Se van acabando las chances de que Argentina, con Messi como referente, gane algún título importante, a la altura de su jerarquía.
Para quienes nos gusta el fútbol, ésa es una pena porque teniendo al mejor del mundo desde hace 15 años (y cuando luego del retiro de Maradona pensábamos que jamás íbamos a ver algo parecido) no se puede traducir esa calidad en un éxito deportivo de magnitud.
No obstante, no olvidamos que bajo su liderazgo futbolístico la Selección de 2014 estuvo a centímetros o minutos (según la unidad de medida que se prefiera), de alcanzar el logro más importante y soñado para un/a futbolero/a en Argentina: salir campeón del mundo en Brasil, en el mismísimo Maracaná.
Se estuvo tan cerca que hasta duele recordar esa final de igual a igual (y más) con Alemania, que entre otras cosas condenó a un delantero de primer nivel como Higuain a convertirse en meme por el resto de su carrera.
Los críticos furibundos de Messi lo son por un resultadismo brutal o por un desconocimiento futbolístico grosero (o por ambas cosas combinadas).
Por eso, luego de una derrota con Brasil, no hay mejor oportunidad para reivindicar a Messi y agradecer ser contemporáneo de su fútbol. Y hasta el último partido que juegue conservaremos la ilusión de conseguir los títulos que hagan honor a su juego extraplanetario y nos den la alegría que se nos viene negando. Sería justo.
Por lo demás, no olvidemos que tenemos que derrotar en las calles las políticas de ajuste y saqueo de Macri y el FMI. Lo demás es apenas fútbol.
Por Hernán “Vasco” Izurieta
Colaboración para: Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen