En un contexto donde llevar adelante un emprendimiento es una tarea titánica, los organizadores del Festival de Títeres Andariegos lograron reunir en su XIX edición un gran número de obras venidas de distintas partes de la provincia, el país y el mundo.
Miles de personas colmaron las distintas salas y lugares donde, como antaño, distintos personajes cobraron vida para contar una historia y cautivar con un arte primitivo que no ha perdido ni una pisca de vigencia. Pero además, recorrieron barrios y escuelas, para llegar a quienes tienen menos acceso a espacios que el Estado debiera garantizar.
Este domingo esta gran fiesta culmina con el Desfile de Gigantes, pero antes Al Margen dialogó en ronda con gran parte de los elencos que estuvieron presentes sobre la experiencia del ser titiritero. El mar de voces se fue entrelazado para dar cuenta de un mundo en el cual pareciera que lejos de elegir dedicarse a los títeres, ellos los eligieron y los cautivaron. Algunos por haber ido a ver una obra en la niñez y quedar fascinados, otros por llevar adelante la construcción plástica de los distintos personajes o por esas causalidades como hacer un taller y de pronto quedar maravillado. Peros siempre hubo alguien que acercó ese saber milenario y el suceso de dar con una herramienta comunicacional importante.
“Me gusta esta posibilidad del títere de ir quizás a un gran teatro y de pronto llegar a la escuela rural de un pueblito, donde los chicos van a clases caminando o a caballo. Poder armar ese espacio de encuentro, donde se juntan distintas generaciones a compartir, donde sea. Es un lenguaje que tiene muchas posibilidades y a la vez muchos aspectos: uno se tiene que seguir formando en varias cosas para seguir nutriéndose”, dice María Emilia Aragón de la compañía Tire y Afloje de Misiones.
Luis Alberto Lopez, de la Fundación Barcos de Papel de Viedma también rescata a los títeres como un medio de comunicación donde uno observa distintas realidades, técnicas y a la vez va comparte vivencias en los distintos lugares a donde se va. “Desde la línea sur, al norte argentino, todos esos encuentros, todas esas historias fueron formando la mía, que fue la elección de marionetas”, dice y también reconoce que “de alguna forma, para todos nosotros los títeres son un proyecto ideológico”.
Llegado desde Venezuela, Carlos Hurtado define su experiencia como política: “el teatro de títeres los usamos para ese proceso de poder hacer con la comunidad. Yo era uno de los niños del barrio que miraba y observaba y a los 17 años empezamos a hacer teatro de títeres y sentíamos que teníamos que rescatar esa literatura aborigen que siempre se pierde. El rescate de lo oralidad de los pueblos nos pareció genial y por ahí es donde andamos”.
Puesto en la actualidad
Siendo una forma de arte y expresión muy antigua, la pregunta es cómo dialogan en la actualidad los títeres con el público. “La dimensión mágica de los títeres está intacta, más allá de que sea una época en la cual hay tanta mediación de la realidad con las pantallas. Ese ritual que se genera cuando se apaga la luz, que es cercano a las cuestiones más primitivas del pensamiento mágico, sucede igual”, dice Roberto Oyarzún Pérez, venido con su espectáculo desde Chile.
“Mi experiencia, con casi 40 años de titiritera es la misma”, dice María Celia Fernández, con una gran trayectoria a sus espaldas. “Para mí la comunicación con el público ocurre igual, la magia del espectáculo en vivo. Es más, creo que el niño que está tan atrapado por la pantalla se sorprende más, y siempre se suman a las historias, creen lo que está pasando en ese momento, se involucran”.
“El espectáculo de marionetas, por ejemplo. Tiene 50 años y lo hacemos tal cual lo hacía Kike (Sánchez Vera), no las puedo acelerar y tiene repercusión en adultos y niños”, agrega Oscar González de Fundación Barcos de Papel que trajo colección de marionetas de este gran maestro del arte titiritero, fallecido en el 2010, que ha dejado su marca en el ámbito nacional y latinoamericano. “Al no ser una persona la que está ahí adelante se caen un montón de barreras que permiten que niños y adultos de distintos contextos sociales, lugares, ideologías, entren en comunicación, y con esa comunicación podés hablar desde un montón de lugares”, analiza Axel Siebenrock, barilochense que se fue a estudiar a Rosario y vino con una de las compañías de títeres.
Coincidiendo en que el principio se mantiene, el desafío que se plantea aparece entonces en el relato, en el decir, en los textos que hacen o no al momento actual. “Hay tareas de época, tenemos discusiones por ejemplo sobre cómo actualizar cuestiones en relación al feminismo que avanza con sus reclamos de derechos. Hay espectáculos que son machistas, entonces hay una tarea no solo en relación a la estética, sino a la temática, al relato”, comparte Carlos Bastarrechea de Tira y Afloje y María Emilia detalla: “El rol que se le da a las mujeres en las historias, los chistes que aparecen, los vínculos que se construyen entre los personajes. Hay que revisar todo eso. Es fundamental estar abierto, son procesos de evolución, de cuestiones que aparecen en la sociedad y que debe acompañar el títere”.
La continuidad de un festival que logra desplegarse en la ciudad llegando a miles de personas a lo largo de toda una semana es un valor que no escapa a la reflexión. “Es asombroso que puedan continuarlo con tanta fuerza y coherencia. Es muy difícil organizar un festival, sobre todo cuando el Estado no te sostiene, tenés que trabajar muy duro en la gestión”, dice María Celia.
“Son tiempos duros y resistir lo que estamos sufriendo, y seguir sosteniéndose es como heroico. Encontrase un equipo que se mantiene trabajando y unido es otro gran logro, ya que hay muchas crisis de grupos. Por eso, poder tener este festival no es común”, destaca Luis y señala el vaciamiento de los aportes estatales en las actividades expresivas, masivas, como son por ejemplo los títeres. “Sin embargo estos días deben haber pasado por las salas miles de pibes. Y el Estado se hace cargo, cuando debiera garantizar”.
“Que la gente tenga la posibilidad en una misma semana de elegir qué tipo de obra ver, eso es posible gracias al festival, sino no hay manera de hacer que todas estas compañías lleguen a Bariloche”, concluye Axel. También destaca la necesidad de que el Ejecutivo se comprometa pero señala: “No nos quedamos esperando, no delegamos. Para que esto siga existiendo tiene que haber una presión social fuerte y es por eso que el festival ya está instalado”.
Por Violeta Moraga
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen