se apostaban hace unos años en las veredas de Onelli y de 25 de Mayo irritando a los dueños de locales comerciales. Para ordenar el espacio, la municipalidad encontró un predio cuyo contrato renovó hasta 2026 días atrás en $32.485.500.
Oscar tiene 25 años de feriante. Pasó la época del patacón y del trueque en 2001. Cuando estaba sobre la vereda de 25 de Mayo, debió pagar varias infracciones labradas por inspectores. “Por suerte eso ya no pasa más”, dice. Vende DVD y CD. “Hay gente del campo y otra gente que todavía compran estas cosas”.
– ¿Hay un vendedor por puesto o un vendedor puede tener varios puestos? –le preguntamos a Luciano Olivera, Coordinador de Ferias Municipales de la que depende Emaús.
-Hay de todo –dice.
– ¿Una persona puede acercarse y pedir un lugar?
-Claro que sí, los espacios se van renovando.
Nadie más paga ya por el alquiler de su puesto en la feria Emaús. Barby dice que el préstamo del tablón está 20 pesos por día y 20 pesos por vez el uso del baño. Nació en Puerto San Julián, Santa Cruz, hace 10 años que vive en Bariloche. Vende juguetes que compra en Buenos Aires, y, antes, ropa de bebe, pero no le fue tan bien. A los nuevos puesteros les recomienda encontrar un nicho propio. “Acá lo que funciona bien es la venta de chuchería”, dice. “Podés sacar 5000 o 10.000 pesos por día”.
En la feria hay de todo. Lo que más se ve es ropa usada y nueva, botas, zapatos y zapatillas, juguetes y comida, accesorios de teléfono y artículos de bazar y librería y ferretería y costura, plantas, golosinas, mates, cuchillos, plásticos. Cualquier producto de cualquier ramo podría encontrarse en esta feria crisol de ritmos que suenan por parlante, de aromas y de marcas, de tonalidades argentinas y limítrofes y de precios muy por abajo que el resto de la ciudad.
Quique enviudó en 2021 en la Plata, tenía un taller mecánico que delegó a su hijo antes de venir a Bariloche donde vive su hija. Quería bajar un cambio, dice, pero no esperó el cambio sino que decidió venir a buscarlo. Siente que Bariloche es una ciudad hostil para un trabajador como él, mayor de sesenta. Vende productos tejidos. Un gorro, por ejemplo, a mitad de precio de lo que puede costar fuera de la feria. Invierte 250 pesos en lana y lo ofrece a 1500. Tejer le insume un día de trabajo.
Luciano vende a 485 pesos dólares que compró a 450. Además ofrece libros, facturas, plantas, tazas y bijouterie. Por día puede ganar 2500 pesos.
Alberto tiene un chulengo en la esquina de Otto Goedecke y Chubut que mantiene de lunes a viernes a unos metros, debajo de un árbol. Hace chorizos y brochettes. Por fin de semana puede ganar hasta 50.000 pesos.
Hoy es el último día de Graciela en la feria. Está rematando ropa y objetos de sus cuatro hijos que se fueron a estudiar a Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Ya vendió la casa, ahora se muda para estar más cerca de ellos después de haber llegado a Bariloche en 1978.
– ¿Cómo es coordinar una feria tan grande? -preguntamos a Olivera, del municipio.
-Emaús como Sin Fronteras –la feria techada con ingreso desde calle Onelli- tienen referentes. Emaús por cuadrícula, Sin Fronteras por pasillo. Sin ellos sería imposible la organización.
– ¿Hay alguna regulación de proveedores?
-No, cada quien trabaja con los suyos.
A diferencia de Emaús, abierta sábados y domingos, Sin Fronteras permanece visitable toda la semana. Además, los 96 puesteros que la integran pagan un alquiler de acuerdo a sus dimensiones. Muchos de ellos también estaban sobre la 25 de Mayo. Maxi del puesto 38, por ejemplo, vendía entonces empanadas tucumanas. Ahora ofrece minutas: choripán a 800 pesos, churrasco con fritas a 1700 pesos. Su puesto, “La Churrasquería”, hace entregas por Pedidos Ya.
Benedicto Llancaqueo del puesto 14, en cambio, llegó hace cinco años, proveniente de un paraje cercano a Comallo. Tiene un menú fijo distinto todos los días. Y los fines de semana, cocina locro. Por el alquiler del puesto paga diez mil pesos. “Sobrevivo”, dice.
Por Pablo Bassi
Fotografías: Pablo Candamil
Cooperativa de Comunicación Popular al Margen
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