La periodista y escritora Telma Luzzani llega a Bariloche para presentar “Crónicas del fin de una era, la caída de la Unión Soviética y sus consecuencias en el mundo de hoy”. La actividad, gratuita, se realizará este lunes a las 19 en la Biblioteca Sarmiento. Antes la autora dialogó con Al Margen.
Telma Luzzani, periodista y escritora especializada en política internacional, reunió las crónicas que cubrió para diario Clarín entre 1991 y 1993 como parte de su extenso reporteo en Moscú y alrededores hasta 2001. El libro, “Crónicas del fin de una era, la caída de la Unión Soviética y sus consecuencias en el mundo de hoy”, relata historias que nacieron en conversaciones con gente en la calle en una época que, ahora, es contextualizada con el aporte de Atilio Borón y Alicia Castro, entre otros intelectuales.
“Llegué horas después del último discurso de Gorvachof como jefe de Estado y horas antes de que bajaran las banderas rojas del Kremlin”, dice la autora a Al Margen. “El conflicto entre Rusia y Ucrania tiene sus semillas en ese momento”.
Luzzani es autora de varios libros, entre ellos “Todo lo que necesitás saber sobre la Guerra Fría” y “Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica”.
– Tu nuevo libro retrata un capítulo grande de la Historia a partir de micro historias de la calle. ¿Qué decía la gente en 1991 en Rusia?
– Varias cosas sorprendieron a alguien que, como yo, viajaba desde un país capitalista como la Argentina. Una de ellas fue cómo los rusos querían capitalismo, sobre todo los más jóvenes. Claro, ellos pensaban que irían a vivir como los alemanes ricos. Me sorprendió también la historia de una mujer que no podía hacer frente al pago de una profesora particular de música. Antes de la caída de la Unión Soviética, una persona de cualquier clase social estudiaba baile o algún instrumento y eso lo pagaba el Estado. De repente, esas clases empezaron a correr por cuenta de cada persona. Esas grandes contradicciones me llamaron poderosamente la atención.
– ¿Hay un diálogo entre tu libro y “El fin del Homo sovieticus”, las historias que relata Svetlana Aleksievich en el epílogo de la Unión Soviética?
– Podría ser, porque hablamos de un mundo común, pero la mía es una perspectiva sudamericana mientras que la de Aleksievich es una perspectiva bielorrusa. Nuestras historias son distintas, nuestros pueblos son distintos y mi intención fue llevar ese pueblo soviético a la comprensión de un lector argentino.
– Tu libro incluye entrevistas con personas de la academia y la política: Atilio Borón, Alicia Castro, Vijay Prashad y Oleg Barabanov. ¿Cuáles son las claves que ayudan al lector a comprender mejor qué pasó en el mundo los últimos treinta años?
– En estos 30 años el mundo cambió tanto que mis crónicas tenían que estar contextualizadas (y cuando se publicaron en diciembre pasado aún no había guerra). Son años en los que Estados Unidos se convirtió en potencia hegemónica y en los que asimismo declina mientras emerge China. La perspectiva del ruso Barabanov sobre el paso del tiempo es muy buena: fue niño en la era soviética, adolescente en la perestroika y universitario en un país capitalista.
– ¿Era Putin a principios de los 90 un dirigente conocido?
– No, no lo era. Luego se fue incorporando a las internas de Rusia y recién el 31 de diciembre de 1999 el presidente Yeltsin decidió asignarlo como primer ministro.
– ¿Cómo llega Putin a la familia Yeltsin, a la llamada oligarquía rusa, a ese puñado de dirigentes enriquecidos tras la caída de la Unión Soviética?
– No está claro, pero Putin y los sectores que llegaron en 2001 estuvieron contra el poder omnívoro de los oligarcas rusos, las mafias, el descontrol y la decadencia armamentística. Yeltsin había abrazado al neoliberalismo como Menem o Fujimori. Sus asesores eran norteamericanos. Con él, Rusia abrió las puertas a los norteamericanos minimizando su fortaleza y al capitalismo europeo. En el libro cuento hasta qué secretos le entregó el director de la KGB al embajador de Estados Unidos en medio del desmembramiento de la Unión Soviética.
– Hay una supuesta frase de Putin que cita Emmanuel Carrère en “Limonov”: El que quiere restaurar el comunismo no tiene cabeza, el que no lo eche de menos no tiene corazón.
– (Risas) Es verdad, yo también la escuché. Es imposible volver atrás el proyecto de 1917, pero no puede olvidarse 70 años de historia así nomás. Generaciones enteras criadas en valores y utopías. En mi libro cuento la historia de un científico genial que ayudó mucho a la Rusia soviética y fue seducido con sueldos fabulosos y cátedras en universidades norteamericanas. Rusia se venía abajo, la tentación era enorme. Y, sin embargo, dijo que no. El concepto de patriotismo soviético era más grande que el dinero.
– ¿Ese rescate que hace Putin del nacionalismo ruso explica, en parte, la guerra con Ucrania?
– Yo veo más una posición defensiva de Rusia que la recuperación del orgullo. Vi a OTAN poniendo bases antimisiles en Polonia y rodeando Rusia con intención de diluirla. Antes de que Putin decidiera esta operación militar, hubo una “revolución de color”, un golpe blando en Kazajistán (antigua república soviética). Si Lituania, Letonia, Estonia, Polonia y Rumania hubiesen avanzado sobre Kazajistán, Rusia hoy estaría perdida. En definitiva, creo que la guerra para Rusia fue los más inconveniente, porque meterse en un conflicto en el propio territorio en este momento, te lleva a descuidar la industria y el abastecimiento de alimentos.
– Ahora bien, esta guerra podría también reconfigurar la correlación de fuerzas geopolítica.
– Podría reconfigurarse, pero no por acción de la guerra. Creo que la guerra aceleró lo que se venía produciendo: una transición hegemónica, no tanto por Rusia sino por China. Hay otro elemento interesante que no se veía con claridad: el dólar ha comenzado a dejar de ser una moneda hegemónica. China y Rusia comenzaron a hacer transacciones comerciales a través de sus monedas nacionales y Arabia Saudita vende petróleo en yuanes. Hace poco tiempo esto era impensado. Por ahora más que un quiebre en lo político, hay un quiebre en lo económico.
Por Pablo Bassi
Cooperativa de Comunicación Popular Al Margen
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