El Gauchito Gil es el santo de los que viven día a día, de los que se las rebuscan en el camino y necesitan un santo que sepa manejarse en la calle, que sea dueño del camino. Ayer se conmemoró su día y Al Margen te muestra la devoción de los barilochenses por este santo popular.
Si los santos andan por el cielo, éste sale de la herida en las tripas de los pobres, de los oprimidos, de los que no llegan a fin de mes, ni a la quincena, de los que todos los días tienen que usar las neuronas en inventar con nada una comida para sus hijos, de los que resisten la tentación de evadirse de las penurias de la vida en la bebida o en alguna otra droga chota.
El Gauchito Gil es el santo de los que viven día a día, de los que se las rebuscan en el camino y necesitan un santo que sepa manejarse en la calle, que sea dueño del camino. Uno con el que cualquiera se puede sentar a tomar mate amargo y pedirle su protección en la ruta que se sabe larga y peligrosa. Un santo al que se le invita un vino con naranja para contarle las penas del amor, de salud, de guita, de las que se mezclan. Al que se le ruegan soluciones casi imposibles, improbables, milagrosas, sabiendo que es el tipo indicado.
El santo popular que a todos escucha. El que se escribe en minúscula, pero se venera con mayúsculas. El que ojalá nunca sea canonizado por la iglesia, para que no se lo saquen a la gente, para que no lo encuadren ni lo entronicen en el fondo de una capilla oscura. Que siga por siempre en las rutas, en las calles, en las cinco esquinas como buen Eleggua nacional y popular, para protegernos y tirarnos una buena entre tanta desdicha.
Fotografías: Euge Neme y Ramiro Sáenz
Texto: Ramiro Sáenz
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen