Escuchamos en voz de Alejandro Verné la carta que escribió un docente de Chubut el 18 de septiembre de 2019, luego de que fallecieran las dos docentes chubutenses cuando regresaban a su hogar luego de una movilización.
[archiveorg negrorojoprimaverava width=640 height=30 frameborder=0 webkitallowfullscreen=true mozallowfullscreen=true]
Rawson, 18 de Septiembre de 2019
La noche de Chubut es de negro fúnebre y el viento es de frío filoso. La noche de Rawson esconde oscuros vaticinios entre sus pliegues penumbrosos.
La madrugada en Chubut llegó y trajo consigo; fuego, humo, gases y corridas.
En la madrugada de Chubut la policía reprime a les compañeres de Jorgelina y María Cristina. En la Madrugada de Rawson la policía reprime sentimientos, reprime la bronca y la impotencia de les compañeres de Jorgelina y María Cristina.
Horas antes, en la tarde de Chubut, Jorgelina y María Cristina marcharon y debatieron junto a sus compañeres docentes. En la tarde de Chubut, Jorgelina y María Cristina comparten un mate y sonríen, debaten y votan seguir con el puño en alto, sostener la lucha. Luego parten de nuevo a sus hogares a replicar entre sus cumpas docentes lo decidido en el plenario.
En la Legislatura, el tenue fuego del campamento ayuda a palear la precariedad del refugio de pallets, rápidamente improvisado. Reina la decisión, pues el espíritu de lucha se forja en el calor del compañerismo y viceversa.
Se aprestan los ingredientes para la olla popular. Un teléfono suena. Un aullido de dolor nos convoca violentamente, llanto y rostros desencajados aparecen en el contingente de Comodoro. Llega la mala noticia con una ferocidad inmisericorde: Compañeres se accidentaron en la ruta, hay dos personas fallecidas.
No podemos dar crédito a lo que oímos, atónitos nos escrutamos los rostros que palidecen en busca de una explicación que nunca llegará. Se oyen gritos de dolor y quebranto entre les compañeres más cercanos de las chicas fallecidas. En el resto de los contingentes nos contagiamos de esa amarga tristeza que nos cala más hondo que el frío, más hondo aún que la oscura noche. A duras penas contengo las lágrimas, la voz quebrada por la emoción me impide informar de la tragedia a mis cumpas en casa. Jorgelina y María Cristina no llegarán nunca más a sus hogares, a sus familias. ¿¡Teníamos que llegar a esto?!
A gritos maldecimos e interpelamos a los sordos de siempre, esos que son ausentes perpetuos porque tan sólo habitan su ambición. El llanto y el dolor crecen y mutan en bronca, en furia. Nos dirigimos a Legislatura. Se exige la presencia inmediata de nuestros legisladores. Esto debe terminar acá. La policía no se compadece, persiste en obstruirnos el camino, cierran las puertas, arrojan gas lacrimógeno. Nos gana la ira.
En la madrugada de Chubut nos buscamos entre el humo ocre de las cubiertas que arden, en medio de los gases y los disparos nos llamamos a gritos. Nos cuidamos entre todes apelando a nuestros nombres, ya no queremos ni podemos perder a nadie más. La impotencia nos gana, la bronca reprimida de tantos días y tantas semanas, el desgaste y la tensión nos pierden. Pienso en Jorgelina y María Cristina, pienso en esa frase que leí algún día en algún lado: “Si un día no vuelvo; prendé fuego todo”. Ahora la furia alimenta el fuego, los cristales estallan, ya no hace frío, no tenemos hambre ni sueño. Más disparos, más corridas…
Finalmente con el transcurso de las horas llega la cordura, la calma. No tenemos herides ni detenides, damos gracias por ello.
Con el sol de la mañana empiezan a llegar compañeres de Trelew, Madryn, Rawson y otros lugares del Valle. Comodoro aún está acá. Son la columna más enlutada de todas, les saludamos y damos el pésame. Se asamblea marchar por la ciudad capital. Marchamos. Rawson nos mira pasar, nos observa en silencio, a su modo nos ofrece sus condolencias. Frente a casa de gobierno la columna se detiene, Jorgelina y María Cristina son un enorme lienzo negro, ahora las compañeras son bandera y marchan a la cabeza. Colocamos esa bandera sobre las enormes vallas que rodean casa de gobierno. Se canta el Himno. ¡Jorgelina y María Cristina presentes, ahora y siempre! Es el grito desolado y urgente. Nueva asamblea. ¡A resistir cumpas! Se vuelve a armar el acampe, esa medida que horas atrás habían votado también nuestras fallecidas compañeras. Se consiguen tarimas, nylon, clavos, ollas, etc. Les compañeres vuelven a instalar el acampe a fuerza de pulmón y pese al abandono de sus dirigentes gremiales. Son decididos mis cumpas. Los admiro, me conmueven hasta las lágrimas. Pienso que no puedo fallarles, que debo estar a la altura de su dignidad y sacrificio. Pienso que es un honor luchar codo a codo junto a elles.
Es de noche nuevamente en Chubut, arden tenues fuegos en el campamento de legislatura, somos pocos, apenas los suficientes para sostener la medida.
Apenas los suficientes para hacer frente al frío viento que no se compadece. Arde el fuego en que nos entibiamos las manos y arde también la esperanza de que otres compañeres atraviesen las distancias, que lleguen para el relevo y que sean suficientes.
La madrugada en Chubut es oscura, el viento silba el nombre de nuestras mártires. En Rawson la madrugada es de frazadas y mate y esperanza y lucha.
¡Jorgelina Ruiz Díaz y María Cristina Aguilar, Presentes! ¡Ahora y Siempre!
Prof. Elvio