Pablo Bernasconi presentó su último libro: El infinito. Entre textos e ilustraciones el autor nos invita a recorrer un espacio sin bordes.
En la inmensa negrura una puertita abre paso al despliegue de la creación. “Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito”. Bernasconi elige a Shakespeare y traza un pequeño rey que da inicio al recorrido y nos acompaña hasta el final. A lo largo de 64 páginas la poesía y las ilustraciones dialogan soltando imágenes de un concepto tan indescifrable como maravilloso. “Este libro es bastante extraño, otra vez”, dice el autor. Sin embargo, la empatía fue instantánea del otro lado y generó una participación sentida, tan lúdica como seria, en la búsqueda que propone la obra.
Al revisar su trabajo, Bernasconi describe: “La consigna es un poco atravesar este concepto desde la poesía. El libro propone dejar por un momento lo que sabemos -o lo que no sabemos- desde la ciencia: el infinito es algo inasible completamente, pero desde la poesía sí tiene una llegada y hay una especie de alivio. Permite abordar este tema y muchos otros que proponen conceptos que están más allá del género humano”.
El libro parte de un gen soltado ya en “La verdadera explicación”, que tomaba una serie de temas para generar diversas teorías. El infinito aparecía allí brevemente, como una semilla que luego se vendría a desplegarse en este otro, encontrando su propio lugar a través de un sinnúmero de páginas que tienen un final relativo, porque la relectura va abriendo más y más puertas. “Hay toda una atmosfera que combina esa poesía con la fantasía, pero la fantasía como me gusta a mí: verosímil, desde la construcción respetuosa, no porque sí. Me gusta la fantasía que me hace creer que es posible. Este libro tiene ese estímulo y es muy climático, tiene muchos tonos en donde cada definición puede sonar muy dramática -como a veces nos suena- humorística o costumbrista. Hay lugares que son muy pequeños para nombrar el infinito. Lo cual es paradójico”.
“Es un grano de arena perdido en algún desierto del planeta que contiene grabado un mapa para encontrase a sí mismo”. A cada vuelta de página se abre un nuevo caudal de imágenes y sentires que ofrecen al lector, además, la posibilidad de continuar ahondando en la propuesta: el contenido no se satisface con una sola mirada.
“Es leer solo la última línea de un libro e imaginar lo que falta”. Con trazo orfebre Bernasconi va enriqueciendo un trabajo que engarza distintos elementos que pueden aparecer o no ante la mirada más sagaz. “Hacer un libro es para mí un proceso largo. Hasta que no estoy seguro que no tiene una madurez para salir no lo saco”. Hubo que esperar así, al menos, un año y medio y cuenta que en este caso, a diferencia de otros, lo primero que hizo fue escribir el texto y luego la ilustración. Contiene, además, muchos guiños a la matemática, la física, la química, la filosofía, que van completando esa primera mirada sin privarse del aporte de la ciencia. “El símbolo del infinito, la cinta de Moebius, responde inicialmente a un símbolo matemático”, ejemplifica. “Hay un montón de situaciones que incluí en el libro porque son funcionales de este concepto”.
En ese juego, tampoco los folios del libro no son números correlativos, sino que lo que numera las páginas tiene una relación también con un universo distante de la poesía, como puede ser a primera vista, la física. “Hay entonces un espacio de investigación y si el lector se quiere dedicar a ver porqué está cada número es como un acertijo largo”. Van apareciendo además tonos más dramáticos y otros “más brillantes y hasta empalagosos”, todos puntos desde donde observar.
“Son dos partículas de polvo que juegan a las escondidas en planetas diferentes”, dirá en uno de los textos. “Uno se puede parar un jueves a la mañana desde la página b612 y observar desde el lado de la niñez o un sábado a la noche desde la página 22 y sentirse como una especie de persona que está muy aislada y encuentra conceptualmente algo que la une a algo mayor que ella. Hay así tantas definiciones del infinito como personas y como días de la persona. Nunca me animaría a definir con una sola de ellas el infinito”, concluye. O no.
Si bien el libro ya se encuentra disponible, en Bariloche se estará presentando formalmente el 1 de septiembre con acceso libre y gratuito en el Salón Araucanía. Allí, en coincidencia con el aniversario del espacio, Pablo Bernasconi hará la apertura de una exhibición que contará con la presencia de todos los originales de las obras y que incluirá una serie de propuestas a partir del libro.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen