El pasado 7 de septiembre murió Fabián Tomasi, el ex fumigador de la localidad entrerriana de Basavilbaso símbolo de la lucha contra los agrotóxicos. Pablo Piovano es un fotógrafo que recorrió el país para retratar el impacto en la salud de las familias que trabajan y viven cerca de campos fumigados por agroquímicos. Fruto de ese viaje, editó el libro “El costo humano de los agrotóxicos” en donde retrató a Tomasi.
– ¿Cuál fue tu inquietud para empezar este proyecto?
-Estaban llegando informes de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados que a partir de los 2001 empiezan a ver que en las salas de sus pueblos niños, hombres y mujeres llegaban con distintas dolencias y siempre sucedía luego del marco de una fumigación. Estos médicos hicieron un primer encuentro nacional y sacaron a la luz unas cifras que eran muy contundentes, que yo no veía que estuviesen en los medios concentrados, solamente en algunos medios alternativos. Al dar con eso tuve la inquietud de ir a ver que estaba sucediendo en el escenario rural.
– ¿Cómo fue el trabajo en conjunto con Pueblos Fumigados?
-Yo hice varios viajes, fueron siete y en total recorrí casi 15 mil kilómetros por El Litoral, La Pampa y el norte del país. Pueblos Fumigados fue una de las organizaciones que contacté, pero también hablé con muchos biólogos, científicos, ambientalistas, con afectados… Fui trazando una línea de trabajo para poder investigar y documentar todo esto. Finalmente terminé entendiendo que es casi una catástrofe sanitaria.
– ¿Cómo rescatás la actitud de la gente que vive día a día esta problemática?
-Es bastante complejo. Por un lado, las personas que yo visité, que me han abierto puertas, que me han dado su intimidad para poder documentar el daño humano que están causando los agrotóxicos fue realmente muy fluida. Yo entré casi en un centenar de casas y en todas me abrieron la puerta.
Luego sucede que en cada pueblo, todo el mundo, toda la gente que allí vive trabaja y tiene una relación con el campo y la agricultura en la Argentina está sostenida a base de venenos. Entonces, lo que sucedía es que había siempre una pequeña asamblea que alertaba la problemática pero eran cinco o seis personas que terminaban siendo indiferentes a todos los demás. Lamentablemente lo que es la coyuntura, la complejidad, hace que necesiten vivir de eso. Es una trampa sin salida.
– ¿Por qué te parece que para el Estado todas estas pruebas no son suficientes para trabajar para frenar esta contaminación?
-Porque esto es parte de un gran negocio donde están involucradas corporaciones muy poderosas que en definitiva lo que hacen es el control casi total sobre las semillas y los alimentos del mundo. Si ellos pueden controlar la alimentación, pueden controlar nuestra salud y así controlan nuestra propia libertad.
No hay pruebas que basten porque el plan es simplemente explotar al mango la agricultura en la Argentina a como dé lugar. Somos un país que teníamos una diversidad muy amplia de alimentos y ahora uno puede recorrer la extensión del centro hacia el norte y todo el tiempo toparse con soja y maíz transgénico.
Esa es la coyuntura, este es el escenario. La dirección política de la Argentina responde a las corporaciones. Ya lo hemos visto, los mismos ministros son siempre CEOS de grandes corporaciones. No podemos esperar mucho más.
Por Mariela Martínez y Julia Biagioli
Equipo de Comunicación Popular Colectivo Al Margen